Además de para peinarlo, teñirlo, recortarlo, ponerle coletas y lavarlo con champú de vez en cuando, el cabello tiene sus funciones. Aunque, en el fondo, se trata de células muertas, que haya pelo repartido por cualquier punto de la anatomía no es mera casualidad. Cómo no, el vello púbico se incluye en este apartado.
Cuando la madre Naturaleza nos parió, decidió cubrir la zona del coxis con un vello que, para los que no saben del tema, puede verse como un estorbo: implica andar cuidándolo, puede llegar a picar y, lo más importante, puede molestar en los encuentros sexuales. La solución a estos tres problemas es bien sencilla, ya que una mínima dedicación, rasurarlo con cierta regularidad e impedir que eso sea una jungla amazónica va a hacer que el pelaje íntimo no sea problemático.
De vuelta al porqué de este vello, todo comenzó hace miles de años. Los taparrabos y las pieles de animales con las que los primeros humanos se cubrían del frío no eran suficiente para protegerlos, así que este pelo ayudaba a mantener el calor corporal. En pleno siglo XXI, los abrigos y demás artículos textiles han sustituido a este cometido, si bien no es el único.
Muralla anti-patógenos
Especialmente en el caso de las féminas, el vello de su pubis brota con el objetivo de salvaguardar a esos genitales internos de los agentes infecciosos que merodean en el ambiente. Microorganismos, gérmenes, cuerpos extraños e incluso insectos pequeños pueden decidir adentrarse en la vagina, de ahí que esta barrera aparezca justo por debajo del ombligo.
En materia sexual, este pelo íntimo no está precisamente de adorno, puesto que, al penetrar el miembro masculino en la feminidad de la mujer, se produce un contacto que incluso puede desembocar en fricción -todo depende de la intensidad del acto-. A la hora de juntar velcro, nunca mejor dicho, se produce un roce que puede irritar la zona, por lo que esta protección está concebida para evitar rojeces innecesarias.
El placer, cómo no, también tiene su papel en la cuestión del vello púbico. El cosquilleo que produce pasear por este portal a la casa del sexo genera unas sensaciones nerviosas muy agradables antes de mantener las relaciones sexuales. Unas buenas caricias suaves antes del coito servirán para pasar a la acción con toda la calentura.
Hace ya unos cuantos años, en el pasado milenio, la madurez de las personas se medía en base a su desarrollo físico. Más tarde o más temprano, aspecto que depende del metabolismo de cada persona, el vello comienza a nacer y a ocupar su lugar en el pubis, ya sea masculino o femenino. Era entonces cuando, en las sociedades antiguas, se estimaba que ya no se era un crío, se había abandonado la infancia y se pasaba a ser adulto con todas las consecuencias, reproductivas incluidas.
Las mujeres, para quienes existe un canon de sexualidad cuando tienen el pubis afeitado, no suelen saber que las primeras en depilarse el entorno vaginal fueron las prostitutas. Efectivamente, en las civilizaciones de la Antigua Grecia y el imperio egipcio, las meretrices se quitaban este vello para identificar su profesión.
Actualmente, el común de las damas apuesta por pasar la cuchilla o recurrir al láser para que no les aparezca pelo en sus zonas pudendas. En busca de sentirse hermosas, atraídas y sexys, contradicen a las instrucciones que el cuerpo humano lleva en el ADN. Cosas de las costumbres sociales, al fin y al cabo.
En busca de preservar las distintas finalidades de esta protección natural, la solución se encuentra en el término medio. Tanto para ellos como para ellas, mantener un cuidado regular del ámbito púbico hará que este mantenga el propósito para el que nació y que el cuerpo que lo posea no se sienta portador de un jardín.