Estamos a punto de acabar 2018, un año en que el movimiento feminista se ha hecho oír especialmente, y en el que se han puesto sobre la mesa cuestiones como el consentimiento, la diferencia entre abuso sexual y violación, o la denominada cultura de la violación, a la que podríamos achacar la existencia de los problemas anteriores.
Pero ¿a qué llamamos cultura de la violación? Por cultura no sólo entendemos lo artístico o filosófico; también comprende en su definición el aprendizaje y desarrollo de una serie de patrones de comportamiento, así que podríamos decir que la cultura de la violación es el conjunto de ideas cuyo calado legitima y naturaliza el abuso sexual.
Mitología griega, sexualidad e ideología
El arte es un potente ideólogo, y lleva generando narrativas desde sus inicios. Algunas de estas narrativas son culpables de haber naturalizado violaciones y abusos, y, por tanto, de haber contribuido a la cultura de la violación. Aunque normalmente hablo de narrativa cinematográfica, hoy me voy a remontar a una de las fuentes ideológicas de la cultura judeocristiana occidental para entender cómo se origina el imaginario sexual: los mitos griegos.
Según la cultura clásica, Zeus (Júpiter posteriormente, en la Antigua Roma) es el más importante de los dioses del Olimpo, tras vencer a Cronos y liberar a sus hermanos y hermanas. Sin embargo, si algo caracteriza a la mitología griega es lo humano de sus planteamientos: en lugar de deidades perfectas y modélicas encontramos un panteón lleno de lujuria, avaricia, celos, traiciones a cualquier nivel y, sobre todo, vanidad. Vamos, que los griegos, más que plantear una sociedad reflejo de sus dioses, construyeron unos dioses a imitación de su sociedad.
En cualquier caso, el sexo, la pasión y la infidelidad eran temas que la mitología abordaba sin tabúes: Afrodita engaña a su marido Hefesto con el dios Ares; Eros, el Dios de la atracción sexual, el amor y el sexo, provocó la obsesión de Apolo con Dafne después de que éste se burlase de su «poder ridículo», y -en una de las muchas versiones de esta historia- Ártemis asesina a Orión después de que él intente violarla.
Zeus y los «raptos»
En cualquier caso, el Dios involucrado en más mitos de carácter sexual es el mencionado Zeus, protagonista de los raptos. En estas historias, Zeus, normalmente disfrazado o transformado en un animal, se acuesta con ninfas o humanas sin el consentimiento de ellas, que en la mayor parte de casos ni siquiera saben qué ocurre. Vamos, lo que hoy en día llamamos violación. Uno de los raptos más famosos es el de Leda; Zeus se transformó en cisne y, fingiendo ser perseguido por un águila, se posó sobre ella. De esta unión nacieron los gemelos Cástor y Pólux, Helena y Clitmenestra.
Además, cuando Zeus violaba a alguna humana, sobre ésta recaía alguna de las macabras venganzas de Hera. Ío, una campesina seducida por Zeus, fue convertida en vaca por el Dios para ahorrarle el castigo, aunque Hera le envió un tábano para que la atormentase hasta matarla. Leto, violada por Zeus y embarazada de Artemisa y Apolo, fue condenada por Hera a nueve días y nueve noches de doloroso parto, después de ser exiliada a la desierta isla de Ortigia.
Hércules, la historia que no nos contaron
Pero, quizás, la violación y venganza más conocida y referenciada en la cultura popular sea la de Alcmena, madre de Hércules. Zeus adoptó la forma de su bisnieto Anfitrión – el marido de Alcmena – para acostarse con ella, embarazándola de Hércules, un semidios.
Ya sabemos de la tendencia de Disney a edulcorar sus clásicos, y en este sentido, Hércules no es una excepción. En la película de dibujos, Hércules es el hijo predilecto de Hera y Zeus, y todo su sufrir lo provoca Hades. Pues bien, en la historia real, Hera odia a Hércules desde el momento en que nace y, de hecho, es ella quien envía a dos serpientes para matarlo y quien lo condena a los Doce trabajos.
De la violación de Alcmena y el nacimiento de Hércules no sólo nos quedan las referencias cinematográficas y televisivas, sino la expresión «ser un buen anfitrión», que se refiere precisamente a este mito. Cuando hablaba al principio de la entrada de la naturalización de los comportamientos abusivos y su relación con la cultura de la violación me refería, precisamente, a cuestiones como ésta: ser un buen anfitrión viene de «dejar» que un intruso viole a tu mujer.
Así que ya sabéis: que el arte haya mitificado y romantizado la violación, el abuso y el castigar a las mujeres por tener sexo – consentido o no – no significa que no podamos analizarlo en el presente e intentar evitar más raptos y costumbres opresivas. El mundo no necesita a más Zeus.