El mundo del arte no está exento de erotismo. Ya en el Románico encontramos muestras de que aunque el amor divino está bien, el profano está aún mejor. La Contrarreforma tampoco fue obstáculo para que escultores y pintores diesen rienda suelta a su arte y crearan bellísimas escenas dedicadas a la humanidad expuesta a los excesos de la carne (‘El molino y la cruz’, 2012).
Si el arte también para usted supone regocijo y admiración, le recomendamos que mientras esté leyendo escuche, a poder ser, la banda sonora de la película anteriormente citada. Bruegel y su ‘Camino al calvario’ puestos al servicio del celuloide.
Románico erótico en Castilla
Sin ir demasiado lejos, apenas cien kilómetros al norte de nuestra sede en funciones, Valladolid, aparecen los primeros indicios de Románico erótico. Antes de emprender camino en este pequeño recorrido, se ha de tener presente el concepto de ‘sentido histórico’ y pensar como lo hacía un escultor del XII en vez de uno del XXI, si es que los de ahora son escultores.
Los maestros del Románico tenían un concepto muy distinto del sexo del que puede tener, por ejemplo, un hombre del XVI, cuyo objeto es la reproducción sin placer, merced de la Contrarreforma. Aunque su poder creativo era muy limitado, algunos se servían de su perspicacia para colar alguna escena erótica en lugares de difícil acceso.
Leer ‘Películas, sexo y preguntas’, por Anycka Hc
El caso del Románico castellano es distinto al resto. Cervatos, localidad enmarcada en las proximidades de Reinosa, es el ejemplo más paradigmático de imaginería erótica en el Románico, de forma bien explícita. Un primer vistazo hacia la portada de la Iglesia sirve para encontrar motivos profanos en los canecillos (ménsulas que sujetan los aleros).
Algunos autores explican que dada su posición con respecto al templo – siempre mirando hacia el exterior – , estas expresiones de erotismo exacerbado se deberían a que ‘el pecado siempre queda fuera de la casa de Dios‘. Sin embargo, muestras como las del municipio campurriano y otros próximos hacen pensar que la decoración profusa (horror vacui traído de Oriente) de canecillos y arquerías no tiene mayor misterio que el gusto del imaginero por este tipo de bajorrelieves, en donde mezcla la repudia por la lujuria (mujer con sapos y serpientes que le roen los órganos sexuales) y la sublime belleza del bien.
Románico erótico aragonés
No se deben olvidar otras muestras de esta subespecie del Románico español, alojadas a lo largo de la geografía hispánica y concentradas, por supuesto, en torno al Camino de Santiago, canal de paso de las corrientes artístico-religiosas venidas de Francia durante el XI y el XII. Es el caso de la arquitectura románico-aragonesa, más en concreto de dos tesoros escondidos en la profunda oscuridad y desconocimiento del Patrimonio artístico español. El primero, y más conocido, es el Monasterio de San Juan De la Peña, situado en el Pirineo oscense, en Santa Cruz de la Serós. Como suele ocurrir, esta pequeña joya queda ensombrecida por la cabeza comarcal, de no menor importancia, como es Jaca con su Catedral de San Pedro, coetánea de la obra maestra del Románico español y picota del Camino, la Catedral de Santiago.
‘¿Cómo se hacía en la Edad Media?’, por Raquel Estacio
En San Juan De la Peña existe una rica colección de pintura románica, los primeros indicios de Románico erótico en Aragón, en forma de bailarinas danzando de forma extravagante, sensual y las reliquias que protegían al supuesto Santo Grial de la rapiña morisca. El balcón de los Pirineos, como es denominada la Catedral, deja paso al sur a un corro de brujas del Románico aragonés. Sin salir de la provincia de Huesca nos topamos con Loarre y su arcano Castillo, producto de especulaciones del mundo paranormal y sitio escogido por cineastas para rodar sus películas (‘El reino de los cielos’, de Ridley Scott, 2005).
Nos hacemos mayores y entramos en directo en M80 Radio. ¡Escúchanos!
Unos pocos kilómetros al sur se encuentra el precioso paisaje que ha formado el río Gállego a lo largo de los milenios. Un escenario cuajado de enormes farallones miocénicos por donde discurre silencioso uno de los pocos ríos que siendo hispano nace en Francia. Protegido por los empinados Mallos de Riglos al este y acunado por los de Agüero se encuentra el pueblo homónimo, que se erige como el corazón de un gigante con pelo rebelde. En su seno está la Iglesia de Santiago, otra muestra de Románico erótico, menos rimbombante que el caso norpalentino y más que el jacetano. Ahora sí, el mismo maestro que concibió los bajorrelieves de San Juan De la Peña lo hace al completo en la pequeña población de Agüero, vecinísima de la también prolija en el campo artístico Navarra.
Una bailarina grácil, con las manos en las caderas, baila las músicas de un arpista del que se dice podría estar afinando el instrumento y ella esperando (feísmo Románico, se representan escenas magistrales y también habituales, sin rehusar de momentos tan básicos como la defecación). En el capitel que lo saluda se distingue otra bailarina, mucho más azarosa, en movimiento, algo más usual de esta etapa del Románico – Románico tardío, segunda etapa del Siglo XII -, con la melena al viento mientras un músico ataviado con capuchón toca el albogue.
Estas escenas de pícaras danzantes son recurrentes en el taller de este imaginero, el Maestro de Agüero, que también tuvo un papel clave en la decoración de la portada de Santa María la Real de Sangüesa o la de El Salvador, en Ejea de los Caballeros. Es pues, que no solo fue en Castilla, como se suele creer, donde habita el Románico erótico, si de ese modo se puede calificar la escultura adosada al muro de estos artistas altomedievales.
El arte y el sexo no están reñidos
Lo que sí está claro, como queda patente en esta primera entrega, es que el arte y el sexo no están reñidos, pese a que la religión suela interceder entre dos campos productores de pasión, lloros y excitación. El miércoles que viene volveremos con la siguiente entrega de este pequeño tour por el Arte Erótico. ¡No te lo pierdas!