Resulta irónico pensar que el sexo, un tema tan recurrente en las distintas disciplinas artísticas a lo largo de la historia, haya sido el objeto de censura más castigado por los tabúes cinematográficos. La censura ha actuado sobre la representación de la sexualidad de distintas formas, obteniendo siempre actitudes detrás de la cámara que han tratado de burlarla.
Pero, ¿por qué existe este tabú? ¿Cómo nace la demonización del sexo? Al remitirnos a los mitos primigenios de Lilith y Adán y Eva, recordamos que se presenta a la mujer como primer demonio y madre de todos ellos – Lilith – o como precursora del Pecado Original – Eva -. Este Pecado Original, comerse una manzana (una metáfora para decir que la pareja mantuvo relaciones sexuales), supuso la expulsión del Edén en la historia y el germen del estigma sexual en la cultura judeo-cristiana.
La mujer – entendida desde este punto de vista como una mera tentación sexual para el hombre – y el sexo han sido por ello demonizados y estigmatizados, convirtiéndose en objeto de represión y censura. Dependiendo de la época, esta censura ha sido más o menos estricta, pero cabe recordar que el cine, un arte que tiene poco más de cien años y en el que daríamos por hecho que ha existido siempre libertad de contenido, ha sido – y es – víctima de la prohibición.
Censura estadounidense, el Código Hays
Lo que se puede y no se puede mostrar siempre ha tenido que ver con quién manda, y manda quien tiene el dinero para producir. Teniendo en cuenta que el precio mínimo para realizar una película en España actualmente es de unos 500.000 euros – y estaríamos hablando de un film bien modesto -, la norma del dinero tiene más sentido que nunca si la traducimos al idioma de Hollywood.
El cine, como arte, es fruto de su tiempo, y, como industria, producto de la economía. Durante la década de los años treinta, que supuso una regresión al conservadurismo respecto a los felices años veinte, el cine norteamericano, que encabezaba la industria mundial tras una Primera Guerra Mundial que había dejado a Europa incapacitada para producir a gran escala, sufrió el veto del Código Hays, un código de autocensura elaborado e impuesto por los grandes magnates de la industria para controlar la producción.
Aunque empezó a pensarse en 1909, se redactó al detalle entre 1929 y 1930 y se aplicó firmemente entre 1930 y 1934. En 1967 deja de existir en teoría, ya que en la práctica se transforma en el sistema de clasificación por edades de la MPAA. En cualquier caso, el Código Hays supuso un tremendo impedimento para el desarrollo del cine, que sufrió la censura en función de los criterios de «motivación narrativa», «buen gusto» y «pertinencia».
Criterios de censura, criterios ideológicos
Y empezamos con las prohibiciones y los tabúes: criterio de motivación narrativa: «toda desviación del orden establecido debe estar justificada y no ser gratuita»; criterio del buen gusto: «se debe sugerir y no mostrar explícitamente»; y criterio de pertinencia: «si se muestra la transgresión, ésta no debe resultar excitante o seductora«. Estas tres premisas de censura sirvieron al Código para restringir y prohibir contenidos, entre los que, por supuesto, se encontraban los de carácter sexual.
Respecto a la sexualidad, el Código actuó de forma directa, prohibiendo los «desnudos sugerentes», la representación de la homosexualidad o, evidentemente, las escenas de sexo explícito. La connotación sagrada de matrimonio y hogar se mantendrían, los besos y abrazos no podrían ser lascivos, la pasión sería abordada de forma que no despertase turbación y la seducción y la violación nunca se podrían afrontar desde la representación, sino a través de la alusión.
Estos principios servían a la ideología más conservadora, propugnada por el Partido Republicano, al que pertenecía William H. Hays, instigador del Código. El cine, una de las máquinas ideológicas más potentes, contribuyó por tanto a hacer del sexo un tabú, y teniendo en cuenta el peso cultural que tiene Hollywood a nivel mundial, se entiende por qué en la actualidad la aprensión respecto a la sexualidad aún existe.
Suavizando la censura
Como escribía en la entrada sobre sexo e irreverencia en Hollywood, los años sesenta serían los precursores del cambio en la industria, como consecuencia de la demanda del público nuevo. Sin embargo, el inicio del Nuevo Hollywood no supuso el fin riguroso de la censura: la clasificación por edades suponía estimar la cantidad de público que iría a ver una película y, por tanto, destinarle más o menos financiación.
Así, las películas con contenido sexual, violento, etc. – y la cuantía de estos contenidos seguía siendo identificada por magnates de la industria – estaban destinadas a un menor apoyo económico, y muchas terminaban en la producción de Serie-B.
La censura, de forma más o menos evidente, sigue presente en el arte, y especialmente en el cine por la capacidad de generar imaginarios que tiene. Al estar sujeto a una financiación tan descomunal, se somete más o menos disimuladamente a los intereses conservadores amparados por las grandes productoras. Y estos intereses conservadores prefieren no educar sobre sexo, igualdad de género, o mostrar una representación de la orientación y de la identidad sexual que se salga de la cis-hetero normatividad.