La sombra del ciprés de Nacho Vidal sigue siendo la más alargada del porno español, que nadie se alarme. Ahora bien, Ignacio Jordá transita por una senda abierta en España por el mismísimo Alfonso XIII de Borbón, el abuelo del emérito Juan Carlos I. Durante su reinado tuvo que lidiar con la crisis colonial de 1898, las revueltas del Rif, la dictadura de Primo de Rivera y la instauración de la II República lo depuso del trono. Más allá de estos percances, el bueno de Alfonso se lo pasó muy bien en las alcobas de palacio.
La vida sexual de este monarca fue intensa, pues falleció con siete hijos legítimos con la inglesa Victoria Eugenia de Battemberg, una prole que completó con otros cinco vástagos bastardos reconocidos. Por si fuera poco, junto a Álvaro de Figueroa y Torres, el conde de Romanones, abrió las puertas de España a un nuevo tipo de cine que ya iba afianzándose en el continente europeo: el pornográfico.
El encargo fue para los hermanos Baños, Ricardo y Ramón, unos cineastas valencianos que habían conocido el séptimo arte en varios viajes por el mundo. Hace aproximadamente cien años se iniciaron los primeros andares del cine porno en territorio español, que dieron paso a una expresión muy popular en la actualidad, las sesiones golfas. En aquellos tiempos, en los que la moral era una poderosa enemiga, se organizaban pases privados a altas horas de la noche en los que se proyectaban películas eróticas.
Entre 1915 y 1925 los Baños recibieron un encargo muy concreto, con un guion preciso y la meticulosidad de quien sabe lo que pide. Estas peticiones no se las hizo llegar el propio Alfonso XIII, pues pese a la intensa sexualidad del rey hubiera sido un poco raro que él mismo demandara estas obras, sino su fiel apoyo, el conde de Romanones.
El porno que le gustaba a Alfonso XIII
Los primeros años del siglo XX distan mucho del mismo periodo en el siglo XXI, pero la pornografía ya sentó unas bases que se han repetido hasta la saciedad. El Borbón solicitó múltiples películas, de las que actualmente se conservan tres, con unos argumentos que al avezado consumidor de porno convencional le sonarán. El confesor, Consultorio de señoras y El ministro fueron parte del expreso deseo pornográfico del soberano.
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Fue Alfonso XIII el que compuso los guiones que hizo llegar a los cineastas. El primero de ellos dura unos 40 minutos y presenta a un cura que aprovecha su situación de privilegio para camelarse a sus parroquianas. La segunda, más larga y de mejor calidad técnica, muestra una consulta médica muy al estilo de Pornhub, donde el doctor utiliza un método sanatorio que es fácil de suponer. En la última, una mujer acude a un Ministerio para implorar que no despidan a su marido. El benigno ministro que la atiende accede a la petición pero se cobra su peaje sexual, como no podría ser de otra manera.
Rastrear la red y encontrar extractos de estas reliquias pornográficas revela el cambio de paradigma que existe también con respecto a la belleza femenina. En aquel entonces, primaba una mujer con curvas, todo lo contrario que el modelo actual, al menos en el porno más cotidiano.
Las cintas se rodaron en Barcelona, donde los hermanos Barrios tenían sus estudios de grabación y su productora, Royal Films. La ciudad condal vivió una intensa vida libertina en los conocidos como Felices años 20, una época de la que también disfrutó el rey protagonista de esta historia. En España comenzaron a proliferar los locales de ocio enfocados a la sexualidad, con mujeres semidesnudas que llamaban a los caballeros a entrar en estos garitos de moda, reunión y libertinaje.
Además de estas tres cintas, Alfonso XIII mandó gran cantidad de guiones que no se conservan, puesto que en 1931 tuvo que exiliarse porque en España nació la II República. Los historiadores afirman que en su fuga a París se habría llevado consigo sus preciadas posesiones pornográficas, que a saber por dónde se encuentran actualmente, si es que se conservan.
Las tres películas que han llegado a la actualidad se encuentran en la Filmoteca de Valencia (IVAC), que se encargó de su restauración. De hecho, cómo llegaron los filmes a este lugar es todo un misterio, puesto que aparecieron de forma misteriosa en un monasterio valenciano en la década de 1990, después de unos 70 años desaparecidas.
El padre de Juan de Borbón, el abuelo de Juan Carlos I y el bisabuelo de Felipe VI, por tanto, ayudó a la difusión del porno en España. Entre sus partidas presupuestarias siempre se escondían unos buenos dineros que destinaba a financiar el cine picantón de la época. Ahora habrá que mirar detalladamente los fondos que se reservan para la Casa Real. Por si acaso el gusto por el séptimo arte es hereditario.