Peli. Compañía. Posible mantita. Palomitas, chocolate, chucherías o cualquier cosa que se lleve a la boca. Proximidad. Una mano inicia una incursión en territorio enemigo y comienza a dirigirse lentamente hacia la ropa interior. Las sonrisas cómplices no tardan en aparecer y en cruzar miradas, besos y caricias para mayores de 18 con un final más que probable: el sexo en el sofá.
Este improvisado -já- encuentro es una de las posibilidades más cómodas para abandonar la rutina de la cama cuando estamos en casa. Los ingredientes son aparentemente sencillos, ya que basta con una ración de privacidad aderezada con un preservativo y una pizca de atención para disfrutar de esta alternativa.
Preparativos para el sexo en el sofá
No hace falta ser un genio para deducir que hay personas con quienes no se puede ver una película sin que pasen cosas. Aquí entra en juego la prevención en forma de consejos como el de tener preservativos preparados para que no se corte el rollo si toca recurrir a ellos. Lo mismo ocurre con el mando de la tele o todos esos artilugios que merodean en el sofá preparados para clavarse cuando y donde menos oportunos son. Mejor será tenerlos alejados.
Una de las claves del sexo en el sofá es que ofrece unas posiciones en las que manda la cercanía, con lo que las posturas también lo reflejan. Durante el sexo oral un buen plan puede ser deslizar la ropa interior hasta los tobillos y, con el beneficiario sentado al borde del asiento, que la otra persona, arrodillada, haga maravillas con su lengua. Esta vía es perfecta tanto en chicos como en chicas, así como para permitir que quien recibe el placer pueda colocar sus manos en la nuca del acompañante para marcar la velocidad y el ritmo de la sesión.
Estos prolegómenos también se pueden aplicar como si se hicieran en la cama, con ambos tumbados tanto mediante un 69 como en acción individual. Todo depende también de las dimensiones del tresillo -qué palabra más hermosa-, pues no siempre será posible echarse cuan largos somos sobre él.
Sexo en el sofá: piel con piel
Según hemos ido advirtiendo, el sofá propicia la cercanía de los cuerpos y es nuestra responsabilidad corresponder esta virtud. Una vez en materia sexual, tanto en citas heterosexuales como homosexuales se abre el cómodo y placentero recurso de que, con el chico sentado, su acompañante aproveche la más que probable erección para erigirse sobre ella y dejarse llevar.
En caso de apostar por hacerlo frontalmente, los rostros quedarán prácticamente pegados y podrán reforzar la excitación con besos, lametones o esos mordiscos en el cuello que tan bien se complementan con un buen agarrón de nalgas. Asimismo, en el caso de una relación chica-chico, el pecho de esta queda a una tan escasa como tentadora distancia, de modo que será difícil evitar las ganas de estimular los pezones y los senos con lengua y labios.
¿Y qué pasa con las manos? Efectivamente, el culo es un buen lugar donde posarlas y, con la fuerza que requiera el momento, atraerlo y alejarlo para que la penetración sea todavía más profunda. En caso de que ella tome las riendas del sexo, las manos masculinas podrán refugiarse en sus pechos o en su clítoris, donde a buen seguro serán bien recibidas.
En cuanto a las manos de quien está recibiendo al pene, tiene tres planes donde elegir: posarlas sobre la pared, en el pecho de su compañero o en sus propios muslos, por no hablar de la siempre recurrente autoestimulación. Ya nos entendéis.
Ahora bien, no tiene por qué ser un polvo cara a cara. Girarse 180 grados, introducir el pene y darle la espalda a quien penetra abre es un digno plan de sexo en el sofá. En este caso se pierde ese contacto ya mencionado en favor de las fantasías, ya que es más fácil imaginar que una de las dos partes es esa persona que ocupa nuestras más privadas ensoñaciones. Pero shhh, que no se entere nadie.
Tanto con dos chicos como una mujer y un hombre, esta pose ofrece una fácil masturbación a quien se encuentra arriba. En ambos casos, el penetrador tiene las manos lo bastante libres como para dirigirlas al pene o al clítoris más cercano y seguir buscando el mayor orgasmo que jamás haya conocido ese salón. ¿Alguien se viene con nosotros al sofá para practicar?
Por cierto, insistimos en las dimensiones de dichos sofás. Los más grandes, incluso que hacen las veces de cama, también permiten el sexo tumbados, aunque quizá para eso ya esté el colchón. Lo dicho, queda a gusto del consumidor.
Información de servicio del sexo en el sofá
Está bien, la idea de este texto es haber despertado ganas de fornicar en tal lugar del hogar. En caso de haberlo conseguido, más allá de la satisfacción del trabajo bien hecho, allá va un resumen de lo que debes considerar antes de llevarlo a cabo.
-Privacidad: certificar que los críos estén dormidos y que el invitado gorrón ya se haya ido a su casa.
-Orden: lo dicho, mejor quitar todo lo que pueda interferir en el sexo.
-Moderación: ojo con la fuerza con la que se cabalga y se penetra, la pared no anda lejos y los cabezazos pueden ser terribles.
-Sofás de piel: cuidado, con el sudor no hay dios que se despegue. Puede ser desagradable.
-Tapetes: los tapetes victorianos de ganchillo son muy bonitos hasta que te sientas y su forma se te queda grabada en el culo sine die.
-Higiene y precaución: una caja de preservativos y un bote de lubricante siempre son bienvenidos en el salón. Como buen espacio público de tu casa, limpia el lugar del crimen antes de que el próximo invitado que hurgue entre los cojines del sofá encuentre algo más que monedas de cinco duros, llaves perdidas, caramelos, el Santo Grial y 53 bolígrafos.