Si tuviera que elegir un alimento favorito sin duda elegiría el chocolate. Me encanta. El negro, con leche, blanco, con almendras, con galletas… Todo me gusta. Si lleva chocolate me lo como.
Leí una vez que el chocolate era un gran sustitutivo del sexo. Este poderoso afrodisíaco causa una reacción en el cerebro similar a la de follar. A mi me gusta mucho el chocolate, pero no es lo mismo.
No tengo nada estable. Pero lo tengo a él. Y créeme que cuando lo tengo a él no me acuerdo del chocolate.
Hoy ha venido a verme. Tiene la tarde libre. Me ha traído chocolate.
«-Pero no nos lo vamos a comer así.
-¿Entonces cómo?
-Me gusta cuando te haces la inocente.»
Tiene los ojos color chocolate, al igual que su piel. Curioso. Tenía que ser él, no podía fijarme en otro. Desde el primer día que lo vi supe que iba a acabar entre mis piernas.
Ha traído un bote de crema de chocolate. Nos tumbamos en la cama y me pide que me quite la ropa.
«-No me mires con esos ojos, te lo vas a acabar comiendo.»
Moja sus dedos en la crema y me la pasa por el cuello. Poco a poco se acerca. Noto su aliento en mi oreja, me susurra «tranquila». Acto seguido noto como su lengua pasea por mi cuello, llevándose consigo el chocolate. Se mezcla el olor el dulce con el sonido de su voz que me pregunta «¿Te gusta?».
Pone más chocolate sobre mis pechos. Los chupa suavemente, sin prisas. Yo me agarro a las sábanas. Él sigue saboreando mis pezones, endulzados. Noto un pequeño mordisco que hace que me agite. Él sabe como me gusta.
Pone otro poco de chocolate recorriendo mi abdomen hasta llegar abajo. El recorrido que realiza su lengua hace que me moje como nunca en mi vida. Cuando llega al punto exacto, para.
«-Ahora quiero que hagas una cosa. Coge el bote de chocolate y la cuchara.
-¿Y?
-Come, como voy a comer yo.»
Y desaparece entre mis piernas. Noto como su lengua recorre todo mi coño. Arriba y abajo. Concentrándose en mi clítoris que succiona y hace que me tiemblen las piernas. Yo voy comiendo poco a poco, entre gemido y gemido. Lo dulce se mezcla con la sensación de placer que me hace sentir. Me mete un dedo a la vez que me chupa. Dos, tres. Suelto la cuchara y agarro su cabeza. Lo empujo contra mi. Estoy a punto. Cierro las piernas, me estoy corriendo en su boca. Estoy exhausta.
Sube y me besa. El sabor de mi boca se mezcla con el de la suya. Está rico. Todo él está rico.
«-¿Te gusta este juego?
-Me gustas tú.
-¿Como el chocolate?
-Más o menos.»
Me mira y sonríe. Sabe que miento. Que me gusta mucho más él que cualquier otra cosa. Pero esas cosas se piensan y no se dicen. Son las normas del juego. Y yo necesito seguir jugando con él.
«-¿Quieres que sigamos jugando?»
Asiento. De algo hay que morir.