Hace una semana os relatábamos el nacimiento de Las Vegas en torno al juego y la mafia, su desarrollo gracias a los espectáculos, hoteles y casinos; y su establecimiento como parador mundial del vicio hoy en día. La historia que os traemos no se aleja demasiado del mundo de inconfesables perversiones que encierran los garitos de la ciudad de las segundas oportunidades.
Ésta y Hollywood estuvieron ligadas desde inicios de los años 20. Por la mañana, de la segunda, brotaba una prosperidad prusiana, un mundo feliz que escribieron los más galardonados actores, directores y guionistas en vez de Aldous Huxley. Por la noche, el gentío que se afanaba en dar verosimilitud a un papel y a un decorado, se quitaba el disfraz, viajaba 300 kilómetros y se desnudaba ante barras de bar, espectáculos traídos desde Europa y billetes coaligados con cocaína.
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Si bien son mundos completamente distintos por lo que en ellos se representa, sus habitantes, ya sea bajo el sol de la mañana o bajo el anonimato que confiere la noche, son exactamente los mismos. En Hollywood también se fraguaron leyendas más allá de las cámaras y la farándula periodística. En la capital del séptimo arte germinaron mitos sexuales que se intentan verificar en nuestros días.
Hace no demasiado, unos meses nada más, un periodista se hacía eco de la posible bisexualidad de Brad Pitt, pillado con las manos en la masa en un directorio de citas con hombres dedicados a la prostitución de lujo. Para alguien acostumbrado a los escarceos amorosos y no tan amorosos que esconde el mundo del celuloide, estas prácticas son y eran completamente habituales.
Marlon Brando, diario de un sátiro
En los años 50 actores de gran nombre coparon portadas de revistas y charlas de peluquería con sus líos de faldas y calzoncillos. No era para menos. Dos de los iconos, quizá los máximos representantes de la masculinidad, habían tenido unos cuantos encuentros. Nada más ni nada menos que James Dean y Marlon Brando. En el caso del actor más brillante e histriónico de la historia, Brando, su apetencia sexual le llevó a ocupar oquedades que las mujeres de la época no ofrecían. Era tal su disposición sexual que se ha llegado a especular con que era hipersexual.
Su historial de veleidades sexuales no tiene fin. Desde la actriz y cantante alemana Marlene Dietrich hasta preciosas princesas europeas por las que peleó el mismísimo John Ford, como Grace Kelly, pasando por el mayor icono sexual de la historia, Marilyn Monroe. Sus conquistas no se quedan ahí. Mujeres como Jackie Kennedy, la viuda de John F. Kennedy, también pasó por la piedra de Don Vito. Tuvo la oportunidad de trajinarse a la napolitana Sophia Loren (‘napolitana, no italiana’, como a ella misma la gustaba subrayar), pero declinó la oferta porque «su aliento era peor que el de un dinosaurio». El hombre de las mil caras era todo un sibarita, de gustos y elecciones cuanto menos peculiares. Negó el caliche a la mayor institución femenina, a ojos del autor de este bodrio, del mundo del cine: Liz Taylor. La gata sobre el tejado de cinc se quedó caliente por tener «el trasero demasiado pequeño».
La gata sobre el tejado de cinc se quedó caliente
El arte de no hacer ascos a nada
Las pulsiones sexuales del Coronel Kurtz iban más allá del folleteo con mujeres. Si se le presentaba la oportunidad, como simple diversión, también se tiraba a sus compañeros de profesión. Se dice que Marlon Brando solo tuvo dos grandes pasiones: el sexo y la comida. A medida que se hacía mayor, la hebilla de su cinturón avanzaba posiciones. Aunque siempre negó su inclinación bisexual, es sabido por periodistas y amigos que Brando gustaba de desatar sus febriles pasiones con actores de renombre como Rock Hudson, Cary Grant, Lawrence Olivier y el otro paradigma americano de virilidad, James Dean.
