Jarro de agua fría para los cinéfilos más cándidos: las escenas sexuales del séptimo arte no son lo que parecen. Richard Gere tomando a Julia Roberts sobre aquel piano de cola en Pretty Woman, la pasión de Scarlett Johansson y Johann Mayers en la Match Point de Woody Allen en pleno maizal e incluso lo que ocurriera dentro de ese coche empañado en el que Kate Winslet y Leonardo DiCaprio hicieron tambalear el Titanic fueron farsas, papel y cartón del séptimo arte.
Todas fueron mentira, igual que la nacional Jamón Jamón, donde el posterior matrimonio de Penélope Cruz y Javier Bardem rodó, ambos muy jóvenes, no pocos encuentros tórridos en plena Castilla la Mancha. Más allá de cómo concibieron a sus hijos unos años después, esos momentos de la película de Bigas Luna son parte también de la magia y los engaños del cine.
El truco
Los cineastas que apuestan por el sexo en sus filmes no obligan a los actores a mantener relaciones en pleno plató, sino que tienen ciertas maneras de engañar al espectador y hacer pasar el trago incómodo -o no, en función de quién sea el acompañante- a los intérpretes. Strecht, largometraje dirigido por Joe Carnahan, ha sido quien ha desvelado este método. En una escena amorosa de sus protagonistas, Patrick Wilson y Brooklyn Decker, no hay cópula, sino que se desmonta cualquier erotismo.
El sudor que supuestamente cubre los cuerpos de los participantes es atrezzo, una farsa ayudada con maquillaje y varios sprays de agua para que la humedad recorra la piel. Piel que, cuando las cámaras se centran en los rostros de los actores, se encuentra cubierta por una sábana. De este modo los implicados pueden cubrir sus vergüenzas con ropa interior o incluso con coquillas en el caso masculino. Ellas recurren a tangas de color carne o tiras de tamaño ínfimo para cubrir lo que no quieren mostrar.
Pese a estas formas de rebajar la tensión e incluso los nervios e incomodidades de tener sexo, aunque sea ficticio, con un compañero de profesión, no es fácil interpretar los coitos del celuloide. No hay que olvidar que, por muy íntimo que se pretenda hacer el rodaje para que las estrellas de Hollywood se sientan más cómodas, hay una voz autorizada matizando cada mínimo detalle de las posiciones, varios micrófonos por encima de las cabezas, los encargados de maquillaje y algún compañero de la película que no tenga otra cosa que hacer que meter baza y molestar a los encargados de filmar ese momento erótico.
En función del grado de sexualidad de cada escena, los directores llegan a contratar a dobles porno de los actores para que sean ellos quienes aparezcan en esa parte del rodaje. Postproducción se encarga del resto, editando meticulosamente cada corte para que todo esté donde debe estar y el público no se percate del engaño. Es el caso de Nymphomaniac, de Lars Von Trier, que tras grabar a los protagonistas simulando tener sexo, puso a los especialistas porno a hacer su trabajo. De la mezcla salió esta película sexualmente cargadísima.
Profesionalidad ante el calentón
Otra alternativa son las vaginas artificiales. Pero no unas vaginas cualquieras, sino a la imagen y semejanza de los órganos sexuales de las actrices en La vida de Adele, del cineasta Abdellatif Kechicheice, que apostó por esta medida para garantizar la mayor fidelidad posible del sexo lésbico que reproduce su cinta.
Claire Kahane es una de las expertas en este tipo de escenas. La actriz británica ha trabajado en filmes como Skyfall, de James Bond -como doble- o Dolce and Gabanna. En una entrevista con el Daily Mail, esta joven ha detallado las claves para rodar encuentros sexuales de cara a la gran pantalla, garantizando que el espectador se excite con ellas y que estén grabadas óptimamente.
Para Kahane, la clave es tener muy estudiado el personaje que se perpetra, ya que una personalidad tímida no mostrará un orgasmo igual que otro con un carácter arrollador. Además, la comunicación con el compañero de escena es fundamental para saber qué le gusta a cada uno y que no haya demasiada incomodidad. Los directores suelen ser flexibles mientras quede todo controlado y no haya deslices indeseados.
La profesionalidad de los trabajadores del cine, incluso en estas facetas, es completa en todos los sentidos. Hace falta mucho aplomo para que la sangre no vaya donde no debe o se humedezcan zonas pudendas cuando enfrente está uno de los galanes cinematográficos o alguna de las más extraordinarias bellezas del séptimo arte. El octavo de la lista es, en este caso, el actor que deja la pasión a un lado y se limita a hacer su más que envidiado trabajo. Aquí puedes ver el secreto: