Esas miradas en las duchas, los abrazos tras la victoria con las camisetas sudadas o las arengas del entrenador antes del partido y durante el descanso del mismo son momentos que quedan en el recuerdo, en todos los deportes. En el recuerdo, quizá por ser instantes distintos, que crean un clima único, alejan la pelota y acercan los sentimientos; pero también pueden quedar en el recuerdo porque son momentos de gran virilidad, que a un homo en un mundo de heteros le puede parecer el paraíso terrenal.
Como afortunadamente ocurre en todos los deportes, el fútbol avanza en su contexto. La sexualidad empieza a dejar de ser un tema tabú y muchos son los jugadores que descubren su verdadera orientación. La mayoría lo hacen una vez colgadas las botas, pero un pequeño grupo saca pecho y reivindica su identidad sexual, sabedores de que las mentes anquilosadas que manejan clubes y plataformas de animación, les cerrarán puertas que a un heterosexual le aparecerían abiertas.
Los casos de la Bundesliga
El caso más reciente, de hace tan solo un año, es el de Thomas Hitzlsperger, ex jugador de Aston Villa, Stuttgart, West Ham, Wolfsburgo, Everton y del mismísimo Lazio, equipo en el que un jugador con inclinación homosexual, probablemente, no hubiese salido vivo del Olímpico de Roma. El internacional absoluto por Alemania, tras haber mantenido una larga relación con una mujer, reveló al mundo su opción y se ha convertido, de alguna forma, en el icono gay del fútbol internacional.
También de la Die Mannschaft es el cancerbero del Bayern München Manuel Neuer, cuyas declaraciones a favor del aperturismo sexual le granjearon enemigos en buena parte del globo: «Quien sea gay debería decirlo. Salir del armario alivia. Los aficionados se acostumbrarán rápidamente. Porque lo que a ellos les importa es el rendimiento del jugador, no sus preferencias sexuales», explicó el de Gelsenkirchen, que incluso en la actualidad es tomado como homosexual pese a que luce al lado de Kathrin Gilch, una despampanante teutona con la que contrajo matrimonio en 2009.
Al otro lado del charco, la polémica se diluye y la realidad se acepta y se respeta. Es el caso de Robbie Rogers, jugador norteamericano de la MLS que salió del armario en 2013 y posteriormente anunció su retirada (25 años), por miedo al rechazo. Sin embargo, poco después del anuncio del cese de su actividad deportiva, Los Angeles Galaxy anunciaron su contratación, equipo al que presta servicios desde 2013, previo paso por Heerenveen, Columbus Crew o Leeds United.
El fútbol mató al hombre
Pero de vuelta al viejo continente, el aperturismo se convierte en un sombrío régimen de la opacidad sexual. En Inglaterra, país con una regulación admirable y una administración balompédica que genera envidias en las ligas más punteras, se han producido altercados tan graves que llevaron al suicido de un hombre que consiguió dos grandes hitos. Justin Fashanu fue el jugador negro más caro en la historia de la Football League y el primero en declararse homosexual. Este ex boxeador, que cambió los guantes por los tacos, repartió golpes directos a la mezquina moral de la fanaticada anglosajona, golpes que le rebotaron y desembocaron en una de las tragedias más revisables de la historia del deporte rey.
Después de ver como el afamado entrenador Brian Clough lo apartaba del Nottingham Forest por los rumores acerca de sus apariciones en bares de ambiente gay, su carrera fue cuesta abajo y sin frenos. Fue en los 90, después de pasar por numerosos equipos de la geografía inglesa y canadiense, cuando se hizo con un puesto de ayudante en varios equipos, alternando la dirección técnica con la práctica futbolística en Suecia, Australia, Escocia y Estados Unidos durante el grueso de la década de los 90.
Su vida, llena de escándalos inciertos sobre líos de sábanas con políticos conservadores y actrices lesbianas, llegó a su fin en el 98, después de otro lío, un delito por violación. Después de una noche de copas, Fashanu fue implicado en la violación de un menor de 17 años. Estando en libertad, aún sin haberse enjuiciado, viajó hasta Londres, donde los tabloides y la acuciante homofobia inglesa terminaron con la paciencia de un joven cuyo lastre, en este Mundo Nuevo que hoy llamamos, fue ser gay.
«Me he dado cuenta de que ya he sido condenado como culpable. No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y familia. Espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida y finalmente encuentre la paz», fueron las palabras que dejó en una nota, al lado de su cuerpo inerme, ahorcado en un garaje abandonado de la ciudad del Támesis.