La historia que sigue a este titular es bastante fuerte, lo avisamos. Efectivamente, trata sobre el reverendo Jerry Falwell y está bien acompañada por una revista sexual con referencias a cabras y primeras veces. Además, aparece la primera enmienda de la constitución de Estados Unidos (EE UU).
Todo comenzó en noviembre de 1983. En aquella época, Falwell era un afamado telepredicador evangelista que lanzaba sus sermones sobre la moral, la rectitud y esas cosas delante de millones de espectadores. Por otro lado, la revista pornográfica mensual Hustler llevaba ya nueve años en circulación bajo el mandado de Larry Flynt, un empresario que lanzó una publicación a la que solo superan en su género las míticas Penthouse y Playboy.
La bebida alcohólica Campari, una especie de vermú a la americana, había lanzado una campaña publicitaria que jugaba con los dobles sentidos de las primeras veces con un anuncio que preguntaba cómo era la first time con este licor. Que cada cual interpretara como quisiera.
Pues bien, de vuelta a noviembre de 1983, Hustler decidió publicar una parodia del anuncio de Campari donde el reverendo Jerry Falwell protagonizaba un delirante diálogo sobre su primera vez. A continuación incluimos la traducción de la conversación reproducida por el medio:
Falwell: Mi primera vez fue en una caseta de Lynchburg.
Entrevistador: ¿No fue un poco angosto?
Falwell: No cuando eché a la cabra.
Entrevistador: Ya veo. Tienes que contarme cómo fue.
Falwell: Nunca esperé que iba a ser con mamá, pero después de que ella hubiera hecho pasar tantos buenos ratos a los chicos de la ciudad, me dije: «¡Qué coño!».
Entrevistador: ¿Con tu madre? ¿No es un poco raro eso?
Falwell: No lo creo. El aspecto no me importa en una mujer.
Entrevistador: Sigue.
Falwell: Bueno, nuestros temerosos de Dios culos estaban borrachos de Carnpari (parodia de la bebida del anuncio), esa mezcla de ginebra y soda que deberían llamar fuego y azufre. Mamá estaba más guapa que una puta baptista con una donación de 100 dólares.
Entrevistador: Carnpari en el cagadero con mamá… qué interesante. ¿Y qué tal fue?
Falwell: El Carnpari estuvo genial, pero mamá palmó antes de que me corriera.
Entrevistador: ¿Lo volviste a probar?
Falwell: Claro, muchas veces, pero no en la caseta. Entre mamá y la mierda, las moscas eran mucho con lo que lidiar.
Entrevistador: Nos referimos al Carnpari.
Falwell: Ah, sí. Yo siempre voy pedo antes de subir al púlpito. ¿No creerás que puedo soltar toda esa mierda sobrio, no?
La revista, a pesar de no cortarse un pelo en este diálogo, tuvo la deferencia de indicar, en letra pequeña y al final de la página, que todo era una parodia de un anuncio y que nadie se lo tomara en serio. Asimismo, la imagen se encontraba en la sección de «Ficción: parodias de anuncios y personalidades». Sin embargo, el escándalo que se montó fue tremendo y generó un antes y un después en la libertad de expresión.
El caso Jerry Falwell y la revista Hustler
La polémica no tardó en estallar. El reverendo Jerry Falwell removió cielo y tierra para incriminar a la publicación de Larry Flynt y acusarla de dañar su imagen. La página, creada por Terry Abrahamson y el director artístico Mike Salisbury, llegó a la corte judicial del distrito oeste de Virginia después de la denuncia del religioso, que alegó difamación, invasión de privacidad y afán de causarle perjuicio emocional. Flynt no se dejó amedrentar y volvió a publicarla en la edición de marzo de 1984, en pleno proceso judicial.
El jurado falló que la página no era difamatoria porque se entendía que «no se podía interpretar como acciones cometidas por Falwell en la actualidad o actos en los que hubiera participado». Por contra, admitió que Hustler había invadido la intimidad del reverendo con el objetivo de causarle daño. ¿La sanción? 200.000 dólares que debería pagar la publicación como compensación.
Larry Flynt, que en 1978 quedó parapléjico tras ser disparado por un radical, siguió defendiéndose, elevó el caso al Tribunal de apelación de Florida y esgrimió una de las bases elementales para la libertad de expresión estadounidense: el baremo del New York Times sobre la conocida como «malicia real». Este criterio marca la diferencia, en cuanto a la publicación de contenidos sobre personalidades públicas, si esa información estaba proyectada para difamar o si solo tenía afán informativo.
El editor de la revista pornográfica se llevó otro varapalo porque esta corte no quiso rebatir la sentencia. El último escalón en su defensa de la libertad de expresión era el Tribunal Supremo de los EE UU, que intervino para dirimir la batalla legal entre el editor y el religioso. Ambos habían expresado su odio mutuo durante los juicios previos, pues Falwell admitió que su «ira» había sido extrema y Flynt no tuvo reparos en afirmar que «asesinaría» al reverendo.
El Supremo, a favor de la revista porno (y de la libertad de expresión)
Una vez llegado el caso a las altas instancias, fue aquí donde el Tribunal Supremo rompió con la dinámica de la polémica. Los ocho jueces que componen la sala se acogieron unánimemente a la primera enmienda de la carta de derechos estadounidense para sustentar la libertad de expresión de Larry Flynt.
William Rehnquist, juez supremo de la cámara, explicó las razones por las que daban la razón a la revista X. Para ellos, no había duda de que la caricatura era «grosera y repugnante para la mayoría de personas», así que concedían un conflicto entre la primera enmienda y el deber de los poderes de EE UU de proteger a sus ciudadanos de agresiones u ofensas.
El discurso prosiguió con que «en el corazón de la primera enmienda está el reconocimiento a la importancia fundamental de la libertad de difusión de ideas y opiniones en materias de interés y alcance público». Rehnquist declaró que «la libertad para expresar el pensamiento de cada uno no es solo un aspecto de la libertad individual y un bien en sí mismo, pero también esencial para la búsqueda común de la verdad y para la propia vitalidad de la sociedad en general».
El Tribunal Supremo entendió que la parodia de Jerry Falwell no superaba el estándar de maldad establecido con el New York Times en 1964, ya que la revista no daba a entender algo que pudiera ser realmente interpretado como cierto. El clérigo, por tanto, era una personalidad de alcance público y como tal se le debían aplicar los principios de la primera enmienda y su garantía de la libertad de expresión, por mucho que este considerara que era «tan indignante» que debía incluso abordarse por fuera de la primera enmienda.
La resolución marcó un antes y un después para la libertad de prensa y la capacidad de los medios para administrar la libertad de expresión. Todo comenzó con una revista porno que decidió hacer humor con la figura de un reverendo, un Jerry Falwell que no pudo olvidar la humillación y acusó hasta el fin de sus días a Hustler de corromper a los americanos. El cine se hizo eco de lo ocurrido con El escándalo de Larry Flynt (1996), dirigida por Milos Forman y con Woody Harrelson y Edward Norton entre el elenco.
Jerry Falwell también tuvo recuerdos para el editor de la publicación, a quien tildó de «mercancía averiada» y contra el que batalló desde su púlpito físico y audiovisual. A Larry Flynt poco le importaron estos ataques, pues siguió utilizando su medio para acompañar las imágenes porno con sátiras gracias al amparo del cintillo de «parodias de anuncios y personalidades» y de la primera enmienda de la constitución más antigua del mundo.