Para el común de los mortales Eva es la primera mujer, al menos según la tradición bíblica. Ella encarnó la caída en desgracia de la humanidad y el modelo femenino que induce al pecado, una forma de someterlas al mandato del hombre y de demonizar su figura. Pero la realidad es que, en los escritos antiguos, existe otra figura femenina, Lilith, la primera mujer de Adán. Su historia, repleta de reivindicaciones y una suerte de feminismo primitivo, cayó en el olvido hasta que la era digital decidió rescatar su figura.
El modelo más definido sobre este mito la brinda la religión judía, concretamente en el Génesis 1, 27. Dado que el judaísmo y el cristianismo coinciden en muchos aspectos del Antiguo Testamento, también lo hacen en la creación de Adán. El primer hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza, una figura moldeada en barro a la que dio vida.
Una de las tareas que le encomendó fue que diese nombre a todos los animales que habitaban en el Paraíso a medida que estas paseaban por parejas delante de él. Adán se percató de que todos esos seres tenían una compañera. Invadido por los celos, decidió mantener relaciones sexuales con todas las hembras, eso sí, sin éxito alguno. ¿Quién dijo zoofilia?
Frustrado, pidió a Dios que crease una compañera adecuada para él y es aquí donde las dos religiones difieren. Para los cristianos la primera mujer fue Eva, nacida a partir de una costilla de Adán en una forma de dar a entender que la mujer es inferior al hombre y que, por tanto, ha de estar bajo su mando.
En la religión judía Lilith fue creada a partir del barro, de la misma forma que Adán. De los textos antiguos se desprende que nunca consiguieron acoplarse, especialmente en lo que a sexo se refiere. Cuando Adán le exigía a Lilith que se acostase sobre su espalda para mantener relaciones ella se sentía ultrajada. “¿Por qué he de acostarme debajo de ti? Yo también fui hecha con polvo y, por lo tanto, soy tu igual”, exclamó.
Harta de esta situación, la primera mujer pronunció el nombre de Dios en vano y abandonó el Edén. A partir de aquí la historia de Lilith se oscurece, se la presenta como un modelo de mala mujer, de aquello en lo que se puede convertir cualquier fémina que se rebela y no obedece al hombre. Se la reemplaza por Eva, quién, aunque cede ante la tentación de la serpiente, es el modelo de esposa y madre obediente. Continuando con la historia de nuestra protagonista, esta va a parar a las costas del Mar Rojo, pobladas en aquel momento por demonios con los que engendró «más de cien criaturas al día».
De mujer a pesadilla
Contrariado, Dios envió a tres ángeles para que convenciesen a Lilith de regresar con su esposo bajo pena de ahogamiento. Ella se negó argumentando que cuidaría de los futuros recién nacidos y de las madres parturientas. El trato funcionó, Dios le perdonó la vida, pero a cambio tomó la de sus hijos.
Esas cien criaturas que nacían cada día perecían al siguiente. Lilith enfureció y juró vengarse llevándose la vida de los niños menores de ocho días (el octavo es en el que se realiza la circuncisión) y la de aquellas niñas que no llegaban a los 20 días. Obviamente, es una forma de explicar las defunciones de los pequeños por enfermedades que no tenían explicación o por muerte súbita. La historia no acaba aquí, ya que Lilith, convertida en un demonio, aún tenía mucho que decir.
Además de llevarse la vida de los recién nacidos, se retrató a Lilith como una ladrona de esperma. Primo Levi, escritor judío y superviviente del Holocausto (sobre el que escribió Si esto es un hombre), publicó en 1971 Lilit y otros cuentos. En esta recopilación de fragmentos se puede leer que «a ella le gusta mucho el semen del hombre, y anda siempre al acecho de ver dónde ha podido caer (generalmente en las sábanas)», otra manera de asustar a los varones ante algo tan normal como las poluciones nocturnas, especialmente presentes en la adolescencia.
«Todo el semen que no acaba en el único lugar consentido, es decir, dentro de la matriz de la esposa, es suyo. Todo el semen que ha desperdiciado el hombre a lo largo de su vida ya sea en sueños, por vicio o adulterio. Te harás una idea de lo mucho que recibe, por eso está siempre preñada y no hace más que parir», ya se sabe cómo son los mitos, si las pajas no acaban causando ceguera, acaban en manos de Lilith.
La abstinencia no es la única arma para protegerse de esta mujer, es común que los recién nacidos judíos lleven un medallón con los nombres de los tres ángeles enviados por Dios: Snvi, Snsvi y Smnglof.
Lilith no solo aparece en los textos judíos, ya que se cree que su origen es mesopotámico y surge en la antigua Babilonia, pero sí es la religión en la que más se explica su historia. Algunos escritos la describen como un ser divino; otros, como un monstruo alado; otros aseguran que su carácter demoníaco se debe a la forma en la que fue creada. «Dios formó a Lilith del mismo modo que había formado a Adán, aunque utilizó inmundicia y sedimento en lugar de polvo puro», se explica en el Yalqut Reubeni, una colección de textos antiguos.
Volviendo al presente, a Lilith se la ha representado en la cultura popular de muchas maneras. Desde la madre de brujos en Cazadores de Sombras, a la primera vampiresa en la serie True Blood, pasando por su aparición en el Fausto de Goethe o el álbum que la banda de metal Cradle of Filth le dedicó.
Lo que tienen en común todos los escritos es que la primera mujer fue creada en igualdad de condiciones a su homónimo masculino, que decidió ejercer su sexualidad en sus propios términos y que siempre se rigió por sus reglas. Vale la pena ser como Lilith, incluso si eso significa convertirse en un demonio a ojos de los demás.