Autora: @brokenwings013.

Nunca me han gustado los viajes de empresa. Estar fuera de casa rodeada de un montón de hombres de negocios nunca ha sido una de mis pasiones, pero toca cierre de año fiscal, y como tal, es obligatorio que todos los miembros de la compañía estemos este fin de semana en un evento en París. En principio debía ir sola, pero mis buenos resultados de este año y alguna que otra inocente caída de ojos a Jacques (mi jefe),  hicieron que pudiera llevar compañía en esta ocasión.

En estos momentos, una preciosa desconocida se había cruzado en mi camino y habíamos planeado el conocernos por fin en persona ese fin de semana. Todo entre nosotras se estaba desarrollando de una manera mágica. Ambas nos estábamos metiendo en una locura de la que no queríamos salir.

Tras la autorización de Jacques, le escribí un WhatsApp corriendo: «¿Qué te parecería conocernos en París este fin de semana? Vienes con gastos pagados y así podremos estar juntas por fin.» Su respuesta tardó poco en llegar, y mi corazón se aceleró como un caballo desbocado. «Cuenta conmigo»

Ella volaría desde Bilbao y yo desde Barcelona. Nos encontraríamos al día siguiente a la hora de la cena en el restaurante del hotel. Yo tenía la agenda repleta, y ella pasaría el día haciendo turismo por la ciudad del amor. Sólo le di una indicación: «A las 21h en la recepción, preciosa. Llevaré un vestido negro y una rosa roja en la mano para ti»

El día siguiente pasó entre mensajes nerviosos entre nosotras y muchas reuniones insulsas. Ella, mientras tanto, disfrutaba recorriendo cada recoveco de París. Llegó el momento de la cita.

Imagen: belelu.com

Me siento nerviosa porque no he conseguido ponerme guapa, o por lo menos, el espejo no ha querido reflejar mucha belleza. He pasado un día agotador, y la ducha no hace milagros. Recojo mi pelo en un moño, retoco el color suave de mis labios, me perfumo, me vuelvo a poner los tacones y con mi rosa roja en la mano, me dirijo rumbo a la recepción del hotel.

Allí diviso, a lo lejos, la espalda de una esbelta mujer morena con un vestido en tonos verdes precioso. Verdes… como sus ojos. Me coloco tras ella mientras sigue de espaldas. No se ha percatado de que he llegado. Me acerco un poco a su oído y le susurro: » si tu parte trasera es tan atractiva, creo que al mirarte a los ojos me caeré de mis tacones». Le acaricio el pómulo con los pétalos de la rosa y por fin, ella se gira hacia mí.

Me ruborizo enseguida. Sus ojos son espectaculares, y su sonrisa me ha derretido en un momento. Pasan unos segundos en los que sólo nos miramos y nos sonreímos, hasta que por fin la tomo por la cintura y acaricio sus labios con los míos. Al principio, son besos suaves, tanteando nuestro sabor, la delicadeza de nuestros labios… pero pronto la suavidad es pasión, y nuestras lenguas se presentan describiendo caricias en forma de ochos perfectamente sincronizados.

Mi vientre siente esos besos y empiezo a intuir que va a ser una noche muy caliente. Nos separamos, y tras decirnos unas cuantas palabras dulces, nos dirigimos a la mesa de la mano. Nos sentamos en una mesa circular, en la que hay varios directivos de diferentes países. Ella se sienta entre Jacques y yo, a mi derecha.

La cena transcurre entre conversaciones que le traduzco con sonrisa pícara, y de repente, la tomo de la mano por debajo de la mesa y la pongo en el interior de mi muslo, para que note el calor que empieza a despertarme. La subo poco a poco, mientras sigo hablando en francés con mis compañeros como si nada. De repente, abro un poco mis piernas, y sus mejillas se empiezan a sonrojar. Dirijo su mano con nuestros dedos entrelazados y las dos, suavemente, decidimos retirar mi tanga hacia un lado.

Continúo hablando con mi jefe acerca de negocios, de cifras absurdas, de la exposición que tengo que hacer mañana. La miro y le traduzco lo que le he dicho en francés a él, y mientras se lo traduzco le sonrío y le indico con mis dedos cómo quiero que trate mi clítoris. Suaves círculos que humedecen la yema de sus dedos.

Empieza a calentarse más, porque sus ojos comienzan a brillar más. Bebo un sorbo de vino de manera suave y elegante. Me acerco a darle un beso en la mejilla mientras le susurro que me penetre. Tengo su dedo corazón dentro de mí. Y con mi mano lo empujo para que sea más profunda la penetración. Sonrío, porque noto que se le escapa un gemido con mi gesto. Quiero jugar con ella. No se anima con el vino y sigue bebiendo agua a grandes sorbos. Lo está pasando mal.

