Dado mi nuevo estado civil/sentimental me he visto en la obligación, a lo largo de los últimos días, de ir informando a mi numerosa agenda de contactos del mismo. Un sindiós. Un sindiós de agenda quería decir, que yo asumo como propio de mi sexo y condición el caos de mi nuevo estado civil/sentimental, que hasta ahí podíamos llegar.
Desde que llegué a Madrid, mi agenda se ha ido llenado de un sinfín de números de teléfono de tíos que no han hecho nada más que ocupar espacio y memoria. De mi agenda y mi vida, claro está. Ya va siendo hora de liberar espacio, tanto de la una como de la otra.
Lo que más abundan son los follaamigos. Y es que los maricones somos como los Austrias. Endogámicos. En nuestro caso, todos estamos emparentados por lazos de leche. Los follamigos están bien, le alegran la vida y le calientan la cama a uno durante un tiempo, en mi caso más bien breve, al tercer o cuarto polvo los paso directamente a la bandeja de amigos. Siendo caprichoso y voluble como soy, si no hay más que sexo, que es lo que lo que más suele haber en el caso de los follaamigos y me hacen reír, los mantengo y en un determinado momento pasan a formar parte de la lista de amigos/conocidos.
La transición es bastante sencilla, no hay más que hacerles partícipes de que te estás acostando con otros tíos y asunto solucionado. Por regla general, ellos también lo están haciendo. Un par de polvos más de despedida, polvos que ya no son lo que eran, todo hay que decirlo, y después de un breve tiempo prudencial ya se han convertido en amigos de cañas/confidencias.
Siempre hay alguno que se te encabrona porque tenía más interés en ti que tú en él. Frente a ello, no puedes hacer nada. Si no hay amor no hay más que hablar.
Los nonovios son un tema aparte.
Un nonovio suele ser un follanovio al que le das la oportunidad de ser algo más. Y siempre, siempre, la cagan y la cagas. De dónde no hay, no se puede sacar. El nonovio siempre te pilla con las defensas emocionales bajas y tú, como un gilipollas, vas y te dejas querer. Porque los maricones no aprendemos, no somos maestras como otras. A los maricones nos gusta más una tragedia griega que a Núria Espert.
Y sin saber cómo ni cuándo, un buen día te encuentras mirando adosados en Getafe.
La forma más rápida y segura de detectar que te estás involucrando con un nonovio es cuando sales de copas, y mientras él te está pegando la chapa con cualquier soplapollez de su trabajo, tú ya has establecido contacto visual con cuatro tíos o más, y ya te has hecho el esquema mental de cuándo y dónde te los vas a tirar. A ti, el nonovio te la suda.
Y es una putada porque los nonovios suelen ser tíos encantadores, y tienes que agradecerles que te hayan arropado por las noches y te hayan hecho el desayuno y hayan fingido que era casi amor. Pero, seamos claros, en la cama ya no había química. Ni en la cama ni fuera de ella.
Y así, no se puede. No se puede.
Por cierto, me llamo Joseba
Autor: @josebakanal.