«A los Reyes Magos se les deja un vasito de leche y un poco de roscón» me decía mi madre desde pequeñita. Mis amigas les dejaban un chupito de brandy, otras whiskey. Yo dejaba leche.

Nunca me ha gustado la leche sola. Siempre la he tenido que mezclar con cacao, vainilla o similar. Pero la apariencia me gustaba. Esa bebida tan blanca que a la gente le encantaba. Sin embargo yo le daba un sorbo y me entraban ganas de vomitar. No soportaba la leche. La odiaba.

Cuando fui haciéndome mayor fui probando varios tipo de leche: de soja, de almendras, sin lactosa, de coco… pero ninguna me gustaba. No había manera. No me gustaba la leche.

Hasta que llegó él. Había tragado semen con anterioridad pero nunca me había gustado. Sin embargo su leche era diferente. Podría estar chupando su polla todos los días de mi vida si él quisiera. Mi rey mago.

Yo te miraba por encima del hombro y tú te hacías el loco. Sabías que era de esas que te puedes camelar pero que no da su tanga a cualquiera. Ahora sé que te pone que te mire mientras te la chupo. Puedes hacer de todo, ponerme de mil posturas pero lo que realmente quieres es que me trague tu leche.

Aquel día de Reyes, después de la cabalgata te vi. Ibas de vuelta a casa con una gran bolsa de caramelos. Nos saludamos como siempre, pero esta vez fue diferente. Recuerdo que me preguntaste si iba a casa. Dije que no Mentí. Entonces fue cuando me propusiste ir a tu casa a tomar algo. Qué listo.

Tu voz siempre ha tenido eso que me pone húmeda. Y tus manos, grandes y tersas. Siempre he imaginado como serían esos dedos en mi.

Tus manos buscaban su premio/ foto: Van Spijk

Cuando llegamos a tu casa te noté nervioso. Te pedí algo dulce. Tenía ganas de chuches. Nos sentamos a ver nada en la televisión porque estábamos muy ocupados mirándonos los labios. No sabía que los Reyes me fueran a regalar algo así. No me atrevía a dar el primer paso. Tu mano fue paseando por mi pierna lentamente, desde la rodilla hasta la parte alta del muslo. No recuerdo de que hablabas, solo recuerdo tus labios moverse y tu voz penetrandome.

Me lancé. Sin pensarlo. Te besé como si fueras el último hombre en la tierra. Tu lengua se enredaba con la mía y jugaban al pilla pilla. Tus manos apretaban tu cara contra la mía mientras una bajaba a mi pecho. Sacastemi camiseta y el sujetador y empezaste a jugar. Ahora tu lengua tenía otra diversión.

Got milk?/ Foto: flickr

Mientras tu mano buscaba por dentro de mis bragas. Me tenías muy húmeda y tus dedos entraron rápido. Rápido y fuerte. La sensibilidad no es lo tuyo.

Cuando viste que estaba a punto de correrte me empezaste a follar. En el sofá. Duro pero a la vez suave. Dame más te pedía, eras el regalo perfecto. Jugabas con mis pezones pellizcándolos. Sigue. Tus embestidas hacían que mi cabeza diera con el brazo del sofá. Más. No pares estoy a punto. Me la sacaste e hiciste que me corriera en tu boca. Como te gusta usar la lengua. Como te gusta chupar. Como hiciste que me gustara a mi.

Te limpiaste la boca con el antebrazo. Estabas sexy así todo lleno de mi. Agarraste fuerte mi pelo y empujaste hacia abajo. Tu polla sabía a mi. Tu mano guiaba mis movimientos. Nada en ti era suave. Apretabas y me levantabas rápido para verme la cara.

«-¿Te gusta la leche?

-La tuya no la he probado.»

Y te fuiste en mi boca. Nunca me había gustado la leche hasta ese momento.

«-Tu leche me gusta

-Bébetela cuando quieras.»

Tu leche me gusta/ Foto: Pinterest

Este año a los Reyes les pondré un vaso de leche. Y al mío se la sacaré, porque a él le gusta ver como me la trago. Y soy una niña muy buena.

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