Hace un tiempo hablamos de la asfixia y de las medidas de seguridad aplicadas en el BDSM, dado que esta es una práctica bastante habitual entre sus miembros. Según datos de FetLife, la web más utilizada por los amantes del BDSM, el juego de la respiración o breath play es una parafilia que cuenta con alrededor de 247.000 adeptos y de los cuales 43.000 de ellos practican la asfixia.
La asfixia, tanto por obstrucción como por estrangulación, es una de las prácticas más peligrosas y hay un profundo desconocimiento sobre ella ya que supone un riesgo a veces mortal para los que la practican. Sin ir más lejos David Carradine murió precisamente realizando esta práctica.
Los juegos con electricidad, shibari, cortes, perforaciones y juegos con agua han sido enseñados con una seguridad razonable, sin embargo los juegos de hipoasfixia son los más peligrosos puesto que en un segundo puedes pasar de estar vivo a estar muerto. Las prácticas de asfixia y los juegos de control de la respiración son en realidad mucho más peligrosos de lo que la gente que realiza esta práctica percibe, ya que existe siempre un riesgo a que la persona que es asfixiada pueda tener un desmayo con un paro cardíaco inminente (y no hay forma de determinar cuándo esto puede suceder).
De hecho, se ha debatido mucho dentro de los círculos de BDSM sobre cómo llevar a cabo estas prácticas de una manera segura, cómo poder reducir el riesgo significativamente o de cómo determinar que un ataque cardíaco es inminente y a pesar de todo, ni siquiera los médicos o el personal sanitario saben cómo afrontar este problema.
Lo más importante es evitar llegar al punto de la inconsciencia, sin embargo hay dos cosas a tener en cuenta: sólo la persona que es asfixiada sabe cuando está llegando a ese punto de pérdida de consciencia y que la pérdida del conocimiento es un “síntoma”. Además, la pérdida de consciencia puede deberse a múltiples causas: desde el simple desmayo a un paro cardíaco, y no puede determinarse cuál de ellas puede estar causando la pérdida del conocimiento.
«Pues yo siempre apago el motor antes de que se incendie, paro el coche antes de que se quede sin gasolina.»
El principal peligro del control de la respiración es que cuanto más se prolongue el juego más se incrementan las probabilidades de que se produzca un paro cardíaco. A veces, incluso un minuto de asfixia puede causar este desenlace; a veces ocurre incluso en menos tiempo. El haber tenido experiencias anteriores con una misma persona o con personas nuevas no son muy útiles.
El control de la respiración es una práctica que puede realizarse y se sigue realizando incluso sin haberse informado previamente de las consecuencias, las personas libremente informadas pueden consentir en asumir el riesgo que deseen, pero sí que existe un gran desconocimiento de lo que realmente sucede a un cuerpo cuando es sofocado o ahogado, y que el verdadero grado de riesgo asociado con estas prácticas es mucho mayor que lo que la mayoría de la gente piensa.
Cuando las personas descubren, leen en relación con el carácter impredecible de estos riesgos, cada vez son menos los que eligen realizar esta práctica, y aquellos que lo hacen tienden a jugar con menos frecuencia. También debido a sus riesgos graves e imprevisibles, hay cada vez más organizadores que prohíben cualquier forma de hipoasfixia en sus eventos. Esto en parte es bueno porque se crea un espacio seguro pero la parte negativa es que estos juegos se trasladan al ámbito privado en el que hay mayor probabilidad de que ocurra un disgusto.
Si comparamos un coche con el cuerpo el oxígeno sería como el combustible para mantener al coche en funcionamiento, en el cuerpo humano se trata de mantener en correcto funcionamiento el cerebro y el corazón. Bien, pues en este caso el coche es un ser humano que no puede quedarse sin combustible porque muere. De hecho, hay un refrán médico que dice que «La hipoxia no solamente detiene el motor, sino que también lo destroza«. Por lo tanto, preguntarse cómo puede uno jugar de forma segura con el control de la respiración es muy similar a preguntarse cómo uno puede conducir un coche de forma segura mientras el motor se queda sin combustible.