Ya lo decía la canción del musical Avenue Q: «The internet is for porn». Todos, en mayor o menor medida, hemos curioseado la web en busca de material adulto. O al menos, nos hemos sentido tentados de ello.
Si hay algo por lo que se caracteriza la red es por tener contenido para todos los gustos, por raros que estos parezcan. Probablemente por ello Internet es un nido de cosas muy raras. En el caso del porno, se da un fenómeno bastante peculiar: para cada contenido (adulto o infantil), hay una versión sexualizada. Es lo que se conoce como la Regla 34: «si existe, hay porno de ello».
Pensad en cualquier serie, película o videojuego de vuestra infancia. ¿Lo tenéis? Pues casi seguro, hay porno de eso. Los internautas satisfacen la demanda. No importa cuán adorables sean los personajes originales, de hecho, cuanto más inocentes, más sexualizables. ¿My Little Pony? ¿Rugrats? ¿Winnie the Pooh? TODO tiene su versión para adultos. Y la norma establece que si no existe, debe ser creado.
Por cierto que Disney se lleva la palma. No sabemos que tiene la familia de Mickey Mouse (especialmente las princesas) pero están hiper sexualizados. Será que representa la infancia de muchos, o lo castas que son las pelis (al menos en apariencia), el caso es que el porno disney podría considerarse un género de por sí.
La pregunta es: ¿por qué? Sin adentrarnos mucho en la psique humana, aventuramos que al crecer nos dimos cuenta de que los personajes de nuestra niñez muchas veces tenían «tensión sexual no resuelta», que decidimos resolver por nuestra cuenta en nuestra imaginación… y en internet. O eso, o por el mero placer de erotizar lo más puro que conocemos. ¡El morbo no conoce límites!
https://www.youtube.com/watch?v=CcFnuNh2VFU
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