Autor: @SimonGalante
Que nos conociéramos fue fruto del azar, del destino. Yo estaba en una fiesta, y tú viniste acompañando a tu hermana mayor. Este hecho hacía que a ti, que contabas con tres años menos que ella, te usaran como “guardia” para que no hiciera nada malo. Lo que tus padres no sospechaban, es que, la que al final acabaría haciendo “cosas malas” fueses tú.
Lo dicho, nada más entrar en la habitación donde estábamos, mis ojos y los tuyos se cruzaron, conectaron de tal manera que incluso saltaron chispas. Eras morena, pelo corto, ojos negros y grandes. De corta estatura. Mejor. Más manejable. Mi mente ya te imaginaba entre mis brazos y quien sabe si entre alguna parte más de mi cuerpo.
La noche iba avanzando, el ambiente se iba animando y el alcohol corría. En tu caso no, ya que más adelante supe que no bebías. Eso haría que fueses totalmente consciente de las decisiones que tomaras esa noche. Por culpa del alcohol, estaba empezando a excitarme y el bulto que empezaba a asomar en mi pantalón era una prueba de ello. Siempre me ocurre. Hacía tiempo que no te veía en aquella sala, te había perdido la pista. ¿Te habrías ido con otro? Conté a todos y no faltaba nadie, solo tú. Eso me alivió.
Decidí abandonar la habitación para poder tomar el aire e intentar parar esa excitación que iba creciendo dentro de mi pantalón. Me adentré en un pasillo totalmente oscuro, y conforme avanzaba tropecé con alguien. Mis manos hicieron la función de mis ojos ya que no podía ver absolutamente nada. Palpé una media melena, una cara suave, unos labios carnosos, y empecé a oír una respiración, con las pistas anteriores intuí que podrías ser tú, ya que, como he dicho antes no me faltaba nadie más en la sala. Seguí palpando y llegué a tus pechos, eran pequeñitos, estaban puntiagudos, y no creo que fuese precisamente por el frío.
Tú empezaste a tocarme a mi también, por la cara, los labios, la espalda. Pasaste por mi vientre y te detuviste en mi entrepierna, la agarraste y suspiramos a la vez. Comenzaste a frotarla por encima el pantalón y conseguiste endurecerla un poco más. Yo abandoné las caricias que les estaba haciendo a tus pechos para seguir recorriendo tu cuerpo con la yema de mis dedos. Introduje mi mano por dentro de tu pantalón, estabas ardiendo, y por dentro de tu ropa interior, ahí aparte de calor, pude sentir humedad en mis dedos.
Empezamos a masturbarnos en medio de aquel pasillo, en el que sorprendentemente, a pesar de estar la casa llena, no pasaba nadie. Busqué con mis manos algún punto de apoyo y encontré una mesa de media altura, de esas que se utilizan para dejar las llaves cuando llegas a casa. Te abracé, te levanté en volandas y te puse sobre aquella mesa. Llevabas un short asi que no me lo pusiste muy dificil. Yo me arrodillé y empecé a lamer la humedad que desprendía tu sexo. No podía verte y eso me excitaba aún más, solo podía oírte y sentir como te movías.
Tus jadeos iban en aumento, ¿podrían oírnos? Sinceramente, a mí, en ese momento me daba igual. Tenía la mente puesta en otro sitio. El mismo sitio que la lengua, tu sexo.
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