Julio es un mes muy especial para millones de personas en todo el mundo. El movimiento del Orgullo sale a las calles en decenas de países para mostrar lo que han conseguido y lo más importante, reivindicar que todavía es necesario avanzar mucho para seguir recorriendo el camino del arcoiris sin que nadie arrugue la nariz al ver a dos personas de un mismo sexo amándose.
Ya son cuatro décadas en las que los adoquines de Madrid son testigo de millones de personas y varias generaciones inundando la capital de colorido, buen rollo y sobre todo, tolerancia. Da igual quién le coma la boca a quién, con qué identidad se siente cada persona más cómoda o cómo concibe cada uno el amor. Este sentimiento es el protagonista, el motivo que guía a todos los corazones.
El pasado 7 de julio Madrid volvió a abrir sus brazos a un evento que sirve de colofón a una semana bajo la bandera multicolor y de la tolerancia. El desfile de hasta 45 carrozas, concentra a decenas de miles de personas, cada cual con un currículum sexual a sus espaldas, para disfrutar de una fiesta con mucha música, muchas ganas de diversión y, sobre todo, unos mensajes cargados de orgullo.
Allí hay chavales, adolescentes que probablemente ya sabrán lo difícil que es tener una sexualidad no convencional incluso desde la infancia. Familias enteras, con bebés y carritos, también se reúnen para brindar su apoyo a todos aquellos colectivos a quienes parte de la sociedad aún no termina de ver con buenos ojos. Queda mucho trabajo, pero la unidad y la educación llevarán al éxito en una lucha que no debería seguir existiendo.
A medida que cada una de las carrozas se suceden por las calles la gente levanta las manos, canta, grita al son de la música y exhibe pancartas que recuerdan que esto no es una fiesta cualquiera. Sí, te lo puedes pasar bien a la par que exiges que millones de personas no estén invisibilizadas y maltratadas simplemente por amar de una manera que otros no consideran correcta.
Efectivamente, el desfile está cargado de mensajes. En el caso de Control, a la que un año más hay que agradecer que invite a El Sexo Mandamiento a bordo de su carroza, porque nos recuerdan que el mayor orgullo en el sexo es disfrutarlo con cabeza y protección. No tiene sentido hacerlo de otro modo, eso no es gozar de una sexualidad sana.
El Orgullo de Madrid ha cambiado mucho de un año a otro. En 2017 estaban solamente los políticos subecarrozas, por no decir subecarros, que montan en la ola de la tolerancia mientras legislan o apoyan a partidos que lo del tema LGTB+ no lo terminan de ver claro y, ni mucho menos, respaldar. En 2018 los ministros ya no son novios de la muerte sino una parte más de la marea arcoíris que baila al son de A quién le importa lo que yo haga. Cierto es que nos importa mucho lo que hagan, pero de momento no han empezado mal.
En una fiesta como la del Orgullo, en la que coinciden decenas de carrozas y decenas de miles de personas, también hay que acordarse de quienes garantizan la seguridad de todos. Todos los ingredientes suman para que nos hagamos eco de la tarde y la noche sin lamentar incidentes.
Sigamos trabajando para que a nadie le ofenda ver a dos chicos besándose, a dos chicas de la mano, a un señor vestido con ropa ajustada de mujer o a una señora que decidió ser hombre. Todos somos iguales, todos tenemos que avanzar, crecer y desarrollarnos para seguir presumiendo de cómo somos y no de cómo deberíamos ser con el mayor de nuestro Orgullo.