«Mi productor se sube al avión a las 7 en punto, a las 8 lo tendré en la cama y para las 9 tendré todo lo que quiero«, una frase así solo podría salir de la escarlata boca de una auténtica pin-up. Actriz, modelo, vampiresa y mito, Verónica Lake tuvo una vida corta pero cargada de icónicas señas. Una de ellas fue el peinado ‘peek-a-boo bang’, un símbolo de sensualidad y misterio tan copiado por las americanas que su Gobierno tuvo que tomar cartas en el asunto.
La protagonista de este Pin-ups de ayer y de siempre fue bautizada con el poco glamouroso nombre de Constance Frances Marie Ockelman. Nació en Nueva York el 14 de noviembre de 1922, descendiente de alemanes, su padre trabajaba en una estación petrolífera.
A los nueve quedó huérfana por el lado paterno, algo que la marcaría profundamente. Fue enviada a un colegio católico; Constance odiaba dicha institución y provocó su expulsión tanto de ese centro como del siguiente en el que fue matriculada. Su madre llegó a comentar que Lake sufría de esquizofrenia paranoide en su infancia, la actuación fue una forma de dar salida a su comportamiento.
En el 38 la familia se muda a California para que Constance pudiese estudiar interpretación, apenas un año más tarde y con 17 años nuestra protagonista aparece en su primera película, Sorority House. Durante el rodaje, el director se dio cuenta de que el caprichoso mechón que caía sobre el ojo derecho de Constance le daba un aire único, atractivo y peligroso.
Convencido del talento de la joven, decidió presentarla a un productor de la Paramount. En ese mismo despacho muere Constance Ockelman y nace Verónica Lake, cuyo apellido fue inspirado por la profundidad de sus ojos azules.
La fama no la alcanzó hasta el año 41, para entonces (y con tan solo 19 años) ya había contraído matrimonio y dado a luz a una niña. Sin embargo, su verdadero hito no fue hasta 1942 con el estreno de I married a witch (Me casé con una bruja). Esta película serviría de inspiración para la popular serie de televisión de los 60 Embrujada y para la canción homónima del desaparecido Tino Casal.
Verónica se comía la pantalla, era menuda (medía 1,51 metros) pero su presencia era aplastante y su forma de actuar hicieron sentirse tan incómodo a Fredric March, su compañero en la película, que el actor comenzó a llamar al filme I married a bitch (Me casé con una zorra).
El mechón del deseo de Verónica Lake
Mucho antes de su primer papel protagonista, la problemática niña de Brooklyn ya había protagonizado su primera portada en la revista Life. Hollywood vendía la imagen de una Verónica peligrosa, seductora, enigmática e indescifrable. Todo simbolizado en esa melena ondulada que tapaba la mitad del rostro y que recibió el nombre de ‘peek-a-boo’. Como Bettie con su flequillo y Rita con su flamígera melena, Lake era una pin-up con peinado propio.
La Segunda Guerra Mundial estalla durante el máximo apogeo de la actriz, de un lado a otro de Estados Unidos las mujeres imitaban el estilo de Lake. La moda llegó al extremo de provocar accidentes laborales. Las melenas de las trabajadoras de las fábricas armamentísticas solían quedar enganchadas en la maquinaria y obstaculizaban la visión.
La crisis llegó a tal punto que el Departamento de Guerra pidió ayuda a la productora. Verónica grabó entonces un bizarro anuncio para animar a las jóvenes patrióticas a usar un peinado más práctico y menos peligroso.
Verónica tenía muchas caras, una de ellas era la de pin-up glamourosa a la que las mujeres querían imitar y que inspiraban a los soldados en el frente. Durante la guerra en el Pacífico llegaron a bautizar una pequeña isla en honor de la artista. Otro de sus rostros era el de talentosa actriz, don que se vio opacado por su belleza y que hasta la propia actriz desdeñaba. «Podrías poner todo mi talento delante de tu ojo izquierdo y seguirías sin tener problemas de visión«, llegó a asegurar.
Participó en más de una treintena de películas a lo largo de su carrera, pero su fama de actriz difícil puso frenó enormemente su trayectoria. El carácter de Verónica Lake dentro del estudio era muy fuerte, se ganó el apodo de ‘La Zorra’ en el mundillo Hollywoodiense (un clásico, utilizar la sexualidad como máxima forma de descalificar a una mujer) y Joel McCRea declinó volver a trabajar con ella aludiendo que «la vida es demasiado corta para dos películas con Veronica Lake».
En esta época su madre la demanda por los cuidados que le había procurado durante su formación como actriz y Lake es condenada a pagarle una pensión. Sus condenas por impago de impuestos y su afición por las drogas y el alcohol terminaron por rematar la cuenta bancaria de la actriz.
Recién divorciada, con tres niños y en bancarrota, Lake había sido víctima de los deseos de su madre ya que ella nunca quiso convertirse en actriz. Cambió el rumbo de su carrera y comenzó a hacer producciones de baja calidad y programas de televisión.
Contó con numerosos amantes como Gary Cooper, Aristóteles Onassis, Clark Gable, John Kennedy o Howard Hughes. Cuando un periodista la descubrió trabajando como camarera en un hotel de Manhattan y publicó la historia en el New York Post fue precisamente uno de ellos quien acudió en su ayuda.
Marlon Brando, uno de los pocos amigos que le quedaban, había compartido con Verónica la pasión por el alcohol y las orgías. Tras la publicación de la noticia envió un cheque de 1.000 dólares a la actriz. La siempre icónica Lake nunca llegó a cobrarlo, en su lugar lo enmarcó para mostrarlo a las visitas.
El incidente la devolvió a la vida pública lo suficiente para volver a la televisión como presentadora, pero a finales de los 60 su deterioro físico y psíquico ya era evidente. Fue recluida por paranoia convencida de que el FBI la estaba investigando. A su salida publicó una autobiografía muy aclamada por la crítica. «Nunca deseé ser una estrella, nunca me lo tomé en serio. No podía vivir, no podía soportarlo, odiaba ser algo que, en realidad, no era”, confesó en la obra.
Falleció el 7 de julio de 1973 con tan solo 50 años. Su alcoholismo le costó una hepatitis y una insuficiencia renal que resultaron ser irreversibles. Constance fue devorada por Verónica Lake, un personaje erótico y perfecto fabricado por la industria que pasó a formar parte del muro de mitos inmortales del Hollywood dorado.