‘La musa’. Esa fue la respuesta de mi amigo del alma cuando le dije que nos seguía en Twitter Daniela Blume. Para él y para mí, esta rubiaza supuso un mito de la adolescencia. Los hombres nacidos en los 60 tenían a Rafaela Carrá, los de los 70 a Marlene Mourreau, los de los 80 a Pamela Anderson y los de los 90, a Pamela Anderson y además a Daniela Blume. Nosotros nacimos en esa época confusa, en la que con ocho años y sin revistas picantes como las de antes, ‘Sabrina, la bruja adolescente’, fue nuestro mejor consuelo. Y es que mientras nosotros dejábamos atrás preescolar y comenzábamos la primaria, una futura estrella de la radio nacional estudiaba sexología en Canadá. Sabrina, por aquel entonces, ya formaba parte del pasado y Zoey Brooks, de ‘Zoey 101’, llamaba fuerte a nuestra puerta.
En los últimos años, pasamos de hablar de Hot Wheels a hablar de mujeres. Sí, los hombres tardamos más en interesarnos acérrimamente por las mujeres que las mujeres en los hombres. En nuestras vueltas a casa tras el colegio, las famosas bajadas, como nosotros las llamábamos, han desfilado miles de mujeres en boca de unos, de otros y también de un servidor. Cada día nos gustaba una y en el ranking general, Sofía Vergara siempre acababa en primera posición, pero en el podio de mi amigo y en el mío la primera era, indiscutiblemente, ‘la Blume’. Nosotros, nostálgicos de los 80 sin siquiera haberlos vivido, nos imaginábamos a los aguerridos soldados que aún no conocían lo que era internet, hacinados en habitaciones, pasándose una revista con ‘la Blume’ en portada, exuberante como es ella, de mano en mano, hasta que llegase al último diablo, probablemente algún pobre alférez, que dijera: «Esto ya está para construir».
Porque así es Daniela Blume, una belleza icónica, de las de antes de la era cibernética. La feminidad de una ladrona que roba los ojos de los maridos a la hora de comer y hurta los nervios de sus mujeres. Cuando descubrí yo, un adolescente imberbe y virgen, a la locutora catalana, ‘Sálvame’ se convirtió en el pan de cada día. Por aquel entonces, empezaba a tener internet y me desvié del camino del hombre recto, pero me gustó el atajo. Ya con algunas relaciones a las espaldas, Mrs. Blume volvió a mi vida en forma de ondas radiofónicas, con Uri Sabat, Laura Manzanedo y Venus en ‘Ponte a prueba’. Me lo pasaba de lo lindo por las noches, reía como un descosido, empaticé con todos ellos, en especial con ‘La musa’ y a raíz de noche tras noche pegado a la radio, me empezó a entrar el gusanillo por lo que ahora desempeño felizmente.
Hace no tanto llegó un programa de saltos en trampolín. Debía estar de moda esa especie de ‘concurso’ de famosos, pseudo reality, en el que unos tiraban mierda sobre otros, especialmente en su versión de Telecinco, porque, cómo no, Telecinco también tenía su particular programita de saltos, de caídas más bien. Daniela participaba en el de Antena 3. Y amén. Ya teníamos WhatsApp y entre plano y plano de sus turgentes pechugas, comentábamos la jugada mi amigo y yo, desde un ático perfecto, bendiciendo al realizador por volver a poner el salto. Y el jurado, en un acto de generosidad hacia el público puberto y no tan puberto, le llevó hasta la final. No ganó, pero sí nos ganó a los hombres con su físico y su simpatía, una vez más.
Daniela Blume era nuestra novia idealizada: guapa, abierta, risueña, bisexual e inteligente. Con el tiempo, nos dimos cuenta de que refocilar con alguna mujer con pesaje en torno a los 95 kilos no estaba excesivamente mal y bien nos podíamos dar con un canto en los dientes por el simple hecho de follar. Paulatinamente los gustos cambian, descubres nuevas experiencias, te enamoras, te desencantas, recuerdas y deseas. Ya en la Universidad, quizá por moverme en un círculo de perversión absoluta, Ana Pastor ha sido nuestra nueva diva. Sus facciones fuertes, su perspicacia y su mordacidad añaden más magia al misterio de ‘la femme fatale’ y la mujer difícil.
Nuestros caminos, tras casi cuatro años compartiendo confidencias y opiniones sobre el género opuesto, se separaron hace ya uno. Ahora dicen que somos hombres, el futuro de un país loco y que debemos asentar la cabeza con quizá una de esas mujeres de balanza burlona, pero siempre nos quedará el deseo de recordar tiempos pasados en los que enamorarte de imposibles estaba a la orden del día. Delante de un kebab y de un whisky en vez de delante de un bocadillo y de un Zumosol, nos vemos esporádicamente. Aunque muchas cosas han cambiado, los amores utópicos y los deseos fervientes siguen latiendo en la bitácora de estos dos ‘jóvenes viejos’ que en ‘la Blume’ tuvieron su primer paradigma sexual.
Lo prometido es deuda @DanielaBlume, y Redhoe es hombre de palabra. Un humilde homenaje a cambio de tu ‘follow’. Esperamos que te guste.