Yo soy la otra. Con todas las letras. Sin ningún orgullo. Nada importa si lo sabía desde el principio. O si esa información me llegó demasiado tarde. Pero siempre fui la otra. Su otra.
No creas que no pienso en la otra persona. En si lo sabrá. Si lo sospechará. No creo que tenga tiempo de vida para pedirle perdón por lo que hago, pero he cruzado el umbral. Ya no puedo volver atrás. Soy su otra y no pararé hasta ser su única.
Nos cruzamos las miradas un día de primavera. En una calle con mucha gente y pocas personas. Y yo no entendía que pasaba. Nunca me ocurrió nada igual. Porque para mi todo era nuevo. Los olores, las texturas, el sabor, la forma de besar, de tocar, de follar. Todo era como estar en el primer día de clase. Y sé que para ti también, porque te daba el mismo miedo que a mi.
Recuerdo la primera vez que nos besamos. Era suave, nada brusco. Meloso y húmedo. Tus manos recorrían mi cuerpo. Disfrutabas con mi pecho, lo acariciabas lentamente. Curiosamente, sabías ponerme a mil, aún con tu inexperiencia… y la mía.
Pero soy la otra. Y no puedo dejar de pensar en ello. Porque no me quito de la mente las cosas que me haces, lo que me haces sentir. Cuando besas mi cuello lentamente a la vez que me metes dos dedos. No puedo dejar de pensar en como lames mi coño, como nadie nunca lo ha hecho. Como haces que me corra en un minuto. Como juntamos nuestros cuerpos. Como follamos sin descanso hasta que amanece y te tienes que ir porque tu pareja te espera.
Paso las noches con tu recuerdo en la mano derecha, pensando que estás a mi lado. Imaginando en lo que te haría si estuvieras en mi cama. Y es una tortura abrir los ojos después de un orgasmo y no verte encima de mi. Es una pena hacerte gritar hasta perder la voz. Me gustas y no me arrepiento de esta decisión que he tomado. De ser la otra, porque ser tu otra es mejor que ser la única de cualquier otra persona.
Contigo he hecho cosas que jamás pensé que me gustarían. Jamás pensé que me gustaría alguien como tú. Yo era convencional, me gustaba lo que todos esperaban que me gustase… pero apareciste tú.
Nunca fui la otra de nadie. Tampoco nadie me había hecho gemir como tú en toda mi vida. Nunca había estado con otra mujer. Nunca me había corrido en la boca de ninguna mujer. Nunca me había planteado ser lesbiana. Y ahora aquí me veo. Contando los minutos para verte, sentirte, follarte. Comerte entera y que me des eso que tanto me gusta.
No sé que pasará mañana, ni siquiera dentro de tres horas. Lo que sí sé es que esto me gusta. Que me gustas, y no pienso renunciar a ello.
Si tengo que ser la otra, lo seré. Si tengo que esperar, esperaré. Ten por seguro que no me voy a rendir tan fácil.
Te espero esta tarde, en mi casa, en mi cama. No tardes en venir.
Hacía mucho tiempo que no leía un texto tan aclarador, lo sorprendente para mi fue, no el hecho de descubrir lo que sentía una mujer por primera vez en otra mujer. La aclaración que yo encontré, tal vez no sea solo para mí. Tal vez lo sea para otra mujer, si esta vez, se pone en la cabeza, lo que piensa un hombre, cuando piensa en otra mujer que no es la suya. No estoy hablando de homosexualidad precisamente, sino de heterosexualidad de un hombre, con otra mujer a la habitual.