Esta semana perdí una apuesta con mi novia que nunca llegué a pensar que ganaría. Pero sabía que si perdía, debería obedecer sus órdenes durante tres días y eso fue lo que hizo que me arriesgase a jugar.
Los dos primeros días habían sido muy divertidos, no voy a negarlo. Pero no pasó nada que no pudiese hacer realmente por mi propia voluntad. Sin embargo, hoy…
Estoy en mitad del trabajo y me vibra el móvil. Tardo unos minutos en leer el mensaje porque estaba esperando a terminar un encargo.
Era un mensaje de ella preguntándome que qué estaba haciendo. Contesto rápido y en resumen le digo que me estaba aburriendo.
El siguiente mensaje que recibo es: Ve al baño.
Así, directamente. Me extraño y me quedo un rato mirando el mensaje. Claro, ella ve que sigo en línea pero que no le contesto, sabe que me ha pillado de sorpresa. A los pocos minutos vuelve a escribir: no puedes negarte, estás bajo mis órdenes
Echo un vistazo alrededor a ver si faltaba alguien que pudiera estar en el servicio. Esto es una tontería porque el servicio puede estar ocupado por alguien de otra oficina del edificio.
Consigo salir, dubitativa, pero llego al baño y le escribo que ya estoy ahí. Me pide una fotografía para verificarlo y, con una sonrisa entre pícara y curiosa, se la envío. Aquí comienza todo.
Recibo un mensaje detallado sobre todo lo que tengo que hacer a continuación: Tienes que masturbarte hasta el final y no quiero que te contengas y quiero un audio del momento.
Escucho a una chica entrar a los baños y, nerviosa, como si ya estuviese haciendo algo, me niego al momento. Me recuerda que no puedo negarme y le explico la situación y lo que me está pidiendo. La única benevolencia que consigo de ella es que puedo contenerme levemente en los sonidos pero a pesar de ello tiene que escucharlo.
Y tiene razón, tengo que hacerlo, es lo legal. Era lo que tenían las órdenes.
Quiero volver a quejarme y decirle que me pilla en frío. Pero mientras escribía el mensaje, recibo una foto muy sugerente de ella al salir de la ducha, con la que no tardo en humedecerme y se me desmonta el argumento.
Espero que la chica salga del baño de al lado y me desabrocho el botón del vaquero.
Comienzo a tocarme tímidamente, el audio está grabando, su conversación abierta y no dejo de recibir mensajes que hacen que no quiera seguir siendo tan sutil con mi clítoris.
Recuerdo estos últimos dos días, la cantidad de veces que acabé comiéndole el coño mientras veíamos una serie o cuando me pedía que le masturbase mientras se maquillaba en frente del espejo.
Recuerdo su voz dándome órdenes sobre lo que tenía que hacer y también su expresión de placer que podía ver a través de ese espejo mientras se me empapaba la mano.
Cuando quise darme cuenta, había dejado el móvil en la parte de arriba del retrete.
Había olvidado la posibilidad de que alguien entrase y acaricié en círculos uno de mis pechos mientras aumentaba la velocidad de mis dedos (y de mi ritmo cardíaco).
A los pocos segundos me costaba no soltar pequeños gemidos.
Estaba a punto de correrme, cuando oí a alguien entrar pero me di cuenta de que no podía parar.
Había olvidado por completo el lugar en el que estaba y solo podía visualizar como se le sobresalía el diente cuando se mordía el labio cada vez que interactuaba con su cuerpo.