Pocas veces había estado con travestis, creo que jamás con una transexual. Con el transcurso de la entrevista aprendí la abismal diferencia entre lo que suponen ambas nomenclaturas. Mediante un volumen de entrevistas, os iremos desgajando un mundo ya de por sí intrincado, en palabras de nuestras protagonistas, travestis y transexuales que nos han permitido hurtar unas horas de su valioso tiempo para aclarar al público qué es ciertamente lo que desean o lo que se llevan a la cama. Tópicos, leyendas, miedos y errores habituales quedarán desterrados de la lista de tabús que, poco a poco, intentamos eliminar desde El Sexo Mandamiento. Hoy con nosotros: Alexandra Carmona Mayer.
Encontré a Alexandra en una página de prostitutas de mi ciudad. Había mucha materia prima donde elegir, pero me decanté por la única que no enseñaba la gónada. Me pareció una mujer fina, no tan descarada como las demás. Sus fotos eran tan normales como las de cualquier chica que se ve linda antes de salir un sábado, frente al espejo, con los jeans apretados, los labios pintados y los pechos turgentes. Llámenme exquisito, pero puestos a elegir entrevistada, intenté dar en el clavo con la más femenina.
Tras hablar unas cuantas veces sobre mi proposición, decidimos convenir una cita. Quedamos en su casa, o en su apartamento alquilado durante su estancia en la ciudad, mejor dicho. Estaba nervioso, pese a no ser ni mi primera entrevista, ni mi primera chica travesti (transexual como descubrí más tarde). Subí al piso indicado, algo alejado del centro, muy discreto, casi invisible entre el ajetreo urbano.
Aunque yo no soy muy de vino, llevé uno por cortesía. Nos saludamos y me invitó a pasar. Las primeras sensaciones fueron realmente buenas y, a bote pronto, pensé que estaba a punto de entrevistar al clon de Amanda Seyfried.
Pasamos a un cuarto muy amplio, con televisor de plasma, un sofá chaise longue y una cama enorme, estilo tálamo nupcial. Su voz no descubría su sexo original y menos aún su fino cuerpo y su aniñada cara. Parecía una muñeca, como la Seyfried protagonizando a Lucrecia Borgia. Hablamos de lo que suelen hablar dos desconocidos que convienen conocerse. Abrimos el vino y serví dos copas. En ningún momento la delató un gesto. Me sentía como un policía sabueso, estilo Rust Cohle, intentando que el sospechoso desembuchara, pero nada de eso ocurrió. La valenciana no mostró un ápice de virilidad, al contrario. De no aparecer en la sección ‘Travestis y transexuales’, jamás habría sospechado sobre su género.
Bebí un trago de vino, activé la grabadora y comenzamos a desempeñar un trabajo duro para mí, porque se me iban los ojos más que a Trueba, y también para ella, porque, como verán, la vida de una transexual no es un camino de rosas:
Pregunta.: ¿Desde cuándo sentiste que no eras un chico sino una chica?
Respuesta.: Desde casi siempre. Ya de pequeña hacia cosas de niñas: jugar con muñecas, ponerme los vestidos y los tacones de mi madre, maquillarme con sus pinturas… Pero cuando realmente me di cuenta de que algo extraño me sucedía es cuando pasé a 1º de la ESO, con 12 años. Me percaté de que quería ser como mis amigas, tener pelo largo, tener ‘pechitos’. Hasta tenía momentos de celos. Hubo una época en que hasta dejé de juntarme con ellas y me hice un mundo interior, un mundo solitario. Simplemente quería estar sola, no relacionarme con nadie. Me aparté de todos, en el instituto y en casa.
Para colmo, en mi casa no había una atmósfera familiar agradable, ya que mis padres están separados y yo vivía con mi padre, que constantemente me maltrataba psicológicamente y a veces también de manera física. Me decía: «¿Quieres ser un hombre? Pareces una mujer, me avergüenzas. Apúntate a un gimnasio, no estés como una puta en casa». Me obligaba a salir a correr y a hacer cosas típicas de los chicos, que no me gustaban (risas).
Recuerdo algún caso gracioso, en que salí a correr y, al llegar, mi padre me tocó la espalda y los pies para ver si había corrido. Decía que yo salía a pasear, no a hacer deporte. Efectivamente, era cierto. Me apuntó a regañadientes a un gimnasio, a artes marciales, a las que no iba. Me hice amiga del monitor y él le decía a mi padre que sí iba a las sesiones, porque ya se dio cuenta de lo que pasaba… pegaba al saco como lo que soy, como una niña.