Stanley Kowalsky (‘Un tranvía llamado deseo’) sería lo que hoy conocemos como heteroflexible. No era homosexual, pero no le importaba mantener sexo con hombres en busca de su placer. Más bien del placer de la pareja de turno. Brando siempre buscó llevar al éxtasis a su acompañante, dar placer a las mujeres, hacerlas llorar. Brando era un auténtico animal, una bestia que te agarraba con su mirada y te atravesaba con lo que él llamaba ‘la más perfecta pipa del mundo’. Un auténtico ladrón de relaciones, un corruptor de almas. Atrajo a Shelley Winters, en aquel momento emparejada con Burt Lancaster y después atrajo al propio Burt Lancaster.
Ingrid Bergman, Bette Davis y Joan Crawford también sucumbieron a la salvaje fiereza de un león cautivo que intentaba escapar de su mordaza a través de sexo, comida y más sexo. Poco después de estar con la polifacética Crawford (‘Mujeres’, ‘¿Qué pasó con Baby Jane?’), marchó a París donde conocería a los más elevados escritores, filósofos y actores europeos. No le costó demasiado encajar en la vida bohemia de la París de los años 60, dominada en lo fílmico por Brigitte Bardot y los constantes viajes de luz y quilates de Liz Taylor por Biarritz, Saint-Tropez y París. John Lennon y Yoko Ono, la familia Onassis, Paul Newman, Edith Piaf o Catherine Devenue eran otros de los rostros que bien podrías encontrarte en la ciudad del amor una mañana cualquiera, mientras tú vas a trabajar y ellos caminan serpenteantes por la rivera del Sena con un pernod de la mano.
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Truman Capote, amigo de la pandilla de Brando en París, cuenta los descabellados biorritmos del de Omaha durante su estancia en Europa. Hacía el amor con los actores Christian Marquand y Daniel Gélin, con uno por la mañana y con otro por la noche. Él mismo dijo que ellos dos, junto con el comediante Wally Cox, fueron los únicos hombres a los que amó de corazón.
Con James Dean mantuvo relaciones sadomasoquistas. Literalmente se encapricharon el uno del otro, pero Dean, más romántico, iba detrás de Don Corleone cual perrito faldero, sin que la categoría de amo de su acompañante trascendiera de entre las sábanas. La sempiterna promesa de los focos hollywoodianos se complacía al ver a Brando apagar sus cigarrillos en su cuerpo. Dean, conocido por ‘Gigante’, ‘Rebeldes sin causa’ y ‘Al este del Edén’, fue uno de los hombres más aclamados por el público femenino. Se enamoró perdidamente de Pier Angeli, pero ella no tenía ojos para nadie que no fuera Marlon Brando, incluso le pidió matrimonio. Brando huyó, Brando no podía ser fiel, Brando vivía en una continua Jauría Humana de vicio y pecado. Eso sí, se unió en matrimonio tres veces, con Anna Kashfi, Movita Castaneda y la exótica Tarita Teriipia, con ninguna acabó cuajando y tuvo, en total, dieciséis hijos.
Le gustaba romper relaciones, tener el poder de organizar fiestas y hacerlas fracasar, de enfurecer al propio Stanley Kubrick, de llegar al rodaje borracho como una cuba y marcarse una actuación triunfal, de libro. Pero también de follar con un padre y con su hija.
Ocurrió en ‘Último tango en París’. Bernardo Bertolucci dio luz verde al genio para violar a la hija de su antiguo amante Daniel Gélin en pleno rodaje. Se untó ‘la más perfecta pipa del mundo’ con mantequilla y procedió a la acción. Una de las escenas de mayor contenido sexual de la historia del cine resultó ser una violación real, campo en el que Marlon Brando era todo un experto – violó a Pier Angeli en Roma, quien sufrió una obsesión y un trastorno hacia Brando a raíz de esta agresión sexual- .
Warren Beatty llegó a catar el sexo de 12.775 mujeres
Como se pueden imaginar, Brando no fue el único con una agenda sexual apretada. Cientos de actores conocidos del Hollywood de ayer y de hoy tienen vidas secretas con el placer como máxima. Warren Beatty llegó a catar el sexo de 12.775 mujeres. Para nosotros, ellos son los auténticos gurús de lo que desde hace un año venimos haciendo, promover la libertad sexual. Gracias, Brando, por habernos dado momentos inolvidables y apoteósicos, quizá conseguidos por el arte del buen comer y del buen follar.