En ‘Pin-ups de ayer y de siempre’ nos gusta hablar de todo tipo de mujeres. Desde actrices, a modelos pasando también por las starlettes o las locutoras de radio. Una de las mejores partes de esta corriente estética es que no distingue de profesiones, edades o razas, pero, si hay que hacer una mención especial, esa es, sin duda, al burlesque. Nuestra protagonista de hoy es a este tipo de shows lo que Bettie Page fue al BDSM, aunque sobre Sherry Britton se ha escrito mucho menos.
La reina del burlesque americano nació hace poco más de un siglo en Nueva Jersey. Fue bautizada como Edith Zack y, como muchas de sus compañeras, tuvo una infancia muy dura. Su niñez estuvo marcada por la violencia doméstica y la multitud de casas de acogida por las que pasó. Siendo apenas una adolescente contrajo matrimonio con un hombre abusivo y, buscando huir de esa realidad, encontró su vocación en los shows de variedades. Su carrera arrancó en el Bajo Manhattan, dónde comenzó a desnudarse con tan solo 15 años en el People’s Theatre.
Por aquel entonces corría el año 1933, el frenesí por los espectáculos y la libertad sexual de la época contribuyeron a que la carrera de Britton despegase. Con una melena castaña que le llegaba hasta las rodillas,1,60 m. de altura y una cintura de 46 cm no tardaron en bautizarla como una mujer que tenía “una figura por la que morir”. Irónicamente, Sherry (quién obtuvo su nombre artístico de una botella de licor) decía “detestar el burlesque”. Fuera como fuese, nuestra pin-up actuó de forma regular durante siete años en varios locales de Nueva York hasta inicios de los años 40, cuando el alcalde de la ciudad prohibió estos espectáculos.
Además de stripper, Britton también fue bailarina y cantante, deleitando a sus espectadores con su amplio repertorio, entre el que se encontraba también la danza del vientre. Solía desnudarse al ritmo de piezas de música clásica y llevar largos vestidos de gala que adornaba con tiaras y coronas, porque ella lo valía. De ella se dijo que era una mujer de armas tomar, solía comentar que tenía dos personalidades; la que disfrutaba desnudándose sobre el escenario y la que se preguntaba “¿Qué hago yo quitándome la ropa delante de estos memos?”.
Aunque el burlesque estaba prohibido, Sherry no renunció a su vocación artística y comenzó una carrera teatral en la que participaría en 39 obras y 14 musicales. También solía cantar en clubs nocturnos y realizó una pequeña carrera en televisión durante su madurez, en concreto, participó en un episodio de La Máscara, Murder in Burlesque House (1954) y en el documental The Best of Burlesque (1981), cuyo guion también elaboró.
Por si le faltasen poco méritos para ganarse el título de pin-up, también animó a las tropas americanas de la Segunda Guerra Mundial. Fue una de las artistas que más participó en los espectáculos organizados por el gobierno y esta hazaña le valió el título honorífico de General de Brigada. Tras el final de la guerra y, dado que la prohibición contra los espectáculos de burlesque seguía vigente, Sherry se dedicó a participar como cantante y cabaretera en clubs y teatros, una tarea que compaginó con esas breves apariciones en la caja tonta.
Britton había estado casada dos veces y, según ella, prometida hasta en 14 ocasiones cuando contrajo matrimonio en el 71 con Robert Gross, un acaudalado hombre de negocios. La artista murió sin descendencia, pero Gross y ella disfrutaron de una unión envidiable hasta la muerte de él en 1990. Precisamente fue su marido quien la animó a matricularse en la universidad. Sherry no había podido asistir al instituto, pero se rumoreaba que tenía un cociente intelectual muy alto. Y las especulaciones debieron ser ciertas ya que Britton se graduó en Derecho por la Universidad de Fordham con la calificación de ‘magna cum laude’ a los 63 años.
Tras el fallecimiento de Gross, Sherry se retiró de la vida pública volviendo solo tres años después para celebrar su 75 aniversario en el hotel Marriott Marquis de Broadway. Murió 14 años después, el 1 de abril de 2008, debido a causas naturales. Sherry fue la representante, aunque no la única, de un género creado para el entretenimiento masculino que fue reconvertido por ellas en todo un arte que encarna sensualidad, poder y belleza.