Ando dos semanas más perdido que Massiel en un “After”. Que si viajes a Rusia, que si Pascua en Marruecos, que si en casa de mis padres. En fin, lo propio de mi género y condición.
Entre tanto aeropuerto y ferry y metro y autobús, tengo la mala costumbre de leer. Más bien de releer. Con la edad, me he ido dando cuenta que me resulta más fácil releer en los viajes que sumergirme de lleno en una obra o autor nuevo. Y entre mis autores de cabecera, de viaje en viaje, siempre vuelvo a Umberto Eco. A Eco, a Baricco y Tabucchi.
En mi último viaje elegí a Umberto. Nunca defrauda.
Y, hoy más que nunca, recuerdo uno de sus ensayos que versaba sobre la Edad Media, sobre la nueva Edad Media que ya estamos viviendo.
Los libros llevan el camino de convertirse en un objeto de lujo, por su alto coste económico, por los altos costes de distribución, por la miseria que se le paga al autor, por el coste de los pliegos del papel, por la falta de diseño editorial y por las campañas de marketing. Por no hablar de la falta de interés que tiene el público en general por la lectura.
Al igual que en la Alta Edad Media, ya no sabemos leer. Bastante tenemos con encender la televisión y ser adoctrinados por las imágenes en color. Porque no sé si ustedes recuerdan que los pórticos del románico y del gótico estaban policromados. Tan policromados como las payasas y payasos, miembros y miembras, no me vayan a tildar de machista, que cada tarde, nos aleccionan e imparten nuevos códigos de ética y de moral desde cualquier cadena televisiva.
Y al igual que los hunos irrumpieron en Europa asolando y destrozando todo aquello que encontraban a su paso, nuevamente nos vemos invadidos por nuevos bárbaros que enarbolan nuevas ideologías. Esperemos, que al igual que en el 452, se detengan a las puertas de Roma, que Francisco sea un nuevo León I. Carisma y cojones no le faltan.
La clase media, se ha inmolado en su propio Andelkrag, sin que ningún Aecio o Príncipe Valiente la defienda. Aquí, los príncipes bastante tienen con salvarles el coño a las ladronas de sus hermanas, aquí los generales Aecio nos han salido mariconas y dubitativas como gallegos de chiste.
Volvemos a ser siervos de la gleba.
Volvemos a estar atados a nuestras chozas, a nuestras casas, a nuestras hipotecas. Volvemos a ser vendidos.
Al igual, que en el siglo III, nos entregamos a los cultos mistéricos que vienen de Oriente. De Oriente o desde dónde haga falta. El caso es creer en algo ciegamente, creer con la fe del converso. Ya sea en Isis, Mitra, Cibeles, como en el Comunismo, Capitalismo, Feminismo, Trotskismo o cualquier “ismo” que nos prometa la felicidad. El caso es creer en algo, excepto en nosotros mismos. Volvemos a dejar de lado el Humanismo para depositar nuestras esperanzas en algo intangible que, ya de antemano, sabemos que es una utopía y que nunca se va a materializar.
Volvemos a creer que los raíles de los trenes alemanes no mueren en Auschwitz. Volvemos a creer que los Almohades no existen.
Nos estamos ahogando en nuestras propias rosas de Heliogábalo.
Por cierto, me llamo Joseba.
Autor: @josebakanal.