En mi anterior relato os conté que conocí a una chica que veía y disfrutaba del sexo sin tabúes ni tapujos y que no sabía cuando volvería a ver. Pues ese encuentro se produjo, y antes de lo que esperaba. Yo tenía muchas ganas de que así fuera, desde aquel día, sentía que no estaba todo el trabajo hecho.

Un día, hablando por teléfono, la conversación comenzó a derivar en las ganas que nos teníamos mutuamente, tantas eran y tan excitadamente relatadas que yo tuve que acabar masturbándome en el coche. Os dejo a vuestra imaginación lo que pudo decirse en aquella llamada.

Esos escasos 20 minutos de intercambio de deseos y de cosas por hacernos bastó para que me decidiera a volver a verla. Esta vez tendríamos más tiempo. Podríamos disfrutarnos más.

Volvimos a quedar de noche, ella al igual que yo es un ave nocturna. Dicen que en la nocturnidad aparecen las perversiones que la luz del día disipa. Después de cenar, un par de botellas y otras tantas copas de ron se acercaba el momento. Con esta chica no es necesario andarse con rodeos, es más, mientras más claro le hables, más cosas consigues de ella.

Nos miramos fijamente y prácticamente al unísono retumbaron en la habitación nuestras palabras.

  • ¿Follamos?
«La conversación giró a las ganas que nos teníamos» . | Fuente: Wikipedia.org.

¿Sería el alcohol? o las ganas, ya no podíamos aguantar más.

Empezamos a besarnos salvajemente, nuestras bocas se fundían y nuestras lenguas jugaban calientes y húmedas entre ellas. Yo le quité todo lo que llevaba de cintura para arriba y ella a mí al contrario.

Así nos quedamos, con los pechos al descubierto, ella con sus pezones erguidos y yo con mi polla erecta y dura como piedra apuntándola cual espada con ganas de ser utilizada en el campo de batalla. Su coño sería el enemigo al que batir. El sexo con ella es como una batalla: intenso, excitante y agotador; pero al acabar, mientras está arrodillada ante ti, y y tu entregándole todo lo que te queda de energía en forma de corrida, tienes esa sensación de vencedor. Todo el esfuerzo merece la pena.

Siempre me gusta empezar a mí a complacer a las mujeres, y conociendo la buena impresión que ella tenía de mis dotes usando la lengua, con más razón todavía.  La tumbé sobre el sofá, piernas sobre mis hombros, ojos clavados en los suyos, mi lengua posada sobre su sexo y sus manos agarrando mi cabeza. Ya sabía lo que le esperaba.

No iba a parar hasta hacerla llegar al NIRVANA. Eso que ella siente cuando se corre a la vez que tiene un orgasmo clitorial,  yo encantado, quería sus fluidos rebosando en mi boca. Perdí la noción del tiempo, pero no me importaba, no tenía prisa.

Sonaba Pearl Jam en el salón. Sus jadeos iban en aumento, empezaban a convertirse en gemidos que podían escucharse desde cada rincón de la casa. Daba igual que hubiese música en la misma habitación porque el volumen de estos era mayor.

Su cuerpo se retorcía y sus manos agarraban mi cara y mi pelo. De vez en cuando podía ver cómo me miraba fijamente, se mordía el labio de abajo y resoplaba. Yo notaba que el orgasmo estaba cerca, sus movimientos eran más intensos, su espalda se arqueaba cada vez más y me apretaba contra su coño. Cogía aire y seguía succionando su clítoris a la vez que mi lengua jugaba introduciéndose en su vagina.

Llegó el momento, explotó, mi lengua se llenó de sus fluidos y su cuerpo comenzó a bailar en mi boca mientras gritaba, queriendo hacer conocedores a sus vecinos de que había llegado a lo que ella llamaba NIRVANA. A esas alturas, mi polla se encontraba deseosa de penetrarla, aquel coñito empapado pedía a gritos que me la follase. Ardía. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba embistiéndola, agarrándola por el cuello y susurrándole al oído:

– QUE PUTA ERES.

Las horas pasaron y ninguno nos percatamos de que el amanecer estaba cerca. Solo nos centrábamos en complacernos. Su culo quemaba, mi mano estaba grabada en sus nalgas, la azotaba, tiraba de su pelo y usaba sus caderas como asas para empujar con fuerza.

Con contundencia me ordenaba:

  • Sigue cabrón, no pares de follarme.

Ella sabía que me ponía que dijera eso, y yo sabía que le ponía que le follara duro.

La puse apoyada contra la mesa de cristal que tenía, abierta de piernas, en tacones, estilizando sus largas piernas, y endureciendo mi miembro. Agarré con fuerza sus caderas, quería alargar ese momento lo máximo posible, oír sus gemidos, las palabras obscenas que de su boca salían.

Introduje mi polla dentro de ella, abriéndome paso muy lentamente, quería sentir como su cuerpo iba amoldándose a mí. Poco a poco el ritmo fue en aumento y mis testículos comenzaron a golpear su culo. Ese sonido, junto a sus jadeos, música celestial para mis oídos.

Cuando mi miembro ya se encontraba totalmente empapado por sus fluidos, decidí parar. Ella se quedó muy extrañada, quería seguir disfrutando y gozando mis embestidas.

  • No te muevas, le dije.

Le introduje dos dedos y comencé a acariciar su clítoris, poco a poco fueron adentrándose más, buscando su punto G. Comencé a moverlos con decisión, mientras la inmovilizaba con la mano que me quedaba libre. Sus gritos aumentaban en intensidad y abundancia, no podía parar, no quería parar. Tenía que hacerle sentir una sensación de calor recorriendo su cuerpo de arriba a abajo.

Sus piernas comenzaron a temblar, el momento estaba llegando, el squirt estaba sucediendo, comenzó a chorrear fluido por sus piernas, creando un charco en el suelo que cada segundo que pasaba iba creciendo.

Retiré mis dedos de su interior, empapados y calientes; como acabamos ella y yo.

DESEARÉIS QUE ME ENCUENTRE CON ESTA MUJER TANTO COMO YO, PORQUE LA INTENSIDAD DE LOS RELATOS IRÁ EN AUMENTO.

CONTINUARÁ…

Autor: @simon_galante. 

Imagen de portada: publicdomainpicture.net.

Entradas relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *