Me encontraba en una amplia sala, sillas a uno y otro lado, sobre una alfombra de color dorado, mirara donde mirara había libros. La ocasión merecería que aquel fuera el enclave. Asistía a la presentación del libro de la escritora más influyente de mi localidad.
Fueron entrando todos los invitados al evento, yo ya me encontraba allí, me gusta acudir a los sitios con tiempo suficiente por si surge algún imprevisto.
Cuando la sala se hallaba prácticamente completa, cruzó el umbral de la puerta ella, subida a unos enormes tacones que estilizaban su silueta, enfundada en un vestido negro con alguna que otra transparencia que hacía que cualquier mente un poco perversa, como la mía, volase e imaginase que escondía debajo.
Nunca había habido nada entre nosotros, ambos éramos periodistas y solíamos coincidir en diversos eventos, pero sí es cierto que se notaba química entre nosotros, miradas que no necesitaban ir acompañadas de palabras, tensión sexual.
Se sentó junto a mí, no la había visto, me percaté porque su fragancia penetró dentro de mí, tan dentro que como he dicho antes, mi mente perversa comenzó a volar. Por culpa de lo que mi mente elucubraba creció una erección dentro de mis pantalones. Estaba sentado por lo que era complicado de disimular.
Miré a mi compañera de asiento y vi cómo miraba sutilmente mi entrepierna. Y una sonrisa maliciosa hizo aparición en su rostro. Acto seguido dicha sonrisa apareció en el mío. En ese momento tuve la sensación de que nuestras mentes se conectaron.
La presentación ya llevaba unos 40 minutos desarrollándose y decidieron hacer un receso. Unos aprovecharon para salir a fumar y otros para asaltar el catering. Yo no me moví del sitio pero ella se levantó, no sin antes susurrarme al oído, lanzarme una sonrisa y acariciar mi mano: “Podemos aprovechar para que me enseñes lo que escondes”.
Unintenso calor recorrió todo mi cuerpo y mi sexo se endureció de nuevo. Fui detrás de ella, caminaba con paso ligero y decidido. Yo intuía donde nos dirigíamos y el calor que sentía se hacía más intenso. De repente, ella frenó en seco, a nuestra derecha descubrimos una puerta entreabierta. Me dijo: “No hagamos más larga esta espera”.
Entramos en la habitación, era un despacho, no sabíamos a quien pertenecía ni era algo que en ese momento nos importase. Cerró la puerta a su espalda. Se quedó allí apoyada y me atrajo hacia sus labios. Comenzamos a besarnos de forma muy apasionada y salvaje. Nuestras lenguas luchaban en el interior de nuestras bocas. Pero en aquella batalla no habría ni vencedores ni vencidos. Solo dos cuerpos complacidos.
La ropa comenzaba a sobrarnos. Yo deslicé hacia abajo la cremallera que llevaba a la espalda, esto hizo que su vestido cayera al suelo, y dejara a la vista un sensual conjunto de lencería negra de encaje. Cada segundo que pasaba hacía más calor y estaba más excitado. Ella desanudó mi corbata, desabrochó mi camisa y comenzó a lamer mi torso desnudo.
Mis dientes se clavaban en su hombro, mientras ella acariciaba mi polla sobre el pantalón, para unos segundos más tarde comenzar a deshacerse de él. Una vez me lo había quitado, la cogí en brazos contra la puerta del despacho. Entre jadeos le dije: “Apártate el tanga, del resto me encargo yo”
Comenzaron una sucesión de embestidas, yo quería que gritase pero en la situación que estábamos era mejor que no lo hiciese. “Jadéame al oído” le ordené. Sus fluidos resbalaban por mi sexo y notaba humedad hasta el inicio de mis piernas.
Ella se agarraba fuerte a mi cuello, a la vez que se le entrecortaba la respiración, ocupándose de que durante unos días tuviese el recuerdo de aquel momento en mi espalda. Nuestros movimientos iban acompasados, al mismo ritmo, mi polla entraba con suma facilidad en ella, bien profundo, mientras apretaba para que yo sintiese cada centímetro de su interior. Se estaba corriendo.
Me susurró al oído: “Bájame, quiero saber si sabes igual de bien que hueles”. Se arrodilló y comenzó a lamer de arriba a abajo cada rincón de mi miembro erecto. Mirándome a los ojos, a la vez que movía su mano. No apartó ni un segundo sus ojos de los míos, yo jadeaba y me balanceaba adelante y atrás mientras me la chupaba. Quería seguir follándomela.
Me pedía que me corriese en su boca. Y así lo hice. Nos vestimos, volvimos a la presentación que se encontraba en su recta final intentando aparentar que no había pasado nada y, salvando el brillo de nuestros ojos, creo que conseguimos nuestro objetivo. Obviamente, ambos tuvimos que tirar de ingenio e imaginación para escribir una crónica que no fuera totalmente inventada.
¿Coincidiremos en alguna otra ocasión…?
CONTINUARÁ…
Autor: @Simon_Galante