¿Te imaginas una operación sin anestesia? ¿Cuánto duele un pequeño corte con una cuchilla, por ejemplo, mientras te depilas? ¿Qué sentirías al saber que tu familia te está escuchando gritar de dolor y festeja tus alaridos en lugar de ayudarte? Une las tres. Se llama mutilación genital femenina (MGF), conocida conmúnmente como ablación del clítoris.
Como ya os adelantábamos hace unos días en El sexo mandamiento, se trata de la eliminación de tejido de los genitales femeninos por cualquier circunstancia no médica. Y no solo no hay motivos vinculados con la salud, sino que las razones más extendidas para argumentar esta mutilación del órgano sexual externo de la mujer radican en evitar que sientan placer al mantener relaciones, asegurarse de que lleguen vírgenes al matrimonio para no ser rechazadas por su marido y mantener a raya la supuesta promiscuidad inherente al género femenino para que únicamente tengan hijos con su pareja. En una palabra, machismo.
Cabe tener en cuenta la incoherencia manifiesta del último de estos argumentos, ya que uno de los efectos perjudiciales de la ablación es la infertilidad. Y esto en el mejor de los casos. La MGF puede causar daños irreparables como infecciones, septicemia -presencia de bacterias en la sangre producto de esas infecciones-traumas psicológicos irreversibles, mala cicatrización, quistes, coitos dolorosos, hepatitis, mayor probabilidad de contraer el virus VIH y otras enfermedades de la sangre, menstruaciones dolorosas -como si a algunas mujeres les dolieran poco habitualmente-, piedras en la vejiga, incontinencia, partos difíciles con riesgo para el bebé y para la madre y un largo etcétera de problemas de salud que pueden acabar en la muerte de la niña durante o después de la intervención.
Distintas formas de degradación
Esta práctica tiene un origen incierto, aunque algunos expertos la vinculan con el Antiguo Egipto, país desde el que se extendería más tarde por todo el continente africano. Hay tres maneras diferentes de mutilación genital femenina. La MGF de tipo I se denomina clitoridectomía, es la menos agresiva y consiste en la extirpación de la piel que recubre el clítoris o en la amputación parcial o completa de este órgano. La excisión es el tipo II. Con esta intervención se incluye la mutilación de los labios menores y, en algunas ocasiones también de los mayores.
Por si parecía poca aberración, la ablación de tipo III conlleva que, además de la extirpación de clítoris, labios menores y labios mayores, se cosan ambos lados de la vulva de las niñas dejando únicamente un orificio abierto con ayuda de una ramita para permitir la salida de la orina y el ciclo menstrual. Esta forma de MGF es conocida como infibulación y es la más agresiva de todas.
Eso sí, los tres tipos de ablación tienen algo en común, son practicados sin anestesia, con material insalubre, por mujeres que no suelen tener los conocimientos necesarios, y poniendo, en todo caso, la vida de las niñas en peligro.
Cuando se encuentran razones para el dolor
¿Qué puede llevar a una madre a inmovilizar a su hija con sus propias manos mientras la ve retorcerse de dolor? Como comentábamos anteriormente no hay ningún motivo terapéutico que pueda justificar esta mutilación, aunque en algunos países crean que así se aumenta la fertilidad y se hace más seguro el parto.
Hay razones sexuales y sociológicas que justifican la MGF como método para controlar la sexualidad femenina o para iniciar a las niñas en la edad adulta e integrarlas. También existe la creencia de que los genitales femeninos son una zona sucia y antiestética, aunque la motivación más arraigada es la religión.
El pesimismo de los números
Las cifras no invitan al optimismo. En la actualidad, aproximadamente 140 millones de mujeres y niñas están sufriendo las consecuencias de la MGF y se calcula que, de aquí a 2030, 86 millones de niñas podrían ser víctimas de ablación.
Llegado a estas líneas probablemente hayas tenido en todo momento a África en la cabeza. Pues no. Esta lucha sexual se está librando mucho más cerca de lo que piensas. Tanto que en España hay 17.000 menores de 14 años que están en riesgo de sufrir esta mutilación.
No es un problema subsahariano. Ni siquiera africano. La ablación está presente en prácticamente todo el mundo, bien es cierto que potenciada notablemente por la inmigración. A pesar de estar prohibida por la ley en América, la mayor parte de los países europeos y algunas naciones de Asia y África, la MFG continúa siendo diariamente el trauma de miles y miles de menores de todo el mundo.
En cualquier rincón del planeta, la ablación supone una violación de los Derechos Humanos, es discriminatoria, degradante, está obsoleta, anclada en antiguas creencias y, por encima de todo, es una práctica que pone continuamente en peligro la vida de niñas y mujeres.
Lo importante es que la lucha contra la mutilación genital femenina no ha hecho más que empezar y que cuántas más personas conozcan esta terrible tradición más sencillo será ponerle freno. Salvar a una sola niña puede significar salvar a una generación entera.
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