Siempre te has sentido diferente, tus gustos sexuales son secretos, porque de lo contrario se podrían considerar una locura; pesas la hostia, tienes hiperhidrosis y tu madre te pegó con el borde de la mesa al cambiarte los pañales. Eres una mierda, una mierda entendible solo es Sausage Castle.
Sausage Castle es como la mansión Playboy del frikismo, de lo irreverente. Situado en el centro de Florida, al lado de un pantano mugriento, esta casa de los horrores recuerda a la profunda Luisiana que Rust Cohle recorría con Marty en busca de la chica Fontenot. Imágenes a caballo entre lo apocalíptico, lo desagradable, lo ordinario y lo deseable. En Sausage Castle solo tienen cabida dos tipos de personas: los desgraciados y los que pagan. Centrémonos en los primeros, que son los verdaderamente interesantes.
El lugar es regentado por el gurú de los desgraciados: Mike Busey, sobrino del actor Garey Busey. Mike no sabe quien es su padre biológico, fue un exacerbado católico en la adolescencia y vivió con distintas familias en dispares estados. Se puso como un trullo, se tatuó una calavera en la barriga y empezó a montar fiestas descomunales en casas de alquiler con sus amigos, algo así como un continuo Project X, pero aún más descabellado: «A todos les fascina que soy un gordo sin dinero con un pene pequeño y aún así estoy rodeado de estrellas de rock y chicas sexys«.
Ahora, asentados en el centro del estado de los Everglades, estos maníacos del sexo bestia y de la cacotopía feliz están avanzando en su intento por convertirse en la comunidad más grande y popular de este tipo de prácticas. Para que se hagan una idea, Sausage Castle es una especie de Woodstock, mucho más guarro, con personajes más tarados y con sexo, mucho sexo.
Mike no es el tipo más raro. Su mano derecha Big LA, pesa 220 kilos y folla con mujeres impensables: «Le doy esperanza al tipo medio de poder engordar, cortarse mal el pelo, tener los dientes feos y aun así follar con mujeres hermosas». Las ‘Bellezas Busey’ están desquiciadas. Se sacan banderas de la vagina, se tiran a todo lo que late, por placer, porque la locura es la mayor y la mejor perversión.
Otros, como Kinky Kace, joven lesbiana, encontraron aquí el reducto perfecto para empezar de cero, sin tapujos, abriéndose definitivamente a un mundo que para unos es un sueño y que para otros, por fortuna, es mucho más real que una realidad asquerosamente distópica que reprime los deseos más primarios del ser humano.
Pero la verdadera misión de Mike y sus secuaces no es otra que hacer que docenas de personas que se quedaron sin familia o no sentían el calor de ésta, puedan tener una familia real, en la que unos cuiden de los otros y la diversión sea la consigna y la hoja de ruta de sus vidas. Porque este hombre panzudo y feliz cabecilla de la más alocada crew puso en el baño de mujeres un cartel que resume lo que es Sausage Castle: «Los amigos y la familia son para siempre».