Hace unas semanas escribí una entrada explicando de manera global que el género es una construcción social e intentando aclarar puntos que, en mi opinión, pueden o suelen confundirse. En esta entrada continuaré hablando de políticas de identidad de género centrándome en el travestismo.
Travestismo: el género como significado
El travestismo o cultura drag consiste – según la teórica feminista Judith Butler – en una representación del género opuesto en la que intervienen tres elementos: el sexo biológico, la identidad de género y la imitación o parodia de la identidad de género.
Con esto Butler quiere decir que, si el género es aprendido y socializado, si damos a nuestro cuerpo «significados de hombre» y «significados de mujer», construyendo dichos significados en función del binarismo hombre/mujer (o sea, a través de la diferencia), podemos representarlos.
Luego si los significados de género («hombre», «mujer», «masculino», «femenino») se aprenden porque están socialmente construidos, y todos sabemos a qué hacen referencia, también se pueden imitar e interpretar, y jugar con ellos.
Es decir, el travestismo es una actuación en la que alguien – generalmente, al hablar de travestis y de cultura drag nos referimos a hombres – interpreta un papel del género opuesto, utilizando su cuerpo como lugar para la representación, dándole un significado contrario al que se asocia con su significante.
La cultura drag en el audiovisual
Por supuesto, algo tan atractivo para el mundo de la interpretación no podía pasar desapercibido a los medios audiovisuales. El cine, la televisión y el teatro han aprovechado la feminidad exagerada de las drag queen para construir relatos de distintos tipos.
Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (Stephan Elliot, 1994)
Tres drag queens atraviesan el desierto australiano al borde de un autobús llamado Priscilla. Esta película nos presenta a Anthony (Hugo Weaving), Adam (Guy Pierce) y Bernadette (Terence Stamp) conviviendo durante un viaje desde Sidney a Alice Springs para presentar una actuación transformista.
Anthony y Adam son hombres cisgénero cuyas drags son conocidas como Mitzi y Felicia, respectivamente. Bernadette, por su parte, es una mujer trans. Esto es importante, porque señala algo que a menudo se ignora: el travestismo y la transexualidad no son lo mismo.
El travestismo es una interpretación, se elige y representa. La transexualidad hace referencia a la identidad de género de una persona, y por tanto no se escoge, se socializa. Gracias a este trío que inspiró la cultura gay en los noventa, comenzamos a acercarnos a colectivos aún muy invisibilizados.
RuPaul’s DragRace (World of Wonder, 2009 – actualidad)
En este reality show estadounidense, las concursantes – entre nueve y catorce, dependiendo de la edición – presentan a su drag queen a lo largo de una serie de pruebas evaluadas por un jurado del que RuPaul (prestigiosa drag queen, modelo y productor del programa) es su máximo representante.
La teatralidad, el descaro, la exacerbada feminidad y la competitividad entre las aspirantes a Siguiente Superestrella Drag Estadounidense hacen de este programa uno de los realities más populares de los últimos años y un referente de la cultura drag.
Eric Effiong en Sex Education (Netflix, 2019)
El personaje interpretado por Ncuti Gatwa en Sex Education se ganó el corazón de los espectadores gracias a su carisma y a su naturalidad, y es que Eric, excéntrico, divino y abiertamente gay, demostraba por qué la representación es importante.
Pese a que su familia teme por su seguridad, Eric se mantiene en sus trece, disfrutando de su forma de vestir y expresarse, muy alejada de la heteronorma de la que es tan difícil salir – y aún más en el instituto -.
«Me van a hacer daño de todas formas, ¿no será mejor que sea yo mismo?»
Si os ha gustado la entrada, os animo a que veáis las recomendaciones, y si tenéis dudas sobre travestismo y cultura drag, ¡no dudéis en preguntar! Disfrutad lo leído, y ya sabéis: