La Historia de la humanidad está llena de nombres que serán eternamente recordados, aunque no todos ellos tendrán tras de sí un legado ejemplar e imitable. Es el caso de los dictadores, magnánimos y megalómanos en su mayoría y con el sello de la opresión en sus forzosos mandatos. Venerados tanto como odiados, sus nombres y hazañas han traspasado fronteras y sentado incluso capítulos a partes legendarios, a partes ciertos.

Las afinidades sexuales de estos personajes se han estudiado en busca de trazar un patrón común, un aspecto psicológico por el cual intentar encontrar explicación a sus salvajadas. Estas figuras, pese al rechazo de buena parte del planeta, contaron -y siguen contando- con una legión de seguidores que los trataron como semidioses, fomentando el ego de los protagonistas de los más negros episodios de los libros de Historia.

Hitler no fue un seductor. (Imagen: segundaguerra.net).

Uno de los grandes malvados de todos los tiempos es Adolf Hitler, cuyo afán de erigir a la raza aria por encima del resto de razas lo llevó, a él y a su III Reich, a asesinar a millones de personas. Un crimen sin perdón.  Pese a este aparente y salvaje poderío, este austriaco de nacimiento atravesó una vida sexual muy alejada de los harenes y opulentos vicios de otros opresores, dado que las crónicas relatan que solo tres mujeres protagonizaron los encuentros íntimos del Führer. 

Hitler, cuya juventud estuvo caracterizada por la debilidad y un cuerpo enclenque y rechazado, llegó al ejército germano sin haber conocido mujer, de lo cual se vanaglorió afirmando que la única pasión la sentía por el pueblo alemán. O al menos eso dijo hasta 1925, cuando, con 36 años, rubricó su obsesión por su sobrina Geli Raubal, que entonces contaba con 17 años. Según se ha afirmado en los distintos análisis de la vida del dictador, la joven terminó suicidándose fruto de la presión de someterse a los deseos de su tío, al parecer, consistentes incluso en pedirle que orinara sobre su cabeza -y supuestamente embarazada-.

Dentro de los gustos de uno de los grandes asesinos de la Historia estaban la pintura y la música de Wagner, pero no así la sexualidad, ya que tras su sobrina sumó a su historial a la actriz René Müeller, con la cual se asegura que se dejó someter a todo tipo de vejaciones, y la ya archifamosa Eva Braun. Para acrecentar el historial criminal del alemán, al igual que su sobrina, estas dos mujeres también pusieron fin a sus días con el suicidio.

Uno de sus homólogos y aliados fue el italiano Benito Mussolini, con un legado sexual mucho más extenso que el de Hitler. Clara Petacci, su principal pero no única amante, relató en los años 30 del siglo XX los pormenores de sus encuentros íntimos con Il Duce, que al parecer fue un apasionado del sexo y de las relaciones carnales, a las cuales se dedicó todo lo que pudo, con la curiosidad de que después de terminar el coito gustaba de comer grandes cantidades de fruta.

Mussolini, más pasional que Hitler. (Imagen: eleconomista.com).

«No quiero hacer el amor una vez a la semana como los buenos palurdos; te he acostumbrado y me he acostumbrado a un amor frecuente y espero que no quieras cambiarlo«, afirmó Benito Mussolini en 1937, según cuenta su amante en Mussolini secreto, confirmando que el mandatario trasalpino sedujo a su amante con largas y repetidas sesiones de sexo.

A nivel nacional, otro coetáneo de estos dos tiranos, Francisco Franco se asemejó más en su vida sexual a Adolf que a Benito. Según asegura Pilar Eyre en su obra Franco confidencial, este hombre nacido en Ferrol no solo sufrió la pérdida de un testículo en África, algo que España ya lleva tiempo conociendo. Además, según esta autora, el médico del Caudillo le aseguró que el Generalísimo padecía una fimosis aguda que, a pesar de que no exigía una operación complicada, el gallego se negó a operar. Según el doctor, sustituía sus deseos carnales con el afán de poder y mando.

La vida sexual del hombre que estuvo al frente de España entre 1939 y 1975 fue, como afirma el médico, «prácticamente inexistente». Curiosas las diferencias entre los tres dictadores más activos en la Europa de la primera mitad del siglo pasado, aunque, como revelaremos en próximas entregas, no han sido los únicos poderosos con una sexualidad fuera de lo común.

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Un comentario en «El sexo de los dictadores»

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