Sexo e irreverencia en el Nuevo Hollywood

La década de los sesenta en Hollywood supuso un momento de ruptura con el modelo clásico que había encumbrado a la industria cinematográfica estadounidense. En un momento en que el cine necesita reinventarse, influido por la llegada de las nuevas corrientes europeas (nouvelle vague en Francia, neorrealismo italiano, free cinema inglés), el público joven y cinéfilo que ha consumido producciones independientes y cine de Serie B  demanda irreverencia, sexo y violencia en el cine como contrapunto al cine hegemónico que había presentado el Sistema de Estudios hasta la fecha.

Podemos decir que el nacimiento de lo que se conoció como Nuevo Hollywood es el resultado de distintos factores que, hilados, forzaron el declive del cine clásico y provocaron la llegada del cine moderno. En 1967 se estrenan dos películas cuya representación de la juventud, el erotismo y la sexualidad da el pistoletazo de salida para que la generación posterior (denominados movie brats, los «mocosos del cine») lleve a su punto álgido un nuevo estilo cinematográfico.

Este aunó las características del cine de autor europeo con la demanda de sexo y violencia del público joven norteamericano, influido en el momento por la reivindicación contracultural. Estas dos películas son Bonnie & Clyde (Arthur Penn, 1967) y El graduado (Mike Nichols, 1967), pero al hablar de Nuevo Hollywood hablamos también de películas como Easy Rider (Dennis Hopper, 1969), La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968) o El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972).

Estas cintas, a su vez, veían como precedente en la industria estadounidense a directores de la talla de Alfred Hitchcock, quien a lo largo de su filmografía y especialmente con Psicosis (1960) había puesto sobre la mesa numerosos tabúes cinematográficos relacionados con el sexo y la violencia. Asimismo, había desafiado algunas de las normas sobre erotismo que se pronunciaban en el Código Hays, un sistema de censura cinematográfica que prohibía expresamente besos o abrazos lascivos, así como poses o gestos sugestivos.

Psicosis, Marion Crane, Ducha, sexo
Escena de la ducha en Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Janet Leight interpretó a la fugitiva Marion Crane. | Fuente: Flickr.

Azar, erotismo y libre albedrío

Bonnie & Clyde es la historia de una pareja de jóvenes delincuentes que, durante la época de la Gran Depresión en Estados Unidos, forma una banda de atracadores de bancos, iniciando una vida basada en la aventura, el azar y el crimen. Está basada en la historia real de este dúo delictivo, y su rodaje se llevó a cabo en la primavera de 1967, siendo los escenarios de grabación sitios cercanos a aquellos en los que habían actuado los verdaderos Bonnie y Clyde, en el estado de Texas.

Esta película constituye uno de los ejemplos más visibles capaces de explicar el fin de la hegemonía del modelo clásico por su representación del erotismo, de la violencia y del papel del fugitivo desde una perspectiva hasta entonces desconocida.

Bonnie Parker, Clyde Barrow, sexo
La pareja real de atracadores formada por Bonnie Parker y Clyde Barrow | Fuente: Wikimedia Commons

Pero, ¿qué impulsó a sus realizadores a darle este cariz indómito y desconocido hasta la fecha? Sin duda, la existencia de un nuevo público con gustos y exigencias muy distintas a las del anterior; los nacidos durante el baby-boom posterior a la guerra, una generación por cumplir los veinte años cuyos intereses cinematográficos, musicales y, en general, artísticos, se hallaban muy alejados de los de sus padres.

Este nuevo público está viviendo el movimiento hippie, la lucha contra la Guerra Fría, la reivindicación de los derechos de la comunidad negra en Estados Unidos, la llegada de la contracultura, la movilización feminista o la reivindicación LGBT. Se trata de un compendio de acontecimientos sociales y culturales que exigen la evolución y apertura del cine a contextos más espinosos y arriesgados.

Teniendo en cuenta este nuevo escenario de preferencias artísticas, la historia de Bonnie y Clyde resultaba perfecta para convertirse en un guion, y fueron David Newman y Robert Benton quienes se encargaron de ello. Si bien en un principio se le ofreció la dirección a François Truffaut, consagrado director francés y uno de los instigadores de la Nouvelle Vague gracias a películas como Los cuatrocientos golpes (1959), este declinó la oferta, no sin antes recomendarle el papel de Clyde Barrow a Warren Beatty, considerando que el actor estaba perfectamente adecuado a ese papel.

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Warren Beatty como Clyde Barrow en Bonnie & Clyde | Fuente: itsnotyouitrsme.org

La pareja perfecta: sexo y tensión

Beatty, mujeriego y estancado en una carrera que él creía infravalorada, era la viva imagen del joven atractivo y políticamente incorrecto  que había de encarnar en el personaje de Clyde. Por su parte, Faye Dunaway, que debutaba en el cine ese mismo año con otras dos películas (El suceso y La noche deseada), nos dio un personaje femenino que, convertido en un emblema de irreverencia, serviría para inspirar a otras mujeres de cine. La pareja que formaron ha constituido un referente para la cultura popular en cuanto a mitificar las relaciones afectivas basadas en el libre albedrío y en la no existencia de normas.

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Faye Dunaway como Bonnie Parker en Bonnie & Clyde | Fuente: giphy.

El sexo y su representación es una de las cuestiones que fijan la ruptura con el Sistema de Estudios y que Bonnie & Clyde explota a través de una tensión sexual establecida entre los protagonistas que no es resuelta hasta los diez minutos finales de la película. Las referencias sexuales y las escenas de carácter erótico proliferan a lo largo de todo el film, sutiles al principio pero progresivamente más explícitas, incrementando así el atractivo que ofrecía este contenido a un público joven y ávido por encontrar una ruptura con el cine tradicional y generalmente conservador que asociaban a la generación de sus padres.

La aparente impotencia de Clyde, incapaz de tener relaciones sexuales con Bonnie -pese a su deseo manifiesto-,  el atractivo físico y carismático de ambos personajes, las situaciones límite, la pasión en su sentido más visceral y la erotización y sexualización que convierten a Bonnie en un objeto de deseo desde el inicio de la película dan lugar a una tensión sexual que representa uno de los pilares de más peso en la narrativa, convirtiéndose en una de las causas que mitifican a la pareja y que hacen de la la película un clásico atemporal.

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