El ser humano sigue hacia delante, en constante evolución y desarrollo, creando sin parar, sobre todo en el mundo del sexo, un universo que parece no tener fin y del que cada dos por tres aparecen cosas nuevas, en concreto parafilias. Hay muchas y muy raras, y otras que podrían ser tiernas, adorables, aunque no es para menos cuando se habla de la plushofilia, la excitación por los osos de peluche o por las personas disfrazadas de animales.
¿Qué niño o niña no ha tenido su cama repleta de peluches? Esos teddy bears a los que se abrazaba para evitar las terribles pesadillas nocturnas, esos a los que de pequeños se le contaban algunos de los secretos. Eran amigos de la infancia a los que se abrazaba buscando calidez. La cosa, visto lo visto, no ha cambiado, lo único que ahora en vez de con los brazos, se envuelven con las piernas, también buscando calor, a la vez que producen humedad, genital por supuesto.
Ahora en vez de con los brazos, se envuelven con las piernas
La plushofilia puede verse de dos formas: con el roce de las partes genitales contra un peluche o bien con personas disfrazadas de conejos, caballos, gatos, tigres, pájaros (¿por qué no?), perros, y un sinfín de animales, con esas enormes cabezas acolchadas y unos ojos enormes, como si de dibujos japoneses se tratasen. Claro, alguien piensa en un hombre o una mujer disfrazado de can y ya a la mente viene la broma. ¿Su postura favorito? Digo yo que ‘el perrito’, sería lo suyo. Y lo cierto es que algo tiene que ver. Cada propietario del disfraz, o en este caso piel, debe estar ‘comprometido’ a hacer el papel del animal en cuestión. Así que ya saben, ¡a por la tigresa! Siempre y cuando busquen a una fiera en la cama.
Este fetiche, no es tan nuevo como puede parecer, y sus comienzos parecen tener lugar, dónde si no, en Estados Unidos, donde a través de foros se convienen citas para satisfacer los deseos sexuales de personas con esta filia, tal y como se pudo ver en su día en un capítulo de la famosísima serie CSI: Las Vegas, así que si es usted seguidor de la ficción, ya le sonará la filia. También se pudo ver en The Entourage (El Séquito), donde uno de los protagonistas fue citado para ser el peluche de una despampanante rubia.
Volviendo a la historia de este ejercicio sexual, los furries (nombre que se les da a los que ponen en práctica este fetiche) comenzaron con ella en la década de los 70, y su popularidad ha ido in crescendo gracias a las fotos que se pueden ver en internet. De hecho, según datos en el 2004, en una de estas convenciones, llegaron a acudir 8.000 personas, todas disfrazadas del animal con el que más se identifican, un 25% más que en el 2003. A pesar de su origen estadounidense, los furries han ido pasando fronteras, llegando a Europa, aunque en el viejo continente no tienen tanta repercusión como en Norte América.
En El Sexo Mandamiento no somos quién para poner en duda o ridiculizar los gustos sexuales de las personas, pero, eso sí, hoy por hoy se nos hace raro ver el videoclip de Ylvis – The Fox (What Does The Fox Say?) y no soltar alguna risita imaginando a los protagonistas desparasitándose, lamiéndose y montándose un trío con algunos de los invitados que van disfrazados de caballo o yegua.