Todo empieza en la guardería. Por aquel entonces salía con, sin duda alguna, el niño más guapo de todo el jardín de infancia. Nos conocimos un carnaval, él iba disfrazado de Batman y yo de Blancanieves. Todas las niñas quería ser su novia, pero allí estaba yo, dándole la mano mientras él me besaba la mejilla.
No se en que momento me percaté de que había un niño que llevaba un ojo tapado con un parche, ni siquiera recuerdo haberlo visto antes, no se muy bien como fue la cosa pero una fuerza superior me indujo a dejar tirado al niño guapo de párvulos, para preguntarle a ese crío con un ojo sepultado en un parche color carne con dibujos de coches, si quería ser mi novio. Salimos lo que le duró el ojo tapado.
No pasó mucho tiempo hasta que en esta ocasión una niña apareció en el patio de la guardería con un ojo tapado, (el “ojo vago” me dio muchas alegrías de pequeña), pero ella me rechazó porque “las niñas no pueden ser novias”. A decir verdad, en ese momento a mi también me pareció absurdo el concepto, así que fuimos muy amigas hasta la primaria.
Hasta entonces traté de ser la novia del niño que llevaba unas abrazaderas metálicas en una de sus piernas, a decir verdad, ni siquiera me caía bien. Las pocas sensaciones que recuerdo de aquella época son confusas. Por un lado esos compañeros de párvulos me gustaban entendiéndolo de una manera estrictamente superficial, la estética que les otorgaban sus parches o hierros me atraía irracionalmente.
La estética que les otorgaban sus parches o hierros me atraía irracionalmente
El hecho de que mis compañeros sintieran aversión hacia ellos y que en ocasiones les despreciaran, despertaba en mi un sentimiento protector, la necesidad de cuidarlos, una especie de instinto maternal extremadamente precoz. No tengo la sensación de que existiera alguna connotación sexual en ello y no porque crea que los niños no tengan pulsión sexual, sino que simplemente no lo recuerdo así.
Leer ‘Parafilias: las prácticas sexuales más raras’, por Paula
Los años pasaron, y crecí rodeada de relatos oscuros. Libros de Chambers, Poe, Lovecraft, Beckford y Hoffman dormían en mi mesita de noche, enamorándome así de muchos de sus terroríficos personajes. Fantasmas, vampiros, seres de ultratumba a los que rápidamente adherí a mi imaginario todavía infantil.
Sus colmillos afilados, los cuerpos retorcidos, dedos sobrenaturalmente alargados, manchas, cicatrices, sus cuerpos decrépitos.
Crecí y con ello descubrí el sexo y la pornografía, dos cosas que me decepcionaron mucho. Los chicos me aburrían, las chicas con las que había intentado ligar dudaban demasiado y el porno era terriblemente feo. A todo esto si le sumamos mis hormonas totalmente desbocadas, obtenemos una tragedia de dimensiones astronómicas.
Así que me refugié en la literatura, entre los monstruos encontré mis primeros amores platónicos. Amaba sus cicatrices y deformidades, esas que no encontraba en las personas de mi entorno. Estuve tiempo indagando en la pornografía sobre diferentes filias, incluida la abasiofilia, pero detesto el tratamiento que se les da, degradándolo a vídeos de mala calidad e irrespetuosos tanto para los performers como para los espectadores.
Entre los monstruos encontré mis primeros amores platónicos
Finalmente me conformé con imaginarme a todas esas personas que me ponían de mi entorno con un parche en el ojo, con una prótesis como pierna o con una inmensa cicatriz recorriéndole la cara. La verdad es que mejoraban todos. También me obsesiona buscar las cicatrices que tienen mis parejas sexuales y preguntarles por la historia que hay detrás, “¿cómo te la hiciste?”, “me atacó un gato en la cara cuando era pequeño”, esta es la historia de mi cicatriz favorita de mi novio.
Leer ‘La abasiofilia y Long Jeanne Silver’, por Jimmy Redhoe
Me he cruzado en mi vida con personas amputadas, gente con quemaduras que ocupaban gran parte de su cuerpo, cicatrices espectaculares, o secuelas de enfermedades. Con algunas de ellas he tenido experiencias sexuales divinas, con otras, muy a mi pesar no llegamos nunca a ese punto. Pese a ello, guardo un buen recuerdo de todas ellas. Solo espero algún día poder rodar una escena de abasiofilia, tanto como performer como directora.