Su piel azulada… el hinchazón de sus venas, los ojos sin brillo, la carne fría. Una declaración real de amor eterno, hasta que nuestros huesos se fundan a dos metros bajo tierra. Que nos consuman las moscas azul eléctrico, que la madera se aplaste contra nuestros cuerpos.
Sentir tu amor y tu sexo mientras permaneces en la penumbra, devolver el calor a tu labios por un solo instante, dormir a tu lado hasta que deba dejarte ir. Me excita pensar en que eres inevitable, todopoderosa, omnipresente. A veces dulce y esperada, otras violenta y arrebatadora. ¿Dónde te encuentras ahora?
Permanezco en mi habitación pensando en tus largos dedos postrados en mis hombros mientras acaricio mi clítoris, me siento tan fría que ardo. Te espero paciente, te espero tranquila porque se que no puedo huir de tu sombra. Y mientras sigo acariciándome, mojando las sábanas pensando en mi esquela. Salgo corriendo jamás mirando atrás, es de noche, luna llena.
Vas detrás de mí, yo te cazo, tú eres la presa. Los cementerios de esta ciudad los conozco desde que empecé a vestir de negro. Son mi refugio, mi salvación. Me escondo en la cripta y te arrastro, nos besamos con fuerza rompiendo un cristal. Y no importa nada, ni los cortes, ni el ruido, ni la sangre que emana, en esta casa nadie respira.
Me muerdes, lames toda la sangre que recorre mis piernas, no siento ningún dolor mientras me follas, pese a todos esos pedacitos de cristal que se han clavado en mis muslos. Me subo encima tuyo, tirando por el camino un par de ramos de flores secas, nos caemos encima del mármol… ¿Qué más da si nadie va a levantarse?
Duermes profundamente… la penumbra afila tus rasgos de zorro. Tu respiración tan imperceptible, como un hilo que emana de tus labios entreabiertos, que se escapa tenue y me hace imaginar oscuros deseos de muerte y amor. Tu corazón, como el de un reptil, bombea suave y lento, como una crisálida atrapada. Suficiente para despertar mi deseo. Mis bragas ya están húmedas y tú ni siquiera eres consciente de ello. ¿Dónde te encuentras? ¿Soñando?
Yo estoy en mitad de una fantasía oscura, un cuento de hadas macabro. Lamo tus dedos, estás frío, me acerco a tu cara lamiendo tus labios, sigues descansando con la vista al frente… Uno por uno tus dedos de monstruo en mi boca, los humedezco, la saliva recorre mi pecho, que se acelera cada vez más.
Encima de tu mano, mirando hacia el techo, poso mi coño y tus dedos se deslizan en su interior, poco a poco voy acelerando el ritmo, me retuerzo como una serpiente negra mientras me aseguro de que tus latidos siguen siendo casi ínfimos. Me inclino hacia tu rostro que no se inmuta, mi saliva se pierde entre tu piel hasta que llegan los primeros espasmos, tus dedos se retuercen en mi interior y se arquea mi espalda.
Somos seres infernales. Pienso en quién eras, ¿cómo era tu vida? Pienso en besar tus labios porque es lo único que alcanzo a hacer. Miro tu cuerpo estirado sobre el metal y se que es la última vez que voy a verte. ¿Dónde estás? ¿Podrías llevarme? No ahora, quizás más adelante. Es la historia de amor más corta de nuestras vidas.
Autora: @AnnekeNecro.