¿Qué tienen en común el Diccionario de la Real Academia Española y la Constitución que rige a todos los españoles? Que para ambos las escorts no existen, para los unos por no incluirlo entre las palabras del castellano y para los otros porque la prostitución en España habita en una situación de alegalidad, pues vive en un limbo sin derechos, obligaciones ni reconocimiento como profesión.
Sin embargo, que para dos agentes tan importantes como el poder legislativo y el poder idiomático las escorts no tengan presencia no significa que este sector no desempeñe su papel en la sociedad. Para aportar luminosidad al colectivo, en este reportaje se ha contactado con múltiples escorts, así como varias agencias o casas de citas, para contar con su testimonio y expresar la realidad de la habitualmente conocida como prostitución de lujo.
Las respuestas de cada una de estas personas cuentan con similitudes y diferencias, pues detrás de Ariadna Cases, Fosca Bellpuig y Lola (que ya no ejerce), como escorts independientes; y Jessica, Nadine, Lara, Jade y Valeria, que colaboran con la agencia Apricots, hay distintos perfiles y experiencias vitales que han fluido hacia el oficio de escort.
Para ellas, este término, que etimológicamente procede del latín y bebe del italiano, el francés y el inglés para llegar al castellano bajo la acepción británica, consta de notables diferencias hacia el de una prostituta convencional.
El perfil más frecuente entre los anuncios de escorts abunda en esta línea y destaca puntos como el saber estar, el dominio de idiomas, contar con carreras universitarias, elegancia y discreción para seducir un contratante que es heterogéneo pero con ocasionales rasgos comunes. Las chicas entrevistadas coinciden en que habitualmente son conscientes de que recurren a un servicio de calidad y saben moverse en este ambiente.
Así lo expresa Fosca Bellpuig, en comunión con sus compañeras de gremio, quien encuentra un eje común: «destaca el varón maduro, bien posicionado y casado con una vida familiar estable pero monótona, que decide evadirse de la rutina con una mujer preparada para cumplir sus exigencias humanas y sexuales. Por otro lado están los poco exitosos sexualmente o aquellos que buscan nuevos estímulos y no saben cómo hacérselo saber a su pareja».
«También hay hombres con deseos poco convencionales que apuestan por una profesional para cumplirlos sin sentirse extraños o reprimidos», añade Bellpuig. Lara considera que «hay mucho pervertido, aunque en ocasiones te encuentras sorpresas agradables», si bien coincide con la radiografía presentada por Fosca.
Jaime (nombre ficticio) es cliente de una de las escorts consultadas en el reportaje. «Yo contrato los servicios de una profesional del sexo ante la eventualidad de querer gozar de una relación sexual dentro de los parámetros acordados, en alguna ocasión he contratado un servicio para celebrar un aniversario, pero cualquier excusa es buena», afirma sobre las circunstancias en las que solicita estos servicios.
La vida de una escort combina el acompañamiento y la imagen junto a la persona que contrata sus servicios, así que sus capacidades sociales y humanas tienen un peso específico, así como una faceta sexual que, aunque no necesariamente salga a colación, es un factor importante en su profesión. Así, desempeñar este trabajo conlleva unas repercusiones en las que las escorts expresan pensamientos similares.
«Lo mejor es la libertad de decisión. Eres dueña de tus actos y responsable de tus aciertos y errores. También me gustaba sentirme empoderada y deseada y, sobre todo, hacer felices a mis clientes» afirma Lola. El componente sexual también es clave para Ariadna Cases, que apoya la búsqueda del bienestar del cliente y expresa así sus pensamientos: «[ser escort] me ha ayudado a reinventar mi sexualidad, a entender que mi satisfacción sexual no es responsabilidad de la persona que está conmigo sino mía, a adueñarme verdaderamente de mi cuerpo y a superar complejos».
Un sector que pese a su alegalidad mueve un importante volumen económico, que según el último Estudio de Cooperación y Desarrollo de la Seguridad Social, emitido en 2006, hace ya más de una década, opera en España con unos 18.000 millones de euros (el 1,61 % del PIB de 2016). Por tanto, no es de extrañar que el aspecto económico también sea importante. Jessica, Jade, Janide, Valeria y Lara admiten sin reparo que «lo mejor es el dinero y que se obtiene rápidamente», si bien Lara matiza que «rápido pero no fácil».
No entra en el imaginario social el que tu hija, tu sobrina o tu nieta vayan a ser putas
Cases reflexiona sobre este poso social y señala a un contexto desfavorable para la mujer y de preponderancia masculina: «aún se ve que la sexualidad es del hombre, es inaceptable que una mujer se apropie de su sexualidad y la emplee como trabajo. Dicen que una mujer no nace para ser puta, quizá no, pero sí nace para ser lo que ella quiera. Ser puta quiere decir ofrecer servicios sexuales consentidos entre dos adultos a cambio de dinero. Nuestro consentimiento y balance de la situación al mantener una relación con alguien a cambio de dinero es suficiente».