Poco a poco la galería de Pin-ups de ayer y de siempre va llenando su espacio de mitos inmortales. Hemos tenido estrellas morenas y pelirrojas, pero no se puede hablar de erotismo sin tener, como mínimo, a una rubia explosiva. Y no, no es la sempiterna Marilyn Monroe, sino Jayne Mansfield.
Quien más y quien menos ha visto la famosa foto en la que Sophia Loren mira con disgusto el escote de una voluptuosa rubia. La dueña de tan prominente delantera era Jayne Mansfield, actriz, cantante, modelo, Playmate y mito erótico de los 50. Años después, Loren explicó el motivo de esa despectiva mirada. “Estaba vigilando sus pezones porque temía que cayesen sobre mi plato. En mi cara puedes ver el miedo”, aclaró la actriz italiana.
La de Mansfield fue una vida corta y destinada a convertirse en leyenda. Poco se sabe de ella antes de llegar a Hollywood. Nació como Vera Jayne Palmer en Pensilvania el 19 de abril de 1933 y, a principios de los 50, cambió su cabellera castaño oscuro por una melena platina como la de Marilyn.
En aquella época surgieron muchas imitadoras de la famosa intérprete (algo que repetiría Anna Nicole Smith 30 años más tarde) aunque la más conocida sería Jayne. De ella se decía que era superdotada y que tenía un coeficiente intelectual de 163 aunque ella aseguró que «a mis fans no les interesa mi cociente intelectual, ellos están más interesados en mis 102-53-91″. Sea como fuere, Mansfield fue lo suficientemente inteligente como para darle al público lo que quería; la imagen de chica rubia, tonta y burbujeante.
La sirena de las aguas verdes (1955) fue su primera película. El papel que interpretó fue tan pequeño que ni siquiera salió en los créditos, pero el día del estreno consiguió acaparar todas las miradas con una estrategia que se convertiría en su firma. Decidió “perder” la parte superior de su bikini mostrando sus grandes pechos, algo que repetiría en numerosas ocasiones.
«Decidí muy pronto que lo primero que iba a hacer era convertirme en famosa, y ya me ocuparía después de actuar», aseguró Mansfield. Ese mismo año fue Playmate de la revista Playboy y participó hasta en cuatro películas. «Me gusta ser una pin-up, no hay nada malo en ello», reivindicó. La actriz hablaba cinco idiomas y en casi una década estrenó 30 filmes, entre ellos The Girl Can’t Help It (1956)
Pese a ser una starlette, Jayne Mansfield consiguió su propia estrella en el Paseo de la Fama y un Globo de Oro. También levantó el odio de sus compañeras de gremio, la siempre mordaz Bette Davis aseguró que «el arte dramático para ella consiste en saber cómo llenar el jersey». Durante esa época también se comentaba que mantenía numerosos romances con hombres como Robert F. Kennedy y John F. Kennedy.
Estuvo casada en tres ocasiones y tuvo cinco hijos, entre ellos la también actriz Mariska Hargitay, ganadora de un Globo de Oro y un Emmy por su papel protagonista en Ley y orden: Unidad de víctimas especiales. «Me gustaría tener diez hijos más, diez chihuahuas más y unos cuantos Óscar. Mientras tanto, disfruto siendo una sex symbol y haciendo feliz a la gente», comentaba Jayne a menudo.
El Palacio Rosa y Jayne Mansfield
La actriz no consiguió cumplir todas sus ambiciones, aunque sí uno de sus grandes deseos; el Palacio Rosa. Esta estridente mansión de estilo mediterráneo fue erigida en el 57, contaba con moqueta rosa por todas partes (sí, en el baño también), paredes acolchadas en vinilo rojo, fuentes de las que manaba champagne rosado, alfombras de piel de oso, una fachada color pastel, puertas doradas, sábanas de satén, un piano blanco y hasta una piscina en forma de corazón en cuyo fondo se podía leer un gran “I love you Jaynie”.
La casa podría haber sido la de la muñeca más famosa del mundo y el sueño de cualquier niña de la época, pero fue derribada en 2002. No queda claro si fue una tragedia o un acto de favor hacia la humanidad.
A principios de los 60 la paródica figura de Jayne Mansfield perdió fuerza; la broma ya no hacía gracia, Monroe moriría poco después y un nuevo prototipo de belleza femenina estaba desbancando a la plástica Jayne. El erotismo venía en un nuevo envoltorio y los estudios dejaron de ofrecerle papeles. Comenzó a participar en películas de poca importancia, televisión y publicidad. La ‘Marylin del obrero’, como la solían llamar, cumplió al pie de la letra una de sus frases más célebres: «las estrellas fueron hechas para sufrir, y yo soy una estrella».
Crónica de una muerte vudú
La noche del 29 de junio de 1967 el coche en el que viajaba la actriz se estrelló contra un camión que estaba fumigando. En el vehículo viajaban Jayne Mansfield, tres de sus hijos, sus dos chihuahuas, su pareja y el conductor, quien no vio el camión debido a la nube de químicos. Los tres adultos murieron en el acto, no así los niños que dormían en la parte trasera.
Mucho se habló sobre esa muerte; una de las teorías más rocambolescas es que Jayne perdió la cabeza en el choque. Una fotografía filtrada a la prensa daba a entender que había sido así, sin embargo, lo único que había salido volando era su peluca.
Lo único que hacía falta para engrandecer esta historia era un punto de nigromancia. Antón LaVey, una especie de estrella mediática, fundador de la Iglesia de Satán y autoproclamado Papa Negro, aseguró que Mansfield había visitado su casa en diversas ocasiones. Durante una de ellas, el último amante de la actriz decidió encender unas velas para mofarse de su anfitrión.
LaVey lanzó una maldición sobre la pareja y advirtió a Jayne de que el maleficio se cerniría sobre ella si no se separaban. Hechizo o no, lo cierto es que varias desgracias surgieron a partir de ese momento, como el ataque de un león del zoo a uno de sus hijos o la propia muerte de la pareja. Tras el fallecimiento, los siguientes propietarios del Palacio Rosa aseguraron ver a Mansfield paseándose por la mansión.
Ringo Starr, batería de los Beatles, decidió pintar la fachada en blanco tras adquirir la casa. Contra todo pronóstico, el rosa original volvió a hacer acto de presencia, como si el espíritu de Jayne así lo quisiera, dejando al músico atónito. En 1980 la casa fue bendecida por un cura y no volvieron a producirse sucesos paranormales.
Actualmente, de Mansfield solo se recuerda su estrambótica muerte y pocas personas recuerdan su faceta de actriz. Aún con todo es obligado aclarar que Jayne no solo fue una gran representante de la estética pin-up, sino, por encima de todo, una mujer que exploto su sexualidad como quiso y vivió acorde a sus normas.