Abro los ojos y sólo veo unos puntos negros. Los cierro de nuevo e intento pensar. Vale, creo que tendré resaca, noto la boca seca y una ligera presión en las sienes. Mi vida por un vaso de agua. Abro de nuevo los ojos, ahora los puntos negros son más y están sobre un fondo marrón.

Parpadeo para enfocar mejor la vista y entonces lo huelo. Es una mezcla de lavanda y canela y lo impregna todo. Siento una presión en la boca del estómago y calor, mucho calor. Creo que no puedo moverme. Tengo que mantener la calma y dejar de sonreír, joder, por qué sonrío?

Hago memoria de la noche para situarme.

Ana celebraba su “vuelta a la vida “, decidió festejarlo con una juerga de amigas, y nosotras el papel de amigas nos lo tomamos muy en serio, así que nos esmeramos en hacerla reír y sobre todo en hacerla beber. Bien, el primer punto aclarado: la resaca será grande.

Cuando ya nos dolían los pies de bailar y de hacer el ganso nos acercamos a la barra, eran las tres de la mañana y yo llevaba como siempre el fondo, así que me tocó hacerme entender por una camarera excesivamente joven, excesivamente guapa y excesivamente delgada y que no era excesivamente rápida: tres gin tonics, dos ron con cola y un vodka con limón.

Empecé a repartir copas y mientras esperaba el cambio comenzó a sonar una de mis canciones favoritas de Extremoduro, era raro oírlos en este tipo de locales así que busqué a Rocío con la mirada y al verla alzó hacia mi su copa en un brindis por los recuerdos compartidos y allí, acodada en la barra, mientras disfrutaba de la canción, me fijé en mis amigas, estaba siendo una buena noche. Ana no dejaba de reírse y de abrazarnos y con el pedo repetía que nos quería y que los hombres eran un asco y que nos fijáramos qué bueno estaba aquel camarero y lo que ella era capaz de hacerle con la boca.

«Eran las tres de la mañana…». | Fuente: Wikipedia.org.

La multitud empieza a dispersarse y supongo que llega la hora de cambiar de sitio, entonces ese olor… lo huelo antes de sentirlo a mi lado y antes de verlo me susurra algo sobre la bebida. Joder, se me acaba de poner la piel de gallina, respondo alguna tontería ingeniosa mientras me giro para ver de dónde proviene esa voz, y al hacerlo me quedo a vivir en una mirada. Ojos oscuros y risueños, bonitos,muy bonitos, como dos puntos de luz.

Al parecer alguno de sus amigos acaba de ligar con alguna de mis amigas, así que tenemos la excusa perfecta para decir tonterías. Hablamos de personas y de lugares, de viajes y anécdotas, hablamos de Kvothe y de Denna. Hablamos y nos miramos y nos miramos y sonreímos, todo en bucle. Estoy coqueteando con él de forma descarada y ya hace como media copa que sé que acabaremos follando.

Quiero besarte, le digo, y cuando su cuerpo reacciona a mis palabras echándose hacia delante lo hago, despacio al principio, descubriendo, conociendo. Tiene un regusto a alcohol y chicle de menta, pero joder, besa bien, besa muy bien. Nos acercamos y dejamos que las manos se busquen, yo voy directa a la nuca, y creo que me quiero colgar de ella como si fuera una gargantilla. Sus manos me acarician la espalda y la cadera. Se separa de mi unos milímetros y me susurra en los labios “vámonos, ven conmigo, vámonos a algún sitio» y me arrasa la boca de nuevo. No nos movemos más allá de nuestras manos buscándose.

A estas alturas yo ya tengo el raciocinio en la piel, que lo llama a gritos, así que le doy la mano y salimos. No podemos dejar de mirarnos, sonreímos y nos besamos, creo que vamos a una media de tres morreos por cada paso. Y hablamos, hablamos casi todo el tiempo. Nos decimos que nos deseamos y lo que nos vamos a hacer, caminamos sonrientes otros dos pasos, no importa lo que tardemos porque sabemos que vamos hacia el otro.

Supongo que pasó un rato cuando oigo las risas de mis amigas gritando algo así como “ese culito que no pase hambre, tú sí que sabes” y me doy cuenta que mis manos están empujando su culo hacia mi ingle y me río y aflojo la presión y él también me sonríe. Las voces se van alejando. Me envuelve con su brazo por mi cintura y me susurra “joder, quiero comerte entera”.

