Todo el mundo tiene sexo -al menos quien puede-. Altos o bajos, ricos o pobres, guapos o feos, así que puede deducirse que los personajes que han marcado la Historia de la Humanidad de una manera u otra también tuvieron sus affaires sexuales, hasta el punto de que alguno de ellos ha firmado episodios que jamás se explicarán en los libros de texto.

Es el caso de Cleopatra, una de las mujeres más poderosas de la Antigüedad, que no solo hizo las delicias de Julio César y se daba buenos baños de leche de burra. En efecto, Cleopatra tenía un apetito sexual salvaje, pues se asegura que practicó felaciones a más de mil hombres, incluidos cien romanos en una sola noche. A falta de leche de burra…

Bécquer tenía muy presente el sexo. (Imagen: apartemagazine.com).

Emperadores y princesas, literatos e intelectuales también contaban con gustos sexuales de lo más peculiares, véase el ejemplo de James Joyce. El firmante de Dublineses gustaba de pedir lencería de prostitutas en busca de inspiración, algo menos escabroso que Gustavo Adolfo Bécquer, que entre rima y rima soñaba con encontrarse con una virgen en un cementerio.

Otro de estos iconos con mucho sexo en su historial es Mahatma Gandhi. Firme defensor de la paz, hacía -mucho- el amor y no la guerra. Que se lo digan a la esposa de su sobrino de 16 años, con quien dormía alegando que era «bueno para la espalda».

La espía por antonomasia de los últimos siglos ha sido Mata-Hari, que entre danza y danza durante la I Guerra Mundial espiaba los planes más ocultos de los contendientes. Antes de ser condenada a muerte por meter el hocico, se cuenta que su marido le arrancó un pezón de un mordisco, quién sabe si en un arrebato de ira, pasión, erotismo o en la práctica de sexo con tintes caníbales.

Fidel Castro, protagonista de la Revolución cubana de 1959 , no hacía ascos a las prostitutas, con quien pasaba muy buenos ratos en La Habana. Sí, en tiempo pasado, ahora no tiene pinta de estar para muchas andanzas. Otras personalidades, como Quentin Tarantino, Marilyn Manson o Madonna disfrutan lamiendo pies, ya que las afinidades sexuales son libres.

Sexo de muerte

Otras personalidades aparecen en los grandes manuales de historia como héroes osados o importantes, pero, ni siquiera en letra pequeña, explican cómo llegó el fin de sus días.

Atila, el temible rey de los hunos, siempre tuvo entre ceja y ceja conquistar Roma como símbolo de poder. Sus ojos no pudieron verlo -ni ninguno- porque, tras planear el que sería su mayor logro, se casó con Ilico, la que fue su duodécima esposa. Quizá a causa del cansancio de otras noches de bodas, el más conocido de los hunos no superó esa noche del año 453, ya que acabó falleciendo por hemorragia nasal. Se pasó en la celebración, vaya.

(León VII, un Papa diferente. Imagen: taringa.net).

Como diría Don Quijote, con la Iglesia hemos topado, concretamente con el Papa León VII, que no predicó con la castidad ni el voto de abstinencia carnal. Tras llegar al Vaticano, murió el 13 de julio del año 939. ¿Cómo? No, no fue ni de viejo ni de un problema de salud: falleció manteniendo relaciones sexuales. Toma ya.

El último de los históricos que aparecen en esta lista es Félix Faure. Su nombre no es de los más conocidos, pero su caso es de los más curiosos de todos. Era el presidente de la República Francesa, si bien su mandato concluyó el 16 de febrero de 1899, ya que no sobrevivió a la felación que le estaba practicando una prostituta. ¿Qué pasaría si Obama, Rajoy o Merkel acabaran así?

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Un comentario en «El sexo de los históricos»

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