Empecé a ser la imagen femenina en mi casa, me dedicaba a limpiar, lavar, cocinar y hacer la compra mientras mi padre se pasaba el día viendo la televisión y gritando si algo no le agradaba. Sinceramente, a mi me encantaba hacer todas esas cosas, sin tener que hacer deporte y cosas de hombres. Era feliz limpiando y lavando platos.
Una vez estaba sola en casa y me puse a maquillar, a hacerme las cejas, a ponerme como una mujer, básicamente. Por sorpresa apareció mi tío y me encontró con la cara maquillada, ya que a mi se me había olvidado que tenía el maquillaje hecho y me pregunta: «¿Qué te hiciste en la cara?» Empecé a llorar. Se lo contó a mi padre y no digo más…solamente que eso desencadenó muchos problemas.
Mis últimos dos años en la ESO fueron los más duros, luego pasé a Bachillerato. En esa época empezó el boom de la crisis, mi padre ni aportaba para los libros, así que encontré un trabajo repartiendo publicidad por las casas y otro lavando coches en un lavadero manual. Así es como pagué los libros y mis pequeños caprichos, como lápiz de cejas, rimel, brillo de labios…
Un poco más tarde empecé a trabajar como relaciones públicas de varias discotecas. En pocas palabras: me introduje de cabeza en el mundo de la noche. Fue cuando conocí realmente lo que es el mundo de las gogós, transexuales, vicio, sexo, prostitución. Por aquel entonces comencé a hormonarme paulatinamente. Terminé el Bachillerato, hice la Selectividad para entrar en la Universidad, pero decidí meterme en este mundo.
P.: ¿Sabe tu familia cómo te ganas la vida?
R.: Toda mi familia lo sabe. Yo soy mitad española mitad rusa, mi madre es de Siberia. La familia de mi padre eran y son gente solvente, de negocios, ya me entiendes. Pues bien, me dieron todos la espalda. A día de hoy dicen que soy una vergüenza para la familia, en cambio, por parte de la familia de mi madre me aceptaron todos y me apoyan en cada decisión que tomo. Son gente humilde, mi madre sabía que iba a dar este paso, lo esperaba, hasta sabe a lo que me dedico. No lo acepta pero no le queda otra y me sigue apoyando. Sinceramente, no me arrepiento, soy una mujer y me encanta, soy feliz así, se me fue esa lacra que arrastré durante tantos años y me hacía tanto daño.
P.: ¿Es la prostitución la única salida laboral que puede obtener una transexual?
R.: Para nada es la única salida laboral. No sé si estáis al corriente de que en Estados Unidos, en la Casa Blanca, hay una empleada transexual con un buen cargo. Todo radica en que a la chica transexual se le note más o se le note menos. Luego también interviene la forma de ser de cada una. Si eres una chica fina y discreta no tiene porqué ser la prostitución la única salida; a mí, por ejemplo, me ofrecieron varios puestos de trabajo como intérprete o como camarera, lo que ocurre es que con la prostitución se gana mucho más dinero y cada una es su propia jefa, no hay que dar explicaciones a nadie y te permite reunir grandes sumas de dinero en el menor tiempo posible.
Viendo los tiempos que corren no me arrepiento de trabajar en esto, lo prefiero antes de hacerlo gratis con un hombre que no me aprecie y se olvide de mí a los dos días, que, por cierto, suele pasar (risas). Esto no quiere decir que me voy a dedicar a esto de por vida, tengo grandes planes para mi futuro, como tener mis propios negocios.
P.: ¿Qué percepción tiene la gente de a pie sobre vosotras? ¿Y vuestros clientes?
R.: La gente muchas veces es muy estricta. Yo no te puedo contestar a esa pregunta porque cada caso es diferente y como a mí lo que diga la gente me importa bastante poco, pues paso olímpicamente. Yo miro por mí y por la gente que me quiere, no por el resto. Muchos de los homófobos que desprecian a las chicas trans son mis clientes.
P.: ¿Crees que se trata de distinta forma la prostitución femenina que la de las chicas transexuales?
R.: No lo sé, la verdad. No conozco a fondo la prostitución femenina, ni siquiera la de las chicas ‘trans’, yo, aunque parezca egoísta, solo miro por mí. Sé que hay hombres que buscan que les penetren y te hagan francés. Yo soy muy tradicional, pienso operarme en unos años (vaginoplastia), de hecho, ya tengo realizada una operación previa ‘abajo’ en la que me extirparon los testículos para no producir hormona masculina (testosterona). En mi caso muchos clientes vienen a estar con una mujer más, pero para realizar el servicio de griego que muchas mujeres convencionales no hacen.