La miro, y con la mano que tengo libre, que es mi izquierda, le saco dos dedos y le guiño un ojo con sonrisa pícara. Eso es lo que quiero dentro de mí. Ella cumple mis deseos. Siento que puedo hacer con ella lo que quiera en ese momento. Cojo su dedo índice y lo introduzco dentro de mí sin problemas. Mi humedad la excita y mi ropa interior retirada también. Quiero verla beber de mi copa, y tengo la suerte de que su agua ya se ha acabado.

Me vuelvo a acercar a sus mejillas: «¿Quieres ver cómo me aprovecha el uso de las bolas chinas?» le susurro. Ella no puede articular palabra, solo asiente.
Empiezo a apretar sus dedos con cada uno de los anillos de mi vagina, y nota como de repente, la contracción de la parte más interna, atrapa sus dedos hacia mi interior. Nota como aprieto cada una de sus falanges, hacia adentro… relajo, aprieto solo el más profundo. Ahora solo la entrada a mi vagina.

(Imagen: publimetro.com).

Mi esencia resbala entre sus dedos. – ¿Quieres un sorbito de vino? – Si, por favor. Cojo mi copa y se la doy mirando a sus ojos. Sus mejillas están enrojecidas y sus labios no pueden disimular las ganas de besarme. Mi jefe vuelve a reclamar mi atención, y yo ahora modulo el tono de mi francés para que parezca que se lo susurro. Ahora, mientras mantengo una conversación «muy seria», cojo sus dedos y los saco lentamente de mi interior. Un tercer beso va a su mejilla y le digo al oído: «me voy a quitar el tanga sin que nadie se dé cuenta».

Con un par de movimientos de mi cadera y otro de «me recoloco el vestido que se me sube» mi tanga cae hasta los tobillos. Cruzo mis piernas, lo retiro y lo mando al bolso. La miro fijamente. Muerdo mi labio inferior. Le sonrío. Sabe perfectamente lo que va a pasar.

Cojo su mano y le indico cómo tocarme para que vea como soy capaz de correrme para que no se entere nadie excepto ella. Sube mi vestido hasta la mitad de mi muslo. Le enseño cómo me gusta. El interior de mis muslos está húmedo, caliente, palpita…cojo su dedo corazón, está tan suave que resbala por mi monte de Venus. Sujeto la punta de su dedo y lo coloco encima de mi clítoris. Lo empiezo a mover de abajo a arriba. Se lo humedezco. Lo llevo hasta la abertura de mi vagina. Le hago entrar un poquito y lo saco de mi enseguida.

Lo subo, le hago unos círculos en sentido de las agujas del reloj. Nota lo hinchado que está. Ella decide retirar el capuchón hacia atrás y los círculos directamente hacia él. Le estimula presionándole con cada círculo. Mis mejillas están rojas. Acaricio mi cuello con la mano izquierda, muerdo mi labio.

Pongo mi dedo encima del suyo. Deseo regalarle mi primer orgasmo. Nuestros dedos empiezan a moverse arriba y abajo. Se empapan. Suenan. Ambas lo notamos, aunque gracias al tono de la conversación no se oye nada.
Pellizcamos mi hinchado clítoris a la vez. Estamos sincronizadas. Provoca en mí un escalofrío y muerdo mi labio para ahogar un gemido.

Suelto una carcajada porque mi jefe le pregunta en ese momento si se lo está pasando bien. Acelero mis movimientos. Quiero correrme.  La miro a los ojos y le eso le avisa de que va a llegar en breve. Ahora con mi dedo corazón empapado, escribo en el reverso de su mano las siguientes letras.
«F
Ó
L
L
A
M

Bebo un trago más de vino. Con cada letra ha acelerado sus movimientos en mi clítoris. Se ríe nerviosa cuando vuelvo a coger su dedo. Quiero correrme. Lo muevo arriba y abajo muy rápido. Cada vez más. Tenso mis músculos vaginales. Entrada. El anillo intermedio. El cuello de mi útero prácticamente. Aprieto mis nalgas. Mis muslos se cierran atrapando su mano y su dedo se mueve más y más.

Me mira. Le digo: «PENÉTRAME». Nota en el momento mi orgasmo. Nota como aprieto, mis contracciones. Mi flujo la empapa. Por fin, mi sexo libera sus dedos. Me he corrido para ella. Saca su mano de debajo de la mesa y dice en alto que va al baño. Me mira caliente. Le digo a mi jefe que ahora volvemos, que la llevo al baño.

Vamos a volver a jugar.

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