Hace un par de semanas leía en la prensa que había muerto Miss Shangay LiLy. Y a mí me vinieron a la cabeza aquellos maravillosos años en los cuales Madrid era una fiesta.
Parece mentira, pero hubo un tiempo en que la palabra “crisis” solo la utilizábamos para referirnos a nuestro estado sentimental.
Hubo un tiempo en el cual, casi todos, fuimos felices.
Luego se ha impuesto este tiempo de silencio.
Ya no recuerdo la de años que llevamos viviendo en un estado de crisis permanente. Tanto moral como económica.
Lo peor y más curioso es que se nos ha impuesto, por los cojones 33, este permanente tiempo/estado de silencio.
Y hasta hemos olvidado que un día fuimos felices.
Hemos olvidado los sueldos decentes, los derechos sociales y nos hemos olvidado de quiénes y de cómo éramos. Nos hemos olvidado de tal como éramos.
Y ahora vivimos en una especie de somnolencia que nos da para ir tirando, con lo justo, porque no da para más.
Hemos retrocedido hasta límites insospechados y lo sabemos, pero no hacemos nada. Nos mantenemos como hipnotizados a la espera del nuevo escándalo político. Como si eso nos solucionara algo.
Cada día que pasa nos parecemos más a una película de Ingmar Bergman. Cada día nos aburrimos más de nosotros mismos y de nuestro país. Lo dicho, somos un coñazo. Igual que las películas de Bergman. Un auténtico coñazo.
Como los secretos de un matrimonio.
Por cierto, en aquellos maravillosos años, yo me casé y hasta fui feliz en mi matrimonio. Yo no tengo nada ya de Cecilia.
Lo que nos ocurrió, eso ya es otra historia.
Nos pasó lo mismo que le ha pasado a nuestro país, a nosotros, a una película sueca de arte y ensayo. Lo que nos pasó, es que no supimos hacerlo bien. Y ya, si eso, otro día les cuento lo de mi matrimonio.
Que ya va siendo hora de hacerlo bien. De cambiar nosotros y de cambiar el país.
Por cierto, me llamo Joseba.
Fuente de la imagen de la portada: hr19screensnapshots.wordpress.com