Levanté la cabeza de los folios, me toqué la frente porque ya me bailaban las letras y fui a la nevera a buscar algo de fruta. Llevaba horas estudiando en la recta final de las oposiciones y no podía cagarla ahora. Me faltaban los últimos exámenes pero el cansancio estaba haciendo mella en mi, me sentía tenso y estresado.
De vuelta a la habitación una luz parpadeaba en la parte superior del ordenador y una sonrisa comenzó a dibujarse en mi cara. Me senté, comprobé que era ella y me conecté:
-Hola, mi niña… ¿Qué tal?
-Hola “pescao», tengo noticias… Y sonrió. -Ya está la casa reservada, de viernes a domingo, así que ahora es tarde para echarnos atrás. Si te lo planteas me lo dices y paso al plan B… No, tu eres el B, jajaja, tendría que pasarme al plan Z.
-Claro que iré, me hace falta desconectar y me fío de ti. Mándame por mail el sitio para saber llegar.
Era idea mía quedar este fin de semana, nos gustaba pasar juntos algunos días siempre que teníamos ocasión y, aunque me fiaba de ella, había momentos que me gustaría no fiarme tanto. Creo que entre nosotros había una tensión sexual no resuelta, quizá debido a nuestra manera un tanto confusa de relacionarnos, pero desde el principio nos habíamos hecho amigos, muy amigos, y nos daba miedo que se estropeara.
Concretamos las llegadas y hablamos de otras mil tonterías, nos podíamos pasar un montón de tiempo conectados, siempre había una anécdota que contar o algo que preguntar. Nos costaba despedirnos, yo necesitaba despejarme y ella hacía una historia de cualquier detalle:
-Que sepas que me toca ovular estos días así que tendré que utilizarte de consolador, dime que te dejas
– Con esas tetas que te gastas no sólo me dejo, sino que lo estoy deseando.
Y no era mentira, o no del todo. Nos despedimos justo a tiempo de irme a jugar al pádel, creo que cada vez acumulaba más tensión. «Malditas oposiciones, y maldita polla que me recordaba que la tenía cada vez más a menudo. Ufff… ¿Y si fue una mala idea?
El viernes amaneció nuboso y poco frío, era un día perfecto para encarar las dos horas de coche que aún me esperaban. Los días se habían hecho eternos y necesitaba desconectar, así que salí con tiempo. Aprovecharía la ocasión para hacer algunas fotos.
La casa era pequeña y estaba en un pequeño valle, rodeada por dos ríos. Sólo se oía naturaleza y se respiraba tranquilidad. La dueña me esperaba para darme las instrucciones pertinentes, charlamos un rato sobre el lugar y sitios que sería interesante ir a ver. Cuando se fue me dirigí a la primera de las habitaciones a deshacer la bolsa que llevaba, aún no acabara cuando sentí un coche y fui hacia la puerta.
Salió del coche y la música de Marea inundó el aire. Llevaba unos pantalones grises con unos botines de tacón, un jersey gris y negro con escote en pico que le resaltaba las tetas y una cazadora de cuero. Su pelo rizo era una melena rebelde. Estaba buena, era exuberante, no entraba en una talla 40, pero joder, ¿¿¿quien quería que entrará???
Me abrazó fuerte, besándome el cuello:
– Joder, me pone perra lo bien que hueles a macho.
Y me contagió la risa, le di una palmada en el culo y le agarre la bolsa rosa que llevaba, mientras le explicaba mi encuentro con la casera. Al llegar al piso de arriba le señalé mi habitación y le ofrecí compartirla con un guiño,pero al decirlo seguí andando hacia la otra puerta para dejar la bolsa. Viendo que nos dejaran un pastel de arroz y una ensalada cenamos contándonos un sinfín de cosas, de miedos y esperanzas y también un montón de indirectas sexuales que ya no sabía si interpretar como una broma o una insinuación. Era febrero y, aunque no hacía mucho frío, la chimenea estaba encendida. Me senté en el sofá gris que estaba enfrente mientras ella trasteaba en el portátil para poner música.
Estaba relajado, y cuando la miré ella estaba mirándome fijamente, más bien diría que me estaba comiendo con los ojos y fue como si cambiara el ambiente de la habitación. Sentí un latigazo en la polla, una llamada de atención. Joder… no podía apartar la vista de sus tetas, o era cosa mía o cada vez se las veía más grandes, y ella se dio cuenta y sonrió.
– Marrones, dijo, y comenzó a aproximarse.
Cuando iba a pasar a mi lado la agarré de la cintura y la traje hacia mi. ¡A la mierda! La deseaba, necesitaba sentir esas tetas en mis manos y ella me decía que sí con todo su lenguaje corporal. La senté a horcajadas sobre mi y la besé. Besaba dulce y apasionadamente. Me mordía el labio de abajo mientras sentía sus tetas contra mi pecho y mis manos volaban sobre su jersey, no pensaba dejar ni un puto centímetro de su cuerpo sin acariciar.
Nos desnudamos con hambre, con miedo a arrepentirnos o con deseo, quizá una mezcla de todo pero cuando por fin metí su pezón en mi boca ella ronroneó y sentí que estaba en casa.
Nos perdimos en besos y caricias, ella se frotaba contra mi y yo sentía que me iba a romper el pantalón. Joder, si seguíamos así me acabaría corriendo. La tumbé en el sofá y mientras la besaba fui bajándole el pantalón, sentía su mirada recorriendo mi cuerpo justo donde instantes después tenía sus manos o su boca o… Ufff, me gustaba mucho. Cuando la tuve desnuda en el sofá le abrí las piernas y comencé acariciar su sexo, estaba mojado y acerqué la boca… no me cansaría nunca de comerla.
Mi polla estaba reventándome los pantalones pero no quería apartar mi lengua de su clítoris, se retorcía sobre mi, cada vez más agitada; la miré y le pedí que se corriera en mi boca, no hizo falta mucho más y su orgasmo nos recorrió a los dos. Sonreía cuando la besé llenándola de su sabor. Me volvió a mover para colocarme como estaba al principio y me bajó los pantalones; mi erección salía por el borde del calzoncillo, se la adivinaba en todo su esplendor y mientas la agarraba con sus manos pequeñas me dijo al oído: «sabía que no me equivocaba contigo».
Y empezó a hacerme una mamada. ¡¡Joder!! Me la chupaba ansiosa , con ganas, disfrutando de tenerme en su boca pero no creía que pudiera aguantar mucho más. Necesitaba parar para coger aire, para aguantar, para alargar este momento. La levanté y se sentó sobre mi polla, poco a poco fue bajando y comenzó a moverse sobre mi cada vez más rápido y con sus tetas moviéndose sobre mi boca.
Se agitaba y se movía volviendo a correrse, perdimos la noción del tiempo y, cuando sentí que un orgasmo me tensaba el cuerpo, ella salió de encima de mí y metió mi polla en su boca sin dejar de mirarme. La agarré por el pelo y comencé a follarla salvajemente. Gemía a cada envite y yo me volvía loco viendo como me tragaba entero. Me corrí con un sonido gutural que intentaba escapar de mi garganta, la llené de mi lefa y al mirarla recogiendo las gotas de mi glande con la punta de su lengua sentí que me endurecía de nuevo. ¡Joder, qué fin de semana nos esperaba!
Y sólo era viernes.
Autora: @fuiesther