Quien más, quien menos, tiene alguna fantasía sexual que no puede sacar de su cabeza. Hay pensamientos eróticos protagonizados por roles, como la colegiala; por profesiones, como el butanero o la enfermera; por atributos físicos o incluso por cuantía de miembros si lo que excita es la idea de practicar un trío o una orgía. Sin embargo, hay otro tipo de atracción que no va relacionada con lo visual, con un uniforme, con un físico ni con varios cuerpos dispuestos para el disfrute. El poder también es una fuente de excitación.
Tener pensamientos calientes protagonizados por tu jefa, sueños húmedos en los que tu profesor te hace gemir o masturbarte pensando en ese político que no deja de salir en la televisión no es algo extraño. Ya lo decía el ex secretario de estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger: «El poder es el último afrodisíaco»; de hecho, la psicología tiene una respuesta ante el morbo de estas situaciones jerárquicas.
Deseo animal
Según un estudio publicado por la Universidad de Princeton en colaboración con Duke y Notre Dame, la atracción por aquellos individuos que ostentan algún tipo de poder no es una conducta meramente atribuible al ser humano. Tal y como indica esta investigación, los animales tienden a seguir al ejemplar denominado como ‘alfa’, que suele coincidir con aquel que goza de una mayor salud.
Los seres humanos también generan machos y hembras ‘alfa’ a los que seguir, imitar y, por supuesto, desear, ya que el hecho de saber que algunas personas actuarán tal y como ese líder mande, pone. Este morbo por el poder procedería, pues, de los instintos primitivos y animales que perviven en el fuero interno de todo hombre y que le invitan a crear procrear con el mejor individuo de la especie. El inconsciente, a la hora de tener descendencia, muestra un cierto apego por todo aquello relacionado con una mayor salud, el mando, el triunfo y el estatus.
Sin embargo, no solo el deseo oculto de mezclar los propios genes con otros de la mayor calidad posible explica esta incontrolable erótica por el poder. Cuando hay una persona rodeada de un cierto éxito, se tiende a idealización, tanto de ese hombre o esa mujer, como de su modo de vida. Según estudios psicológicos, en este caso las personas débiles y con una menor autoestima son más propensas a sentir atracción hacia el poder, puesto que ven representado en esas personas el estatus y la fuerza de los que creen carecer.
También es cierto que, si se sexualiza al máximo esta fantasía, la situación de sentirse sumiso bajo una figura más poderosa que domine dentro y fuera de las sábanas puede hacer las delicias eróticas de más de uno -y de una-.
Seguridad para ellas, poder para ellos
Volviendo a esos impulsos primitivos del ser humano, serían las mujeres quienes se sentirían más atraídas por aquellas parejas que ostentasen algún tipo de poder. Aunque, por fortuna, la sociedad avanza a mayor o menor ritmo y la mujer depende cada vez menos del hombre para ser independiente y garantizarse un buen nivel de vida, esta cuestión no siempre fue así.
En los inicios de la humanidad, las hembras necesitaban a los machos para proteger a la manada y asegurar su supervivencia. Este instinto perdura aún hoy en día en el subconsciente de las mujeres, motivo que explica el hecho de que ellas aprecien más la seguridad que les brinda ese macho que, en la actualidad, se personifica en un hombre poderoso que garantice una cierta calidad de vida. Sin embargo, como se apuntaba anteriormente, esta dependencia ancestral se ha roto hoy en día y las mujeres tienen muchos más factores en cuenta a la hora de elegir a su pareja.
Los hombres, por su parte, no desean tanto compartir su vida con una mujer que ostente poder, puesto que, de forma inconsciente, pueden desarrollar sentimientos de inferioridad e inseguridad. Eso no implica que la idea de tener un affaire con su jefa no se cuele entre las fantasías masculinas, ni que los hombres no deseen a estrellas mediáticas, por ejemplo, nada más lejos de la realidad. Pero ellos prefieren ser quienes posean ese poder, les pone más el hecho de ostentarlo.
Sea como sea, en el poder existe una indudable erótica que se ha visto personificada a lo largo de la historia en parejas como Cleopatra y Julio César -además de otros romanos que cayeron en brazos de la faraona egipcia-, Paris y Helena de Troya o Carla Bruni y Nicolas Sarkozy, por citar un ejemplo más reciente. Existen innumerables fantasías vinculadas a un sinfín de atributos, y el estatus pone muy cachondo al ser humano.
Un comentario en «La salvaje erótica del poder»
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