– Pues vayamos por partes.

Y nos reímos a carcajadas sin soltarnos las manos. Absortos en el otro como tontos. Al final conseguimos parar un taxi y no dar mucho la nota en el viaje, sin dejar de rozarnos, eso sí, anticipando, saboreando la espera, la antelación, las ganas.

Entramos en su casa ya a trompicones ,ansiosos y sedientos del otro y bruscamente me empujó contra la pared y me subió los brazos sobre mi cabeza, agarrándolos ambos con una sola mano. La otra ya estaba sobre mis tetas. Le quité la camiseta que llevaba y me perdí en su piel. Levanté mi pierna para enlazarla sobre la parte baja de su culo, ansiando su polla en mi pubis, buscando fricción.

«Nos besamos como locos». | Fuente: Debianart.com.

Se arrodilla para quitarme los pantalones y allí en el medio del pasillo pone mi pierna sobre su hombro y comienza a besarme por las ingles, acercándose con la lengua al clítoris que está a punto de reventarme. Le agarro el pelo y lo empujo hacia mi, y él responde como si tuviera hambre atrasada, como si yo fuera su mejor comida y me corro. Al hacerlo los espasmos hacen que me flaqueen las piernas pero él me sostiene y me vuelve a besar.

De nuevo me acorrala contra la pared y levantándome del suelo me penetra. Es una sensación de plenitud, de placer en cada movimiento que hace para llegar más adentro de mí, solo puedo gemir y mover mis caderas buscando más, vamos perdiendo el control si alguna vez lo tuvimos y a medida que me folla más fuerte, me dice cosas más dulces y no deja de besarme y tampoco me deja bajar los brazos. Es una sensación de entrega y de victoria.

Vuelvo a correrme unos segundos antes de que él lo haga también, y no deja de acariciarme.

-«Llegados a este punto, te podías quedar a dormir«, y sonríe mientras me besa.” «No estoy saciado”.

Y aquí estoy ahora, con resaca y atrapada entre sus brazos con una sonrisa en la boca recordando todo lo que pasó esta noche. Impregnándome de su olor a canela y viendo esos puntos negros que ahora que enfoco la mirada descubro que son los poros de su piel, su barba incipiente.

La canción de Extremoduro. | Fuente: Wikipedia.org.

Y supongo que tendría que irme, que debiera aprovechar ahora y deshacerme de su abrazo y escapar, huir antes de que sea tarde, si no lo es ya. Te puedes enamorar de alguien después de una gran noche como esta, así que me muevo y él se gira quedando boca arriba, la respiración tranquila pero no tan profunda como antes, lo miro y lo admiro y separo las sábanas.

Me levanto despacio atenta a su respiración y salgo hacia el pasillo; toda mi ropa está desperdigada y la voy recogiendo sin parar de sonreír, atesorando detalles. Entro en el cuarto de baño y me siento a hacer pis, echo un ojo alrededor y me quedo mirando el reproductor de CD que hay en una estantería, parpadea un punto rojo y en la pantalla aparece un título y un número, así que me levanto y vuelvo despacio a la habitación, él sigue dormido y no nota cuando me vuelvo a meter en la cama, no sabe que algo me hizo volver, quizá no entiende que ese punto rojo que parpadea llamó mi atención para darme cuenta que era la canción de Extremoduro la que estaba escuchando; que no puede ser tanta coincidencia, o que no quiero yo que lo sea, que prefiero matar las probabilidades, y no dejar de poner esta sonrisa que me nace sola, así que lo acaricio y comienzo a lamerle la polla, a besar su glande y soplar suavemente en los huevos.

Despierta su polla antes que él y cuando lo hace se encuentra mis ojos mirándolo mientras le hago una mamada. Con su polla en la mano le sonrío y le digo “No me voy a ir sin saber tu nombre” y vuelvo a lamerlo, él se ríe y su cara ilumina la habitación. Y gime y entrecierra los ojos y yo me doy cuenta de que esta historia no entrará en tres puntos suspensivos…

Autora: @fuiesther.

Imagen de portada: Pixabay.com.

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