Muchos clientes ni quieren que muestre mi miembro (a mí me encanta no hacerlo, porque me siento una mujer total), pero para gustos los colores, el morbo, como se dice, es estar con una mujer pero saber que hay algo prohibido ahí abajo. Así que la prostitución transexual es igual de femenina, o puede que más, que la de una mujer con vagina. Evidentemente, las transexuales nos cuidamos más estéticamente; nuestro lema es la máxima feminizacion y perfección física, llegando muchas a ser más femeninas que la mujeres con vagina. En resumen, la experiencia con una transexual puede ser igual o incluso mejor que con una mujer completa. Siempre hemos sido deseadas, hasta por el que lo niega.
P.: ¿Consideras tu trabajo una profesión de alto riesgo?
R.: De alto riesgo puede ser, pero si lo hacemos con cabeza, no tiene porqué. Empleando las medidas necesarias, hay más riesgo en la calle con la gente que no se dedica a esto, con las personas de a pie que mantienen relaciones sin que una de ellas sea prostituta, que con nosotras, ya que nos cuidamos el doble, por lo menos mi caso y de muchas más.
P.: ¿Qué medidas propondrías para normalizar la prostitución?
R.: Si lo legalizaran creo que la economía de España subiría como la espuma (risas), por los impuestos que nos harán pagar a hacienda, pero por lo menos tendríamos seguridad social y cotizaríamos para nuestra jubilación, que las putas también se jubilan y es un trabajo muy duro, no es tan fácil como la gente cree.
P.: Dado que buena parte de la sociedad desconoce lo que es una transexual y como os sentís. ¿Qué medidas llevarías a cabo para asentar al colectivo ‘trans’ en la sociedad?
R.: El colectivo transexual ya está más que asentado, yo no tuve ni tengo muchos problemas con la sociedad, al contrario, los hombres me sacan a cenar y a pasear sin importar lo que diga la gente. ¡Hasta tengo pareja y conozco a su familia! También te digo que cada caso es diferente, alguna tiene la suerte de que no se le nota o apenas se le nota, a otras se le nota desde lejos, muchas no saben comportarse en sociedad y la gente confunde una mujer transexual con un travesti y hay mucha diferencia.
Una travesti es un hombre que se opera y se hace llamar mujer, lo que a veces se designa como tercer género, mientras una transexual es una mujer que se ha ido hormonando poco a poco y puede llegar a ponerse vagina para ser una fémina 100%, como será en breve mi caso.
P.: ¿De qué forma la sociedad podría ayudaros a sentiros aceptadas?
R.: Si te soy totalmente sincera, no lo sé. Yo estoy apartada del colectivo transexual, intento llevar una vida lo más normal posible y no tengo problemas con la sociedad. Sí conozco casos que tienen o tuvieron, pero como no me relaciono con los colectivos y sindicatos, pues no sé decirte, dado que me siento aceptada. Yo velo por mi trabajo, mi felicidad y mis metas. Las demás no me interesan, suena cruel pero la vida en sí es cruel. La felicidad solo son momentos y hay que saber disfrutarlos.
P.: En tu caso particular, ¿has sufrido alguna vez discriminación por parte de la gente o por parte de algún cliente?
R.: Cuando empecé el proceso se me notaba que era un hombre y entonces sí hubo algún caso, pero no con clientes, sino por la calle, en el día a día, como supongo las ha pasado a la mayoría. Ya no me pasa, ahora me ocurre al contrario, me piden el número para conocerme e intentar ‘atraparme’.
P.: ¿Cómo es la vida de una prostituta desde que se levanta hasta que se acuesta?
R.: Desconozco la rutina de las demás, yo me considero bastante distinta. La transexual o más bien las travestis medias son bastante sedentarias, esperan clientes en su habitación y hablan por teléfono, hacen anuncios… Yo, en cambio, me levanto todos los días a las 9:00, salgo a correr para no perder la línea, desayuno mi yogurt con cereales, me ducho, me maquillo, me hago mi ‘pelito’ y me pongo a disfrutar vestida de chica mala (lencería), activo los anuncios y así hasta que vengan clientes. Depende del día a veces se trabaja más a veces menos, eso sí, con mis pausas para comer y hacer mis cosas.
