Autor: @JosebaKanal
Desde hace 5 meses vivo en Madrid, en Lavapiés. Para los que no conocéis Lavapiés, os puedo decir que es el nuevo barrio marica de la capital. Alternativo, podemita y con más cuestas que Lisboa, lo cual es fantástico para que en un par de semanas se te ponga el culo como para partir nueces. Nueces, o lo que se tercie.
Ahora comparto casa con una modelo andaluza y un gato diabético, al cual hemos salvado del Corredor de la Muerte que, por cierto, dicen los judíos que quién salva una vida, salva un universo. Yo creo que hemos debido de salvar varios universos paralelos porque no he visto un gato más tremendo en mis 43 años de vida. Y mira que he visto bichos, gatos incluidos.
Soy periodista, que en estos tiempos que corren es lo mismo que decir que soy puta. Sinceramente, creo que las putas están mejor pagadas; al menos ellas cobran por chuparla. Yo no, yo tengo que lamerle el culo a mi redactor jefe más de ocho horas diarias de lunes a domingo. Y, a diferencia de las putas, mi trabajo no termina cuando el cerdo de mi jefe se corre.
Pero hay que ser positivos, y pensar que después de la reforma laboral que aprobaron los compañeros de Andreita Fabra, esa gran filosofa del siglo XX, todos los españoles nos hemos liberado sexualmente y tragamos como putas. Para que luego digan que el PP no está a favor del sexo libre.
Poco a poco le voy cogiendo el pulso a mi nueva vida, al trabajo y a mi nueva ciudad. Lo del ser el chico nuevo del barrio tiene sus ventajas. Eso, y lo de medir 1.90 y que te confundan con un entrenador de fútbol famoso ayuda. Por no hablar de lo de ser de braga fácil, o moral distraída, que decía mi abuela. Mi abuela sí que era una gran filósofa, y no esas mamarrachas de medio metro genovesas.
Lo de ser un poco “deshogao” en cuestiones sexuales me viene muy bien para poder escribir ésta columna a lo Carrie Bradshaw pero en maricón, bueno en gay, que tengo carrera y másters del universo y voy a un gimnasio carísimo. Lo cual no evita que me haya dejado mi novio como a cualquiera, pero de eso hablaremos otro día, que da para toda una terapia y ahora mismo tengo que ir al Mercadona a comprar filetes de pechuga de pollo y proteínas para mantener el tipo, que si a mi edad se me caen las tetas y el culo voy jodido. Y no estoy para andar jodido a mi edad.
Al final, lo que nos queda a todos, es el aquí y el ahora, y no el allí y el entonces. Al final, lo que nos queda a todos, son los recuerdos de lo que amamos, aunque, a veces, esos recuerdos no sean recíprocos. Y es que el amor, a veces, es como un pudding de Navidad. Crujiente y dorado por fuera, pero chorreando sangre por dentro.
Por cierto, me llamo Joseba.