La Bella durmiente, Bambi, La Sirenita, Pinocho… ¿quién no disfrutó de estos cuentos durante su infancia? Detrás de un planteamiento emotivo, un nudo con dificultades y un feliz desenlace, gracias también a los edulcorantes que han suavizado los relatos originales, se esconden verdaderas historias que no son muy recomendables para leer a los más pequeños. Un ejemplo de ellas es lo verdaderamente acontecido a la Bella durmiente.
La versión más popular lleva la firma del italiano Perrault y su trama más o menos es bastante conocida: princesa de pálidas mejillas se pincha el dedo con un huso, cae en un sueño profundo propio de un domingo de resaca y solo el beso de amor de un príncipe-chulazo la despierta de su trance. Cómo no, se enamoran, son felices, comen perdices y perpetúan su linaje, dicho finamente.
Sin embargo, la verdadera historia detrás de esta damisela tiene un alto componente sexual y no es muy adecuada para los chiquillos. La versión primigenia corresponde al año 1636, y lleva la firma del italiano Giambattista Basile, y lleva el título de «Sol, Luna y Talía».
La fatalidad de la Bella durmiente
Talía era la hija de un poderoso monarca, y sobre ella pesaba una advertencia: sería envenenada por una aguja emponzoñada en un montón de hilo. Los adivinos y los astrólogos se afanaron en prevenir a la joven al igual que el rey trató de impedir que entrara en contacto con el lino, pero al final se dio la fatalidad y la chica cayó muerta.
Su padre, derrumbado, depositó su cadáver sobre unas ricas telas y cerró el palacio para que descansara en paz… o lo intentara. Mientras esta Bella durmiente yacía inerte en el bosque, un intrépido noble se encontró con el castillo y fue derrotado por la curiosidad. Tras irrumpir en el palacio se encontró con la hermosa joven, pero en lugar de tratar de despertarla a base de besos decidió mantener relaciones sexuales con ella y violarla mientras la princesa dormía profundamente.
Por si fuera poco, de este encuentro prohibido resultó embarazada la joven Talía, que a los nueve meses dio a luz a dos bebés, un niño y una niña. Con su madre durmiente, fueron unas hadas las que ayudaron a su desarrollo a modo de madrinas. Los recién nacidos, Sol y Luna, tenían un destino reservado, ya que en su intento por mamar de la teta materna acabaron succionando el veneno de un dedo de la princesa, que volvió en sí muchos años después.
El reencuentro
Tiempo después, el noble recuerda lo ocurrido en el bosque y decide volver con las mismas intenciones. Sin embargo, allí se topa con Talía y sus dos retoños, a quienes reconoce como suyos. Entonces nace una relación consentida, y el señor y la princesa disfrutan de su amor hasta que el hombre desaparece. ¿Por qué?
Porque su verdadera esposa lo estaba aguardando y, tras escucharle hablar en sueños de la Bella durmiente y de los niños, enfurece. Su cólera es tal que ordena secuestrar a Sol y a Luna y pide a los cocineros que los asen para que se los coma su verdadero progenitor sin que lo sepa. A la durmiente damisela le aguarda la hoguera.
A esta historia de violaciones, enlaces imprevistos, embarazos e infidelidades no se le añadió el canibalismo de menores, dado que el cocinero fue piadoso y sirvió unos pollos en su lugar. Afortunadamente para la princesa, que bastantes desgracias había sufrido, no fue pasto de las llamas, sino que fue rescatada a tiempo, se casó con el noble -que unos años antes la había violado mientras se mecía en los eternos brazos de Morfeo- y fue todo lo feliz que pudo tras tanto imprevisto.
Esta versión impregnada de sexo, muerte y venganza pretendía prevenir a los niños sobre los peligros del mundo real, pero el paso de los siglos fue moderando su moraleja. Perrault, pues, se encargó de iniciar un rumbo que culminó Walt Disney con sus dibujos animados. Los cuentos que se les leen a los chiquitines, pues, han perdido ese factor de sexualidad.