Sábado noche, carnavales y un hater en el sofá viendo la trigésima gala de los Goya. No soy especialmente afín al cine español, más bien tengo los conocimientos justos sobre cine español, sálvense Berlanga, Buñuel, Almodóvar, José Luis Cuerda, Amenabar y algún sucedáneo. Topicazos aparte, me tomé el visionado de los Goya 2016 como cuando me siento delante del televisor a inyectarme un poco de ‘Un príncipe para tres princesas’, ‘Sálvame’ u ‘Objetivo Eurovisión’.
Si el año pasado se hizo un festival digno, lo de este ha rozado el patetismo del último espacio mencionado. Solo faltaban las mesas altas de puticlub y un espacio para el público. La música de España rancia, el decorado con la cabeza de Goya de cuatro metros y un presentador decepcionante, sí lo tuvo. Ésta vez Dani Rovira no tuvo su mejor día. El comediante malagueño aparece hasta en los anuncios de Actimel o de fideos Yakisoba. Nos estamos cansando de Dani Rovira. Y ahora sí, los cinco momentos que a nosotros más nos interesan de los Goya 2016:
1. El beso a Penélope Cruz y otras insinuaciones
El majetón de Rovira se acercó a la oscarizada actriz de Alcobendas y la plantó un pico en la boca. A su lado, Javier Bardem rezaba por no convertirse en Anton Chigurh (‘No es país para viejos) y que la gala se convirtiese en una escabechina. El actor canario mantenía una sonrisa impostada ante un atrevimiento más típico de un hombre a las cinco de la madrugada.
Inma Cuesta, protagonista de ‘La Novia’, no supo qué hacer cuando el actor-cómico-anunciante-presentador-filólogo la insinuó que era una belleza. «Si te tengo que puntuar del uno al 10 te daría un 12», dijo Rovira; rubor de la actriz valenciana, silencios incómodos y final de un tramo que evidenció la falta de frescura de la gala y de su presentador.
2. La reaparición de Daniel Guzmán
Sí, ese chaval al que no veíamos desde que Antena 3 decidiese cancelar ‘Aquí no hay quien viva’ volvía a nuestros televisores tan joven como la última vez. Ayer, en escasos minutos, el tío ese que decía «Vamos, no me jodas» pasó a ser ‘Daniel Guzmán, ese apuesto director que dio un discurso magnífico y encima quiere a su abuela’.
Si fue la noche de alguien, fue, sin duda, la de Daniel Guzmán. Si esto hubiese ocurrido en los 90, el lunes alguna ya llevaría en su carpeta fotos suyas. El yerno perfecto: guapete, con carácter y tierno. Recibió el Goya como Mejor Dirección Novel y recibió sonoros aplausos de sus colegas en la cavea y de muchachas faltas de amor y de un buen disfraz en los sofás de sus casas.
3. Íñigo Méndez de Vigo y su risueña mujer
Tras un pequeño gag de Dani Rovira ensalzando los títulos del barón de Claret Méndez de Vigo, vinieron los momentos de mayor tensión de la gala. Entre jijís y jajás, todo muy polite hasta el momento, llegó un hachazo que el Ministro de Cultura sí esperaba pero no supo capear. Bromita sobre los trabalenguas de Rajoy y el ultracatólico Méndez de Vigo no sabía qué debía hacer. Finalmente se decantó por una risilla a la gracieta del cómico andaluz, que prosiguió con una letanía pastelosa sobre los recortes, sin ningún trasfondo ni disfraz, solo carne cruda.
Lo mejor de esos escasos cinco minutos estaba a la diestra del Santo Ministro: su mujer. ¿Quién era esa mujer de rojo? Esa hierática Kore del Peplo de la Grecia arcaica tiene más títulos que su marido. Dos nobles nobilísimos sentados al lado del cabecilla de la Escuela del Yucatán y lisiado mayor Antonio Resines. María Pérez de Herrasti y Urquijo, así se llama el tronco colorado que se reía con las bromas de Rovira lo mismo que yo en mi humilde morada. Eso sí, yo no soy Marqués de Albayda, Marqués de Bolarque, no soy primo del vendedor de armas Pedro Morenés ni primo tampoco del Presidente de Endesa.
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4. Amor profano vs Amor sacro
Un amor diferente. En El Sexo Mandamiento abogamos por el amor físico, el pico de Rovira con Penélope, sus guiños a Inma Cuesta teniendo a Clara Lago unos metros más arriba o la relación de Vargas Llosa con la Preysler, pero pocas veces ensalzamos un amor blanco, un amor que puede surgir entre familia, padres e hijos, tíos y sobrinos.
Mariano Ozores recibía el Goya de Honor a una carrera cuajada de éxitos. Sus sobrinas Adriana y Emma Ozores hicieron un genial y audible discurso sobre el amor, el cine y la nostalgia. La mirada del ajado actor de 89 años dejó helada a la platea, una mirada perpleja, llena de Historia, de sentimiento. Caminaba despacio, con dificultad, sosteniendo ‘el cabezón’ mientras comenzaba un homenaje hacia sus compañeros de profesión, muchos de ellos finados. El momento más bonito de la noche se resumía en los ojos velazqueños del director madrileño: «Sería muy hermoso poder verme rodeado de gente que ya no vive y que para mí han significado mucho».
5. Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler
Se venía uno de los mejores momentos de la noche. El Premio Nobel de Lieratura entregaba el premio al Mejor Guión con Elvira Lindo, y ésta, ni corta ni perezosa, se lanzó con la pegunta-afirmación-imperación que todos los amantes del papel couché esperábamos: «Qué suerte estar aquí, pero la protagonista aquí contigo no soy yo. La protagonista está en el patio de butacas«.
Primer plano para una siempre radiante Isabel Preysler que esbozaba una sonrisa. Mario se puso nervioso y trató de cortar por lo sano anunciando a los nominados lo antes posible. Pero a los que estábamos en casa nos daba ya un poco igual si el Mejor Guión se lo llevaba ‘Truman’ o ‘El Desconocido’, habíamos visto lo que queríamos ver. Gracias, Elvira Lindo, por saciar a estas hienas en busca de carroña. Esbelta como es ella, con un cuerpo de escándalo y un vestido que le caía como anillo al dedo, la ‘cazafortunas’ (no se me ocurre otro adjetivo mejor para describir su actividad) se llevó más flashazos que muchos galardonados y es una diva del panorama rosa español.