La vulva con es una de las partes del cuerpo femenino más complejas y con más engranajes, y, como sucede con las grandes maquinarias, a más componentes, mayor riesgo de problemas. La vulvodinia es uno de esos trastornos que tienen lugar en las partes más pudendas de una mujer y que afecta al 10-15 % de las mismas.
Sus principales síntomas son ardor, inflamación, escozor, paspadura (agrietamiento o irritación de la piel), sensación pulsátil en el área, picazón o dolor durante las relaciones sexuales. Las molestias pueden darse de forma esporádica o constante, puede ser un dolor generalizado o localizado solo en una de las muchas zonas de la vulva.
La vulvodinia dura un mínimo de tres meses y puede extenderse hasta varios años. Aunque no existe aún una causa para tan molesto trastorno, si que hay diversos tratamientos para devolver a los genitales a ese estado de paz que se merecen. A menudo se exige a la pareja sexual que conozca hasta el más recóndito lugar de la intimidad femenina, pero es más importante aún que la propietaria de la vulva sea la que posea dicho conocimiento.
Una vez identificada la molestia y el lugar en el que se encuentra lo más importante es acudir a un médico que escuche el caso y realice una exploración. A menudo, la vulvodina se puede confundir con otras enfermedades que causan dolor en la zona como las infecciones bacterianas, la candidosis, el herpes, las afecciones cutáneas precancerosas, el síndrome genitourinario de la menopausia y otros problemas médicos, como la diabetes. En la mayoría de casos, se llega al diagnóstico por descarte.
Pero ¿por qué recibe el término de ‘vagina deprimida’? Básicamente porque las molestias y la incapacidad para mantener unas relaciones sexuales satisfactorias pueden derivar en ansiedad, depresión, problemas de autoestima, de pareja además de alteraciones del sueño o de la imagen corporal. La vulvodina no es moco de pavo (o de vagina, en este caso) y ha de ser tratada con paciencia y optimismo.
Los seis jinetes del no apocalipsis genital
Este trastorno puede ser difícil de sobrellevar a nivel psicológico, pero hay que recordar que si tiene solución. Pero, antes de eso, hay que identificar de qué tipo de vulvodina se trata. La Asociación Española de Algias Perineales y Neuralgias Pudendas establece seis tipos:
- Vestibulitis vulvar: Se trata de un dolor y escozor localizados en la parte de la vulva ubicada entre los labios menores, estos síntomas con frecuencia suelen hacer imposibles la penetración.
- Vulvodínia esencial o disestésica: Frecuente en mujeres que hayan pasado la menopausia y que se caracteriza por un dolor constante, es decir, crónico.
- Vulvovaginitis cíclica por candidiasis recurrente: Se produce durante la fase lútea (la que empieza justo después de la ovulación y dura hasta el día antes de la siguiente regla) y se puede tratar con medicamentos.
- Papilomatosis vulvar: Se detecta ante la presencia de diversas papilas con forma simétrica que cubren los labios menores.
- Vaginosis citolítica: Ah, los lactobacilos, esos pequeños bichitos que suenan más a componente de yogurt que a otra cosa y que también se encuentran en la flora vaginal. En este tipo de vulvodina se produce una excesiva floración de lactobacilos provocando síntomas similares a la de la vulvovaginitis cíclica.
- Lactobacilosis: Como ocurre en el caso anterior, estas pequeñas bacterias benignas pueden aparecer en mayor cantidad de la debida traduciéndose en una alteración del pH vaginal o el ardor premenstrual.
El tratamiento de la vulvodinia
Los expertos recomiendan tener una higiene vulvar frecuente pero no agresiva, realizar ejercicios de suelo pélvico y practicar técnicas de relajación que reduzcan el estrés. Algunos recomiendan también mantener relaciones ya que aumentan los niveles de colágeno y el flujo sanguíneo, disminuyendo así los dolores.
En el caso de los medicamentos también se pueden recetar analgésicos, estrógenos, inyecciones de botox, gabapentina o esteroides. Solo en casos poco frecuentes se suele recurrir a la intervención quirúrgica.
Todos estos tratamientos suelen ir acompañados de una terapia psicológica o de pareja que ayude a superar este bache trabajando la autoestima, la confianza y la paciencia. Recuerda, si tienes cualquier molestia deja a un lado la vergüenza y consulta a tu médico, tu vulva te lo agradecerá.