Ahora que los kraken de mi memoria descansan en paz, es cuando empiezo a darme cuenta de todo lo que he dejado atrás y de la vida que he estado jugando a ser feliz en la más estricta de las soledades. Ahora que, al igual que la Yourcenar y su emperador Adriano, nos hemos dado cuenta de que los dioses nos han abandonado a nuestra suerte. Aunque para ser sinceros, yo nunca estuve seguro de que existieran o, si lo hicieron, no creo que estuvieran demasiado interesados en nosotros.
Ahora que estamos esperando a los bárbaros, que ya han rebasado los limes del Imperio, y habitan entre nosotros con su libros sagrados y sus mujeres veladas de negro. Ahora que las democracias europeas se han mostrado tan inútiles y vacías como un discurso de Chamberlain, ahora que el mundo que hemos conocido agoniza vomitando cadáveres de refugiados en las playas del Mediterráneo.
Ahora que ya no existen páramos ni bosques ocultos en los que esconderse como Robin Hood, ahora que Peter Pan se ha suicidado en el País de Nunca Jamás.
Ahora me proponen matrimonio.
Supongo que cuando todo a nuestro alrededor sucumbe, lo único que nos puede salvar es la certeza de saberse querido. La certeza del amor. Y me vienen de nuevo a la memoria recuerdos en blanco en negro de un Humphrey Bogart desesperado, esperando a Ingrid Bergman en los andenes de un París humillado y asediado por los familiares de Angela Merkel.
Del viaje de mi tía abuela Hilaria a Barcelona en 1954 para recibir la llegada al puerto del “Semíramis”, que le devolvía, trece años después de su partida como voluntario de la “División Azul”, al fantasma de su marido, mi tío abuelo Primitivo. Trece años de espera. Trece años.
Trece años congelados en vida.
De la huida de los primos de mi madre a través de los Pirineos, llevando en una caja de zapatos de cartón a su única hija, envuelta en una bandera republicana como único abrigo. Una bandera tan famélica como su propia hija y sus propias esperanzas. Dejando atrás una Barcelona bañada en lágrimas y hambre. Dejando atrás un futuro sin escribir.
Ahora que el mundo que hemos conocido agoniza, ahora me proponen matrimonio.
He aceptado.
Por cierto me llamo Joseba.
Autor: @josebakanal.