Orlando es la sexta obra que escribió Virginia Woolf, un canto a la libertad sexual, publicada en 1928. Y Orlando es una ciudad norteamericana en la cual se ha producido un atentado homófobo en 2016.
Después de 88 años y una Guerra Mundial los seres humanos no hemos aprendido nada, excepto a seguir odiándonos. Nos odiamos por motivos de sexo, raza o religión y, casi siempre, odiamos a los que son diferentes o más débiles. El caso es odiar a alguien.
Necesitamos tener un chivo expiatorio a quién culpar de nuestros males o desgracias. Desde que Virginia Woolf escribiera su Orlando el mundo ha cambiado mucho. Hemos asistido impasibles a diferentes genocidios, y los totalitarismos políticos del siglo XX han sido sustituidos por teocracias de diferentes signos. La política ha sido cambiada por la religión.
Lo mismo me da que me da lo mismo.
Para algunas culturas religiosas y, en algunos países, el hecho de ser homosexual o lesbiana es sinónimo de pena de muerte. No es el caso de España. Aquí hemos tenido políticos de la talla de Pedro Zerolo y Carla Antonelli que han defendido los derechos del colectivo LGTBI, añado la I que mi querida Carla siempre me regaña por olvidarme de los intersexuales, y han conseguido que seamos ciudadanos de pleno derecho.
Aunque el PP interpusiera un recurso contra la ley del matrimonio homosexual. Ley, que luego usó para su propio beneficio el alcalde de Vitoria. Ahí lo dejo. Hipócritas. A mi modo de entender, cuánto más aconfesional y democrática es una sociedad, más se respetan los derechos de determinados colectivos.
Yo no tengo ningún problema en que cada cual practique la religión que quiera, siempre y cuando esa religión respete los derechos del individuo. De todos los individuos, más allá de su forma de amar, género, raza o condición.
Mi familia es católica, de misa diaria, y mis padres siempre trataron con respeto y educación a mi pareja. A la mía, que era un hombre, y a la de mi hermano, que era una mujer. Eso fue posible porque el Estado Español, en su momento, dictó una serie de leyes que igualaban al colectivo LGTBI con el resto de ciudadanos españoles. Lo cual demuestra que las leyes políticas han de estar por encima de las leyes religiosas.
Y eso es algo fundamental. Y me temo, que esa es la raíz del problema. Mientras en determinados países y en determinadas culturas religiosas, cristianas, musulmanas, budistas, taoístas, sintoístas o animistas, no se promulguen una serie de leyes igualitarias a favor del colectivo LGTBI, seguiremos sufriendo atentados como el de Orlando.
Mientras la razón y el sentido común no estén por encima de la religión, seguiremos sufriendo los mismos ataques. Vengan de donde vengan y vayan dirigidos a quién vayan dirigidos. Da lo mismo que seamos tirios o troyanos.
Por cierto, me llamo Joseba.
Autor: @Josebakanal.