Básicamente es así. Trabajo cuando quiero y descanso cuando quiero. Como ves, soy totalmente independiente, mi propia jefa y no doy explicaciones a nadie de lo que hago o dejo de hacer. Me paso la vida viajando y trabajando constantemente. Eso sí, también dedicándole tiempo a mi vida personal.
P.: ¿Podrías dejar el mundo de la prostitución o es algo que te ata de por vida?
R.: Claro que podría dejarlo, algún día, pero aún no veo ese día (risas). Estoy muy bien como estoy, me gusta mi trabajo, me gusto yo y gano el dinero suficiente para darme caprichos y ser feliz.
P.: ¿Tu oficio te impide mantener una relación sentimental?
R.: Para nada, el oficio es una cosa y los sentimientos son otra. Como te decía, tengo novio. En general sí que puede parecer complicado mantener una relación de noviazgo porque te estás exponiendo a muchos hombres que no son el tuyo, pero si hay amor y sinceridad, se puede mantener una relación de pareja siendo prostituta.
P.: ¿Has llegado a enamorarte de alguno de tus clientes?
R.: Sí y él de mí, de hecho, mi pareja actual en su día fue mi cliente. ¿Qué puedo hacer si se enamoran de mí? Mi madre decía que a un hombre se le enamora en la cama y en la cocina; y ya que cocinar no se me da demasiado bien, aprovecho que en la cama sí soy buena.
P.: ¿Cuál es el perfil típico de tus clientes? ¿Casados, solteros, jóvenes, mayores…?
R.: De todos los tipos, menos mayores de 50. Soy selectiva en mi trabajo y no acepto a todo el mundo. Antes que hacer un mal servicio prefiero no hacerlo, prefiero perder ese dinero pero conservar mi reputación. Yo, todos mis servicios, los hago bien, pero como sabes, el sexo es cosa de dos, y tenemos que estar cómodos los dos. Yo también busco mi placer.
P.: En tus anuncios dices que solo atiendes a españoles. ¿Por qué? ¿En qué se diferencian los clientes españoles del resto?
R.: Solo atiendo españoles porque soy ‘muy nacional’ y cumplo con aquel dicho: ‘cada oveja con su pareja’. Simplemente ni me atrae ni me pone cachonda rasgos que no sean europeos. Europa Central hacia el oeste, hacia España (risas). Los italianos no me gustan porque son muy guarros, los franceses, por ejemplo, me encantan y ya no sigo porque soy muy sincera (risas), pero, lo dicho, donde esta un buen hombre español que se quite lo demás.
Ya que me tocan, que sea mi gente. No es cuestión de racismo sino de lealtad (más risas). Siempre existen los grupos: los latinos con los latinos, los chinos con los chinos, los árabes con los árabes. Siempre hubo como atracción por la cultura de uno mismo, lo nuevo parece que asusta. No sé explicarlo mejor, espero que los lectores me entiendan. Yo acepto a todos, pero en cosas del sexo y de ‘cuerpo a cuerpo’ prefiero a un español.
P.: ¿En tu proceso de feminización te has fijado en alguna otra chica transexual?
R.: No, siempre he sido yo misma y he querido diferenciarme. Nunca me he fijado en ninguna, ni he tenido modelos de conducta o de imagen.
El ripio del autor
Este es, en palabras de una transexual, el alegato sincero de alguien que huye de lo que los demás persiguen: la vulgaridad. En aproximadamente una hora tuve clara la diferencia entre una transexual y una travesti. Alexandra es ‘más mujer que muchas’, como ella dice. Una mujer deseada por hombres que les sorprenderían, porque quizá los ven a diario en televisión. No son juguetes sexuales, sino personas más allá de lo que tengan o dejen de tener entre las piernas.
En siguientes entregas iremos consolidando estas diferencias, también en boca de distintos protagonistas que viven día a día y, en ocasiones sufren en sus propias carnes, el simple hecho de querer ser quienes siempre se han sentido. Somos el medio pionero en querer designar a las personas por lo que son, sin hipocresía que empañe, y terminar con las mentiras de aquellos que desmoronan lo que estas chicas, con nombres y apellidos, han ido construyendo con trabajo y sufrimiento. Somos El Sexo Mandamiento.
Alexandra Carmona, en corto:
Una película: ‘SALT’, ‘The tourist’, ‘El diablo viste de Prada’ y ‘The client list’.
Un libro: ‘El Secreto’, de Rhonda Byrne.
Una ciudad: Málaga.
Un sueno por cumplir: Tener mis negocios y ser rica.
Una canción: ‘Hasta que te conocí’ de Maná.
En la cama: Sexo muy duro, que me dominen y me den caña.