En la clase de hoy vamos a despejar la X de una ecuación que nos ha intrigado desde tiempos inmemoriables: ¿por qué se usa esta letra en la pornografía o en lo relacionado con el sexo? ¿Por qué no la W o la R o la F o la J o la I? No es casualidad, así que vamos a aplicar la mejor fórmula matemática para conocerlo: la investigación.
Lo primero es admitir que ha costado acceder a esta información: os invitamos a buscar términos como «X», «XXX» o «cine X explicación» en Internet. La cantidad de pornografía que hemos tenido que filtrar haría avergonzarse a la mismísima colección del director Luis García Berlanga, pero esa es otra historia.
Esta letra categoriza los contenidos para adultos. Da igual que sean fotos o vídeos, que detrás de la conocida como cruz de San Andrés va asociada la idea de prohibición, sexo o que hay que tener más de 18 años para disfrutarlo. La Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (EE UU) empleó por primera vez en 1968 este aspa para las películas de mayores. Pronto se acompañó de otras dos equis para formar el ya clásico XXX, que en 1974 llegó a Francia y en 1982 a Reino Unido.
Los ya casi extintos videoclubs, los realmente buenos, escondían tras una sórdida cortina un letrero de «XXX» para su público más concupiscente. Los quioscos suelen elevar estas películas, que han pasado del formato VHS a DVD sin perder su esencia y sus maravillosos títulos, a la parte más alta de sus escaparates. Los clubes de carretera, los anuncios que te salen en lo que cargas películas online y la publicidad de masajes orientales que te dejan en los limpiaparabrisas también apuestan por la X para atraer tu atención.
La X, los besos y la Edad Media
Lo que quizá no sepan esos avezados publicistas es que detrás de esta letra hay una trayectoria de muchos siglos. Durante la Edad Media, la población analfabeta era una mayoría absoluta, así que la nobleza y el clero se aprovechaban del llamado tercer estado para engañarlos sin rubor.
En una sociedad asustada por la religión y sus férreos modelos de vida, cuando un lugareño tenía que firmar estampaba una vulgar «X», un símbolo fácil de imitar incluso sin saber escribir, y daba un beso a la figura del santo más cercano para confirmar que lo que rubricaba era cierto, pues había un santo de testigo. Es entonces cuando se especula que comenzó a asociarse esta letra con los besos y las firmas de cartas o cualquier contenido se cerraban con una equis en señal de cariño.
Como siempre ha habido golfos y revolucionarios, un buen día a alguien se le ocurrió firmar con más de una X para demostrarle al receptor de la carta que había mucho amor, o lo que fuese, detrás de esas palabras. Toma ahí. La idea caló y el paso del tiempo arraigó que lo de «XXX» fuesen muchos besos. Como en los contenidos pornográficos hay bastantes morreos, entre otras muchas muestras de aprecio carnal, les pareció buena idea adueñarse de esta simbología.
De vuelta al cine y al siglo XX (de equis va la cosa), la Asociación Cinematográfica de EEUU ponía alegremente esta cruz a las cintas violentas o inapropiadas. La naranja mecánica de Stanley Kubrick o el polémico Último tango en París de Marlon Brando recibieron esta señal, que también acompañaba al porno. No obstante, hacia la década de los 80 se pusieron de acuerdo y multiplicaron la X para que la pornografía pasase a ser XXX.
La hipótesis cromosómica de la X
La ciencia también va de la mano del porno. De igual manera que hemos empezado con las matemáticas, ahora es turno de la genética. Existe una teoría que subraya que la triple X procede de esas mujeres que el cine para adultos ha plasmado de forma irreal -nunca olvidemos que el porno es de mentira-. A las actrices multiorgásmicas, ninfómanas e hípersexuales se las asocia con un cromosoma XXX porque son supermujeres.
Este cromosoma extra conlleva órganos sexuales atrofiados, dimensiones fuera de lo común e incluso problemas de actitud o lenguaje. La industria del porno tampoco se corta a la hora de hacer cambiar los postulados de la genética. De hecho, la mítica película Garganta profunda trata sobre una mujer que tiene el clítoris en su garganta, así que tanto Richard Nixon (con equis) como el lector se pueden hacer una idea del argumento.
Los enigmas en torno a la ecuación de la equis han inquietado también a dos matemáticos de renombre como los cantantes J. Balvin y Nicky Jam. En su canción titulada «X» teorizan sobre cómo aplicar esta letra al reggaeton y prolongar un uso que comenzó durante el feudalismo de la Edad Media. Mientras estos dos artistas investigan, el mundo digital y el analógico seguirán utilizando la vigesimoquinta letra del abecedario del castellano para acompañar el símbolo internacional del sexo.
¡Ah! Sabemos que con este título y este tema va a ser imposible que Google posicione este texto en lo alto del buscador. Una vez más, el porno online nos gana la batalla del SEO, pero no la de intentar explicar las dudas de la humanidad.